La abolición del tributo de las Cien Doncellas todavía se recuerda en algunas localidades de La Rioja, Soria y Teruel.
El rey Mauregato de Asturias se comprometió a entregar a los árabes, como tributo, cien doncellas cada año, la mitad de alto linaje y las otras de origen humilde.
El Rey Ramiro I, sucesor de Alfonso el Casto, decidió terminar con esta humillación, y se lo comunicó al embajador del rey árabe Abderramán. Éste preparó un ejército de más de doscientos mil hombres y lo envió al reino cristiano dispuesto a castigar esa insumisión. Ante el avance del ejército árabe, el rey Ramiro convocó en León a todos los príncipes, obispos, abades, arzobispos y otros varones del reino, también a todos sus pueblos, para luchar contra el ejército de Abderramán.
El primer encuentro fue en Albelda de Iregua, Logroño, y terminó con una derrota para los cristianos. Esa misma noche el apóstol Santiago se le apareció al rey Ramiro y le prometió que al día siguiente estaría con sus hombres en el campo de batalla.
El apóstol cumplió su palabra y al día siguiente, en Clavijo, cerca del lugar donde los cristianos habían sido derrotados, se vio al apóstol surgir montado en un caballo blanco, con una larga espada en una mano y en la otra un estandarte con la cruz.
El apóstol acuchillaba con furia al enemigo, llenando de miedo a los árabes y de valentía a los cristianos. En la batalla mataron a más de setenta mil, ayudados casi hasta el final por el apóstol, que desapareció cuando perseguidores y perseguidos entraban en la comarca de Jubera.
Aquella victoria marcó el final de ese deshonroso tributo.
