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La paz, como el amor, no se negocia, se vive, se construye

“Ojala que la paz se construya cobijando un amplio espectro de situaciones y circunstancias, y no se negocie solo una deposición particularizada de armas, a un altísimo costo, mientras que so pretexto de lograrla le aticemos fuego a odios, rencores y Actitudes Revanchistas que se alberguen en el alma de los colombianos”.

Con este párrafo finalicé la columna publicada en El Heraldo el 4 de Septiembre de 2012, la cual transcribo a continuación por considerarla premonitoria y clara radiografía de los que hoy estamos  viviendo:

La paz, como el amor, no se negocia, se construye  
Columna publicada en El Heraldo el 4 de Septiembre de 2012


La reconciliación, el perdón, la armonía, el respeto son elementos esenciales de convivencia. Es loable, entonces, buscar, en todos los ámbitos de la vida, la confluencia de esos ingredientes en uno solo que se denomina paz.

Unas rotas relaciones conyugales, por ejemplo, no están exentas de ese esfuerzo. Incluyendo los casos en que la infidelidad fue el detonante de la desavenencia. Pero en esa hipótesis, el ánimo conciliatorio, el idealismo desmedido, el amor, o un prejuicio, no pueden implicar se acepte que el infiel regrese, envalentonado, al recinto del hogar pateando puertas y poniendo condiciones para su retorno a una hipócrita convivencia.

Utilizo el símil, para magnificar los temores que nacen cuando la paz, como el amor, se negocia pero no se construye. Cuando no es una guerrilla doblegada, o un cónyuge arrepentido, quien toca la puerta sino el gobierno o el enamorado quienes la abren sin condiciones. Cuando a principios y legitimidades se le antepone vanidad, prejuicios, intereses particulares, o ideológicos, o cuando hay razones para no darle credibilidad a quien se le tiende la mano.

Entonces, como en la relación marital que se deslegitima en su esencia, se corre el riesgo de mancillar la legitimidad de un estado democrático por atraer a quienes de él se apartaron y pretenden regresar cercenando libertades y derechos.
La paz, bienvenida sea, pero llegar a ella bajo la, peregrina, tesis de que hay que buscarla a cualquier costo puede traer resultados tan desastrosos, y controvertibles como cuando se negocia amor con quien no lo da, no lo quiere, o no lo merece. 

Después de que por la Seguridad Democrática, se disminuyó el accionar del grupo terrorista, no se encuentra lógico que una negociación de reinserción se haga bajo los mismos parámetros y condiciones que se consideraban en el pasado. De otra parte, luego de 50 años de lucha, parecería, también, improbable que las Farc, -a menos que sea un sometimiento obligado- depongan las armas por mucho menos de lo que durante ese tiempo han venido exigiendo.

A esa encrucijada se le suma el que además de terroristas las Farc son narcotraficantes, que a la luz de estándares internacionales hay delitos que un estado legitimo no puede negociar, y que la justicia transicional mal aplicada podría terminar siendo vehículo de confusos mensajes.

Difícil entender que a militares, políticos, y servidores públicos, por supuesta participación o involucramiento con participes en el conflicto, les caiga el rigor de la ley, en muchos casos de manera politizada e injusta mientras que portadores de grandes dignidades, desde otra orilla, pregonan que prefieren ver a Timochenko en el congreso antes que dando bala.

El juzgamiento y la armónica convivencia no pueden tener diferentes rasantes de medición dependiendo de la tendencia  ideológica de los actores, como tampoco que el crimen si paga sea la impresión que quede en el ambiente.

Ojala que la paz se construya cobijando un amplio espectro de situaciones y circunstancias, y no se negocie solo una deposición particularizada de armas, a un altísimo costo, mientras que so pretexto de lograrla le atizamos fuego a odios, rencores y actitudes revanchistas que se albergan en el alma de los colombianos.

COLETILLA DE HOY: Esa es la situación que estamos viviendo hoy. Un acuerdo con las Farc, en mi opinión y la de más de 6 millones de colombianos, desastroso que fue negado en democrática consulta popular y que el gobierno insiste en implementar sin modificaciones de fondo, como fue le decisión popular, sino con triviales “ajustes y precisiones” como afirma el gobierno. Mientras el país está horrorosamente polarizado con “odios, rencores y actitudes revanchistas que se albergan en el alma de los colombianos”
La paz tampoco se hace a base de respaldos, condecoraciones, o elogios internacionales, basados en informaciones incompletas, distantes, y superfluas de nuestra realidad.






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