A ella le gusta pensar sobre los espacios que ocupa. Son cientos de miles. Y más.
Ocupó la baldosa donde le dijeron: "Querés ser mi novia?" durante 3 minutos. Al ratito le cedió el espacio a un nene que se rompía la cabeza, justo ahí. Ella le limpió la sangre con el pañuelito que llevaba siempre en el bolsillo, pero la baldosa se tiño de rojo para siempre.
Los espacios no tienen nombre, ni dueño. Pero uno los hace propios. Justo ayer se paró en la misma baldosa, mientras hacía la cola para ir a votar. Pasaron 20 años y reconoció ese espacio. Todavía sonaba el eco de un "Sí". Y más bajito pudo escuchar un "Gracias".
Hoy volvió con un pico y arrancó la baldosa con fuerza. Y se la metió en el corazón.
(Amo el trozo de tierra que tú eres,
porque de las praderas planetarias
otra estrella no tengo. Tú repites
la multiplicación del Universo.)