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PARABOLA


Ilustración y cuento de Oswaldo Mejía.

 (Derechos de autor, protegidos)






Caminaba errabundo; viraba su ruta, daba giros, avanzaba y retrocedía su andar. Por momentos, con su mano derecha hacía trazos circulares sobre su cabeza mientras juntaba y separaba repetidamente las yemas de sus dedos índice y pulgar. Dentro de su afiebrado cerebro, estos movimientos de su mano le permitían flotar entre irrealidades que cada vez se le hacían más y más familiares.

Cuando llegó el lustroso Pez Amarillo, rodando sobre las tres rueditas que sobresalían de su abdomen, él no titubeó. Se encaramó sobre su lomo y lo montó cual si se tratara de una cabalgadura.

Para sorpresa suya, cuando el pez rodante se puso en movimiento, lo hizo rodando hacia atrás. La reacción instintiva fue darse vuelta para poder ver el camino, pero rápidamente el rodamiento cobró gran velocidad, por lo que no le quedó más opción que desistir de la idea de voltearse, y centrarse en el esfuerzo de sujetarse con firmeza al lomo del pez, para evitar caerse.

La velocidad se hizo vertiginosa, por lo que él se vio obligado a apretar su pecho contra el lomo del pez, asirse con todas sus fuerzas de las aletas laterales, apretar los dientes y cerrar los ojos. Cual si se tratara de una regresión, por su mente desfilaban imágenes de situaciones pertenecientes a su pasado cada vez más y más remoto.

Cuando se detuvo el veloz rodamiento; abrió los ojos, se irguió cautelosamente, y entonces pudo enterarse que estaba en medio de la Nada. Solos, él y el pez amarillo, apenas alumbrados por una débil y dramática luz cenital, nacida también de la Nada.

De pronto, los fogonazos lumínicos, y la voz de pregonera:

- Esta vida es una prisión cruel y despiadada. Todos estamos aquí para sufrir y expiar culpas propias y ajenas… De esta prisión llamada vida, nadie sale vivo ¡Pasen! Por unas monedas pueden besar a la muerte, y abrir las puertas de esta jaula.

¿A dónde ir? … La Nada lo era todo, salvo él, el pez amarillo, las luces, y la silueta de aquella extraña figura que emitía repetidamente el macabro pregón.

Bajó del lomo del pez amarillo; rebuscó entre sus bolsillos, y en cuanto tuvo las monedas en su mano, caminó hacia la silueta que no cesaba de aspavientar y vociferar ofreciendo lo suyo.

Cuando estuvo cerca, vio que se trataba de una Mujer de cabellos revueltos y ojos completamente blancos, sin destino de mirada. Ella estiró su mano, y él deposito en su palma las monedas.

- Desnúdate y ocupa tu caja, que sólo faltabas tú para empezar el viaje.

Al virar su mirada hacia donde señaló la mujer, se encontró con un ambiente lúgubre y subterráneo, donde destacaban siete cajas rectangulares distribuidas en círculo; seis de ellas estaban ocupadas en su interior, cada una, por un individuo desnudo y sentado.

Él destapó la única que quedaba libre, se introdujo en ella, y también adoptó la posición de sentado. Tenía vergüenza; por ello esperó estar dentro para recién despojarse de sus ropas, tal y como se lo ordenara la pregonera.

Como si se tratara de una coreografía; cinco de los que estaban dentro de las cajas, se recostaron dentro, y tras de sí sellaron las entradas con sus respectivas tapas. Sólo permanecieron sentados y descubiertos, él y quien estaba a su frente.

Empezó a sonar una música suave, que poco a poco fue “in crescendo” en ritmo y también en volumen de sonido.

Su vista fue acostumbrándose a la penumbra del recinto, agudizándose, y permitiéndole ver con más nitidez.

Quien estaba frente a él, era una voluptuosa mujer, que arrodillada, se movía frenéticamente al compás de la música. Él la observaba extasiado e inquieto. Su libido estaba alterándose, perturbándolo sobremanera, mas, cuando quiso moverse, se dio cuenta que era presa de una parálisis generalizada. Sólo podía mover los ojos.

Desde el interior de las cinco cajas selladas, llegaban a sus oídos, quejidos, llantos, lamentos y sonidos de cuerpos retorciéndose. Él también empezó a lagrimear, moquear y babear descontroladamente. Rápidamente toda esa mezcla de fluidos fue empapando su pecho, abdomen y piernas, sin embargo, su extasiado interés por continuar mirando a la mujer de en frente no mermaba; por el contrario, al igual que su deseo sexual, se le hacia una urgencia.

Sin dejar de menear provocativamente sus carnes, la mujer se puso de pie y vino hacia él, se arrodilló y le lamió los ojos, sorbiendo y saboreando sus lágrimas. Luego se deslizó al interior de la caja sentándose sobre él, y uniéndose en una cópula lubricada adicionalmente por las lágrimas y babas que de él fluían de manera incesante.

¿Cuánto tiempo duró todo ello? A él le supo a eternidad…

Al retornar el sosiego y la calma, la mujer voluptuosa, las cajas, y el escenario en sí, se habían esfumado. Notó que su cuerpo había recobrado movilidad. Entonces se puso de pie y empezó a caminar, sin rumbo, sin consciencia…

Ahora se hallaba tumbado de espaldas al piso, rodeado de personas, algunas acuclilladas y otras de pie. Antes de cerrar sus ojos logro escuchar a uno de sus observadores, decir:

-Ya no podemos hacer nada por él. Tiene el aspecto de quienes lo han vivido todo…






 (Pieza única. Año 2023. Medidas: 80 X 53 cms. Precio $.600 dólares americanos)




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