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Los estilos de aprendizaje: un mito sin fundamento

No hay manera. Es imposible, por muchas pruebas que les pongas encima de la mesa a personas que creen en ciertas cosas, que se bajen del burro. Ya puedes hablar de evidencias e, incluso intentar debatir de forma constructiva con ellas que, al final de toda discusión o debate, te van a decir que “me da igual que me lo digas tú, porque lo que creo es la realidad”. Algo contra lo que no se puede luchar. Es que se hace totalmente imposible.

Es por lo anterior que, por mucho que escriba artículos como el que voy a escribir ahora, con mucha bibliografía consultada y con argumentos sólidos, basados en lo que dicen las evidencias que tenemos disponibles en la actualidad, va a seguir habiendo gente que siga creyendo en Estilos de Aprendizaje, inteligencias múltiples, cerebros triunos o, simplemente, en que solo podemos prestar unos pocos minutos de atención plena. No se puede hacer más que seguir insistiendo en que no es así pero, por desgracia, tal y como os he dicho anteriormente, es muy difícil luchar contra las creencias. Pero bueno, no por eso debemos de dejarlo de intentar. No por eso voy a dejarlo de intentar.

Hoy toca decir que los estilos de aprendizaje son un mito sin fundamento. Lo sé. Algunos ya dejarán de leer porque no les interesa poner en cuestión sus ideas y, los que ya lo tienen claro, simplemente lo verán como algo que ya sabían. Y eso es un problema del debate educativa. A pesar de ello, en esta bitácora personal, me apetece intentar aportar cosas. Que interesen más o menos o que, simplemente, se bloqueen en función de querer o no oír ciertas cosas, ya es harina de otro costal.

Va, vamos a ello…

Los estilos de aprendizaje son una teoría (recordad que podemos teorizar acerca de cualquier cosa, incluso de la existencia de los unicornios) que afirma que cada persona tiene una forma preferida y más efectiva de aprender, que puede ser visual, auditiva, kinestésica o una combinación de ellas. Según esta teoría, si se adapta la enseñanza al estilo de aprendizaje del alumno, se logrará un mejor rendimiento y una mayor motivación.

Todo lo anterior parece maravilloso. Ya tenemos la varita mágica para poder personalizar el aprendizaje de todo el Alumnado, creando materiales ad hoc para los mismos y conseguir un éxito sin precedentes. El problema fundamental es que deberíamos, antes de abrazar lo anterior, preguntarnos si hay evidencias que respalden la idea. También deberíamos preguntarnos si es útil clasificar al alumnado según supuestos estilos de aprendizaje. Por cierto, creer en los estilos de aprendizaje, implica unas consecuencias para la educación. No nos olvidemos nunca de ello

¿Qué dicen las evidencias e investigaciones sobre los estilos de aprendizaje?

A pesar de lo popular y aceptada que está la idea de la existencia de los estilos de aprendizaje entre muchos docentes y no docentes, lo cierto es que no hay evidencias científicas que los avalen. Existen muchos estudios y revisiones sistemáticas realizadas en los últimos tiempos en los que se dice que no hay pruebas que adaptar la enseñanza al estilo de aprendizaje del alumnado mejore su comprensión, su memoria o su interés por la materia que está recibiendo.

¿Me estás diciendo que no hay estudios que defienden los estilos de aprendizaje? Claro que sí que los hay. Hay estudios, en esta vida, que son capaces de defender cualquier cosa. En una sociedad en la que hay personajes que creen en la curación del cáncer mediante la ingestión de lejía, cualquier cosa es posible. Por eso también es lógico que cualquier mito educativo tenga a sus defensores y se creen una biblia particular. El problema de los estudios que defienden los estilos de aprendizaje es que tienen, entre sus principales hándicaps, los siguientes:

  • No hay una definición clara y consensuada de lo que son los estilos de aprendizaje, ni de cómo se miden. Existen múltiples clasificaciones y cuestionarios, que no tienen validez ni fiabilidad demostradas.
  • No hay una forma de comprobar si una persona tiene realmente el estilo de aprendizaje que dice tener, o si cambia según el contexto, el contenido o el momento. ¿Alguien, de los que defiendan este mito, me puede decir, de forma fehaciente, que un alumno es kinestésico? ¿Me puede alguien facilitar una herramienta para taxonomizar a ese alumnado, fiable en el tiempo y cuyos datos perduren en el tiempo? Lo sé. No existe esa herramienta de comprobación.
  • No hay una forma de controlar si el método de enseñanza se ajusta realmente al estilo de aprendizaje del alumno, o si hay otros factores que influyen en el resultado. De nuevo lanzo otra pregunta al aire. ¿Me podéis facilitar un método de aprendizaje para alumnado kinestésico? Me serviría también para el alumnado visual o auditivo.
  • No hay una forma de descartar que el efecto de la enseñanza adaptada al estilo de aprendizaje se deba a otras variables, como la dificultad del material, la calidad de la instrucción, la motivación del alumno o el efecto placebo.

Por tanto, la teoría de los estilos de aprendizaje no cumple con los criterios de validez científica, y no se puede considerar una realidad demostrada. Y si algo puede ser producto del azar o, simplemente no puede demostrarse, es que no hay teoría que lo pueda sustentar.

Entonces, ¿por qué persiste el mito de los estilos de aprendizaje y se está extendiendo tanto?

