Los bárbaros escribieron la historia

No es sorpresa que el certamen más importante de Europa del Este tenga entre los principios de su ideario el compromiso social-político. Es por ello que, tras la presentación de la cinta rumana I don’t care if we down in history as barbarians, esta se erigiera como la gran favorita al Globo de Cristal. «Es una película de dos horas y veinte pero que se sienten como cuatro horas y media», espetaba jocoso en su introducción en el Grand Hall Radu Jude, un cineasta que paso a paso va diseñando una filmografía muy interesante, exhibida en plazas como Sarajevo, Berlín y Locarno, y que destaca por la revisitación del pasado reciente de su nación. Lo cierto es que su última película poco o nada tiene que ver con sus anteriores trabajos, Aferim (2015) y Scarred Hearts (2016). Esta falsa ficción bien pudiera emparentarse con las últimas versiones de Jean-Luc Godard; una cinta claramente discursiva, con numerosos planos fijos que funcionan como antesala de lo que será un mensaje demoledor. Y el de I don’t care if we down in history as barbarians lo es. Más cuestionable, en cambio, sería su desarrollo, algo que limitará sus posibilidades más allá de festivales menores. Su victoria en Karlovy Vary era lógica. Así como la multipremiación de la cinta argentina Sueño Florianópolis, quizás la película de mayor carácter comercial de las proyectadas en la competición. Premio especial del jurado, premio a la mejor actriz y el FIPRESCI es su bagaje. A buen seguro que le servirá para llamar la atención de los distribuidores. Sendos filmes son lo más destacado de una 53ª edición de buen nivel en sus apartados competitivos. Apartados encabezados en el cuadro de honor por Suleiman Mountain (East of the West) y Putin’s Witnesses (documentales). La primera es una road movie con entramado telenovelesco que parece haber sido valorada por su contextualización más que por sus cualidades narrativas. Se impuso a la notable cinta rusa Deep Rivers, dirigida por Vladimir Bitokov, otro discípulo más de Alexander Sokúrov. La segunda, por otro lado, se adscribe al espíritu citado al inicio; a ese compromiso con la contemporaneidad. La obra de Vitaly Mansky es interesante, por su retrato cercano a una de las figuras relevantes del siglo XXI europeo; sin embargo se queda en la superficie, apenas hay mención a la dura política interior y exterior del mandamás ruso. Con el palmarés concluye una nueva edición de un evento checo que evidencia cierto cansancio. ¿Puede aspirar el KVIFF a un nuevo nivel cualitativo? En un panorama bastante anquilosado la renovación es siempre necesaria. Veremos qué le depara el futuro a unos de los clásicos del circuito europeo. A lo largo del mes de julio iremos repasando en EAM los títulos más interesantes que nos ha deja esta entrega. A continuación, el listado completo de ganadores.