La undécima —y posiblemente última— temporada de “Expediente X” puede considerarse como una de las propuestas más injustamente infravaloradas de los últimos años. Chris Carter nos está ofreciendo episodios curiosos y extraños que, poco a poco, van dejando una notable sensación en el conjunto. En el caso de “Familiar”, octavo capítulo, cambia radicalmente su tono por algo mucho más oscuro que nos remite a ciertas ínfulas de un cruce imposible de una revisión contemporánea de “Sleepy Hollow” que se entremezcla con “It” y “Silencio desde el mal (Dead Silence)” de James Wan. Toda esa tenebrosidad de un misterio un tanto aterrador nos remite a un monstruo que va a cometer un crimen que va a dejar conmocionada a una comunidad. Allí van a aparecer, evidentemente, Mulder y Scully para tantear con ciertas revelaciones paranormales alrededor del extraño asesinato del pequeño hijo de un oficial de policía a manos de Mr. Chuckleteeth en un sombrío bosque de Eastwood. Scully revela en la autopsia que el asesino se trata de una persona por encima de esa versión policial inicial, que remitía el atroz crimen a un lobo. Es evidente que la investigación policial se va a amoldar a mecánicas conocidas: los secretos de los habitantes y los sospechosos van filtrándose mientras que tenemos un acercamiento a algunos compases de “Furia” de Fritz Lang gracias a un delincuente sexual de niños que se encuentra identificado en la zona. ¿La turba puede impartir justicia o, por el contrario, aceptar lo desconocido es inaceptable? Repasemos “Familiar”.
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