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La canción romántica tuvo un nombre: Aníbal de Peña

Por: Rafael A. Escotto.

Se dice que cuando muera la canción romántica podría morir el amor. La música romántica expresa la emoción, la intuición y el sentimiento hacia una persona que se quiere. Por eso, cuando escuchamos
«Muchachita de mi pueblo» la ternura de sus versos nos traslada a algún lugar en el cual hubo alguna vez una bella jovencita que inspiró el corazón enamorado de un compositor o de algún hombre.

El poeta Paul Valéry expresó que «el arte es constructivo por esencia».
El compositor apasionado, de grandes giros musicales, frente a lo imposible de un sentimiento amoroso escribe a manera de dispensa «Tú no tiene la culpa». Luego, para sentirse un cacique heroico de la música, se inspira y sentado en la Sierra de Bahoruco, desde la altura gloriosa, imbuido del espíritu de la raza taína escribe su canto patriótico y memorable a Enriquillo.

El compositor y pianista dominicano se mezcla con el sentir romántico de su pueblo y es así que deja entrever la parte frágil de su corazón que se quiebra ante la presencia resplandeciente de aquella mujer amada y, cantante de la voz dulce, llamada Iluminada Jiménez le canta frente al balcón: «Mi debilidad fue adorarte./Mi debilidad/es no poder adorarte una vez/todos los besos./Mi debilidad es quererte…todavía».

El poeta del canto sentimental siente su corazón abatido y en ese estado melancólico se recuesta en el tronco del árbol de los sueños en medio del camino a observar el cielo azul y escribe la canción «Ay de mí», parecida a una expresión muy honda de lo que le sucedía en el hermoso campo de lo amoroso.

El cantautor del amor y la ternura comienza a caminar sin rumbo por un camino con olor a tierra fértil y a campiña de la niña tierna parecida a aquel poema que escribiera el bardo colombiano Julio Flores y, de pronto, es sorprendido por el sonido musical de unas aguas que corren discretas en medio de un espeso bosque.

Al aproximarse al riachuelo queda pasmado al ver con sus ojos abiertos a una mujer muy juvenil, parecida a una Eva desnuda, cubriendo sus partes más lujuriosas con hojas de higuera. Esa ilusión arrebató, como por ensueño, unos versos del alma alborotada del cantautor ante lo visto. Mientras el maravilloso compositor hilvanaba sus ideas de pronto su pluma de oro se detiene sobre el papel y piensa en el título de la canción escogida: «Muy joven» y tararea:

«Porque eres muy joven/no puede quererme/dime que eres vieja/muchachita loca/la vida comienza/cuando tú te ríes/dime que eres vieja/muchachita loca/deje que me muera/sin saber besar/».

El bardo, de estirpe vegana, se retira de aquel riachuelo de aguas encantadas y se guarece a las sombras de la tarde, con rostro alucinado, con una sonrisa de pícaro mujeriego saboreándose los labios como si hubiese comido de aquel dulce bomboncito.

El cantante, después de haber visto en su imaginación a la joven mujer desnuda, como la de los versos tristes de Neruda, a orilla del arroyo, necesitaba un milagro encantador que lo sacara del hermoso sortilegio.

En su búsqueda incesante, cargada de fuego romántico, le surge una inspiración ligada a las creencias religiosas. Así es que escribe la canción «La virgen negra», a manera de tratar de sacarse de su mente la sensación de amargura que le dejó aquella Eva, la mujer joven con piel de perla que vio en el riachuelo.

«Negras mis penas son/como tu piel morena/fundidas en bronce están/mis amarguras./Si nunca estás ocupada/si nadie te pide nada/por ser tu cara morena/¡ayúdame, virgen negra/».

Debemos aclarar que la virgen negra a la cual recurrió el afamado compositor y cantante Aníbal de Peña no es una representación personal, sino una imaginación. Así de grandioso y de creativo fue en vida Aníbal de Peña.

He preferido quedarme en sus versos que parieron canciones que llenaron toda una época de romanticismo, de ilusiones y no entrar en otras de sus grandes producciones de otra naturaleza lírica a quien la patria le confió escribir su defensa.

Paz a su alma.



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