¿Alguien se ha parado a pensar en el tipo de conversaciones que se mantienen en la oficialidad y en el generalato en los cuarteles del ejército? Y me refiero a esas supuestas lumbreras políticas, como Rajoy, Soraya, Sánchez, etc. ¿No, verdad? Pues puede ser que lo tengan que pensar cuando vean tanques en Zarzuela, Moncloa, Congreso de los Diputados, Parlament de Cataluña o la Diagonal, entre otros lugares.

Algunos me dirán que esas cosas no pasan en la Unión Europea; pero tampoco en la UE se montan referéndums chapuza, se proclaman indepedencias unilateralmente y se permite a los sediciosos y secesionistas que se carcajeen del Estado. Otros me dirán que el golpismo militar ha sido desactivado definitivamente en España; pues sería bueno que se lo explicaran a los generales José Mena o Juan Antonio Chicharro, por ejemplo. Y un tercer grupo tal vez me diga que exagero; posiblemente tengan razón, y me alegraré mucho que así sea.

Y, aclaro por si las dudas, estoy completamente en contra de una actuación así. Por varias razones. Porque, a pesar de los enormes defectos de la democracia (como estamos comprobando), los de una dictadura son mucho peores. Porque algo así probablemente produciría bastantes muertos, puede que incluso muchísimos. Y porque, en el peor de los casos, podría acabar en una nueva guerra civil.

Pero la situación se está envenenando tanto tanto, por la delincuencia de Puigdemont y cia., por el tactismo de Sánchez y su troupe, y por la inacción de Rajoy y su corte, que la cosa puede explotar en cualquier momento y de cualquier forma... tal vez literalmente. Y es que jugar con fuego puede ser divertido, como vemos que les encanta a los políticos españoles; el problema es cuando se juega demasiado y uno no se da cuenta hasta que es demasiado tarde.