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Taza de café

Perdiste la "e" de tu teclado y yo seguía tecleándote silentes caricias llenas de "o"s.
En algún punto jugamos a ser dioses y, convencidos de nuestra divinidad, nos rendimos como cualquier mortal...

¿Cuándo se me ocurrió llenarte la cara de sonrisas?
¿Cuándo se te ocurrió jugar a revolverme los imposibles?
¿Cuándo, dime, se nos ocurrió simplemente ser nosotros y dejarnos ir por lo que nuestros corazones dictaran?

Lo tenías preparado, en algún pliegue de tu corazón, lo sé.
Lo tenías oculto, dobladito y disimulado para que nadie lo descubriera...
... ni siquiera tú.

Sabes a bizcochos y fresas.
Hueles a hierba mojada y noches frías bajo cobijas gruesas.
Te sé cercano a mí, pero íntegramente tuyo.
Nada fue un error, lo sabes...
Nada es completo, eso lo sé.

Y mientras me muero de ganas de tenerte, abrazarte, acariciarte y simplemente perderme en los rizos de tu piel humeante, sólo tengo frente a mí esta taza de café que, fatigadamente, me hace señales vagas para que note tu ausencia y mi indiferencia por toda droga que me quite la adicción al brillo de tus ojos reflejándose en los míos...



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Taza de café

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