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Lullaby y su postulado social


Cuando Alguien se para al lado de Lullaby, sólo recibe de ella una mirada de desconfianza, misterio encubierto, erótico desprecio, deliberada invasión de espacio y miedo incontrolable a abrir su boca y soltar alguna palabra simpática que desarme su impenetrable soledad.

Lo cierto es que no hay amigos cerca de ella. Quizás un par que se convierte en amantes de noche para convertirse después en amigos otra vez. Y amigos-amigos tampoco son si se llama a eso tener a alguien con quien conversar minutos acerca de Nada o sólo mirar a las personas en la calle mientras les inventan vidas oscuras, tránsfugas, de traficantes, de putas caras, de putas baratas, de drogos, actrices en decadencia, administrativos suicidas o señoras obsesionadas con el sexo.

Hay algo de morbo en inventar vidas paralelas. Para los demás y para ella misma. Por eso las inventa. Concentrarse en la propia, la hace correr en su cabeza hasta un terreno baldío, tirarse de espalda y no moverse más. Paralizarse. Y Lullaby no puede darse ese lujo. Ya no.

Cruza y descruza sus piernas mientras su trasero apoya el borde de su cama. Mira su cuerpo pequeño en un espejo justo frente a ella. Prioriza sus necesidades o analiza sus prioridades. Las conclusiones llegan dispersas como si lloviera de costado en un piso irregular. Lullaby tiene un paraguas blanco de rayas rojas. Además tiene una bufanda también a rayas que nunca se sacará. También tiene un sombrero increíble de color gris. Ya está cubierta, así que no importa.

Cuando alguien se para al lado de Lullaby, ella querría contarle de su mundo y decirle que su nombre no es realmente ese, pero que lo adoptó hace mil años y que no acepta llamarse de otro modo. Hablarle que viene de una canción de The Cure. Explicarle que se viste de negro, pero no es tan oscura. Confesarle que le gustaría escribir de ciertas cosas, pero nunca ha escrito nada a excepción de una versión lúdica de “Papelucho y mi hermano hippie”. Decirle finalmente que está sola, pero no tanto como para pedir desesperadamente una compañía ni acostarse con él una noche aunque el sexo fuese increíble. Es así y ya está.

Y claro, arrojarle en la cara que en su historia no hay mujeres. No las soporta. Ni como amigas ni como nada. Ya no hay vuelta que darle al asunto.

Historias sobre una chica oscura llamada Lullaby. Solitaria, odiosa, rebelde, irónica y agriamente dulce.


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