Hay algunas razones que explican la persistencia de este mito. Unas razones que pueden ser las mismas que sirven para el mito de las inteligencias múltiples, el uso de porcentajes de cerebro o, simplemente, la falta de atención plena por más de quince minutos. Y entre ellas estarían las siguientes:

  • La falta de conocimiento en el asunto, ya que muchos docentes no están al tanto de la evidencia científica que contradice los estilos de aprendizaje, o no tienen acceso a ella. Además, pueden confundir los estilos de aprendizaje con otras cosas, como las habilidades cognitivas o las preferencias personales del alumnado.
  • La evidencia que desmiente los estilos de aprendizaje no suele ser difundida ni divulgada por los medios de comunicación, las editoriales, las instituciones educativas o los formadores de docentes, que pueden tener intereses, muy alejados de lo educativo, en mantener el mito.
  • Los seres humanos tendemos a simplificar la realidad y a buscar explicaciones que nos resulten intuitivas, atractivas y coherentes con nuestras creencias. Los estilos de aprendizaje ofrecen una visión sencilla y optimista del aprendizaje, que apela a la diversidad, la personalización y la autoestima. Por ello es muy difícil cuestionar algo que se nos vende para hacer fácil la comprensión del modelo de aprendizaje. Lo fácil, aunque sea falso, se vende muy bien.

No pasaría nada si el mito, más allá de las creencias personales de varios docentes o el interés económico de algunos para venderlo, no tuviera afección sobre el alumnado. El problema es que no se trata de una práctica inocua y puede tener consecuencias, tanto a nivel individual como colectivo para nuestro alumnado.

¿Cuáles son las consecuencias para nuestro alumnado el basarse en los estilos de aprendizaje?

Hay muchas cuestiones que deberían tenerse en cuenta antes de abrazar ciertas cosas. E insisto, es muy bonito que te envuelvan algo en papel de regalo que, supuestamente va a solucionarte (o vas a poder justificar) todos los problemas de aprendizaje de tu alumnado. El problema es que abrazar, como en este caso, los estilos de aprendizaje implica lo siguiente:

  • Limita el potencial de los alumnos, ya que, al etiquetar a los alumnos según sus supuestos estilos de aprendizaje, se les puede encasillar y restringir sus oportunidades de aprender de otras formas. Esto puede generar una actitud pasiva, dependiente y conformista, que impide el desarrollo de habilidades y competencias diversas y transferibles.
  • Reduce la calidad de la enseñanza, ya que, al adaptar la enseñanza al estilo de aprendizaje del alumno, se puede caer en el error de ofrecer un contenido superficial, simplificado o fragmentado, que no favorece el aprendizaje profundo, significativo y duradero. Además, se puede desaprovechar el uso de métodos de enseñanza que han demostrado ser eficaces para todos los alumnos, como la práctica distribuida, la recuperación activa (evocación), la elaboración o la retroalimentación.
  • Desperdicia recursos y tiempo, ya que, al dedicar esfuerzos y recursos a diagnosticar y atender los estilos de aprendizaje del alumnado, se puede dejar de lado otras necesidades y prioridades educativas.

No caigáis en el mito de los estilos de aprendizaje. Cuestionadlos. Intentad contraponer un poco de cordura a todo lo que, desde determinados lugares, nos están vendiendo como solución a todos los problemas educativos. Nos jugamos mucho. Nuestro alumnado se juega mucho. Es por ello que, aunque los resultados, a diferencia de otros ámbitos, no se vean a corto plazo, el basarnos en pseudociencias o, directamente mitos educativos, puede lastrar en el futuro muchas cosas. Y, como todos los mitos, a quienes acaban perjudicando más es al alumnado más vulnerable.

Bibliografía

Kirschner, P. A. (2017). Stop propagating the learning styles myth. Computers & Education, 106, 166-171. https://leftychan.net/tech/src/1627217656435.pdf

Kirschner, P. A., & van Merriënboer, J. J. (2013). Do learners really know best? Urban legends in education. Educational Psychologist, 48(3), 169-183. https://www.researchgate.net/publication/256537666_Do_Learners_Really_Know_Best_Urban_Legends_in_Education

Newton, P. M. (2015). The learning styles myth is thriving in higher education. Frontiers in Psychology, 6, 1908. https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fpsyg.2015.01908/full

Pashler, H., McDaniel, M., Rohrer, D., & Bjork, R. (2008). Learning styles: Concepts and evidence. Psychological Science in the Public Interest, 9(3), 105-119. https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1111/j.1539-6053.2009.01038.x

Riener, C., & Willingham, D. (2010). The myth of learning styles. Change: The Magazine of Higher Learning, 42(5), 32-35. https://bpb-us-e1.wpmucdn.com/sites.psu.edu/dist/b/10091/files/2012/03/Reiner-and-Willingham_2010.pdf

Rohrer, D., & Pashler, H. (2012). Learning styles: Where’s the evidence?. Medical Education, 46(7), 634-635. http://uweb.cas.usf.edu/~drohrer/pdfs/Rohrer&Pashler2012MedEd.pdf

Willingham, D. T., Hughes, E. M., & Dobolyi, D. G. (2015). The scientific status of learning styles theories. Teaching of Psychology, 42(3), 266-271. https://career.ucsf.edu/sites/g/files/tkssra2771/f/Article%20UCSF%20SEJC%20January%202017.pdf

Un detalle. Hoy os he incorporado, a diferencia de otros artículos en los que pongo bibliografía, el enlace donde podéis encontrar todos los artículos que he mencionado. Lo sé. No es tal y como dice la normativa bibliográfica que debe hacerse, pero así os facilito que podáis leer las fuentes de este artículo que he escrito hoy. Y, como siempre digo y reitero en todos y cada uno de mis artículos de este tipo: no os quedéis en lo que os digo… ¡acudid a las fuentes!

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