Get Even More Visitors To Your Blog, Upgrade To A Business Listing >>

Democracia deliberativa y necropolítica de las relaciones internacionales

En este texto se presenta la idea de que los Estados y sus coaliciones utilizan estrategias de administración y gestión de la Muerte como un poderoso configurador de las relaciones geopolíticas internacionales. Con el objetivo de indagar más a profundidad en dicha idea se toma en consideración el concepto de necropolítica de Achille Mbembe así como la teoría sociológica de la pragmática cultural de Jeffrey Alexander. El objetivo final de este texto consiste en observar teóricamente la importancia de las prácticas democráticas en la posible configuración de un guion social que permita que la gestión internacional de la Guerra y la muerte se lleve a cabo sin el paradigma actual de la rivalidad internacional de los grandes poderes militares.

Introducción

 

La muerte y sus señales simbólicas son distribuidas, desde la esfera de lo geopolítico, por grandes poderes internacionales. El hecho de que existan  misiles intercontinentales, de acuerdo con un gran número de analistas de la sociedad contemporánea como la autora Thérèse Delpech (2007), nos indica, y es un símbolo ello a su vez, del hecho de que nuestra seguridad puede ser amenazada hoy desde una zona muy alejada de nuestro territorio de residencia. Se trata de una amenaza que configura relaciones de poder internacionales tanto dentro de un determinado orden simbólico como dentro de ciertos esquemas de acción internacional. Se trata, además, de una amenaza distinta al terrorismo, ya que esta amenaza de los misiles internacionales, como los misiles Iskander de Rusia, o como los que la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) ha desplegado durante los últimos años en posiciones estratégicas alrededor de dicho país, incluyendo el escudo antimisiles colocado en el presente año 2016 en la base militar de Deveselu, Rumania (Valero, 2016), tiene cierta legitimidad institucional dentro de un determinado orden de relaciones internacionales, jurídicas y estatales. Un orden que también comparte, entre otras manifestaciones de poder, el despliegue o exhibición de tropas militares, como la realizada por China también en el presente año 2016 en el Mar de China Meridional tras el fallo de La Haya a favor de Filipinas respecto a la soberanía de algunas islas de la zona (RT Español, 23 de julio de 2016), o la prueba de misiles nucleares por parte de ciertos países.

Es decir, dichas prácticas cuentan con la aprobación de un determinado aparato político institucional-estatal, hoy por hoy debilitado por las dinámicas neoliberales (Restrepo, 2003), aunque con gran vigencia en lo que atañe al monopolio del uso de la fuerza (Weber, 1984), y por ello mismo en los medios de comunicación que simpatizan o son aliados políticos no se les da la cobertura que se debería a dicho despliegue de fuerza y representación simbólica de poder. Una cobertura que propicie desde luego que las cuestiones que giran en torno a la guerra y la muerte sean siquiera un poco más construidas desde un ámbito responsable de democracia deliberativa, ello en caso de que dichas construcciones ciudadanas sean positivas y no reafirmen inconscientemente las ideologías patriarles tal y como afirma Maria Lúcia Karam (2016), o, de igual forma, y de una manera también negativa, las prácticas de colonización subjetiva propias de la modernidad (Mignolo, 2000; Sousa, 2010).

El hecho de fondo es que la percepción de fenómenos como el del terrorismo global como una amenaza en el mundo occidental, y más aún después del 11/s y de los lamentables atentados que ha habido en países como Francia durante los últimos años, ha ido creciendo. Ello a la par que la percepción de las acciones militares y en general de las prácticas geopolíticas de hegemonía y poder internacional, de la propia Francia, por ejemplo, lamentablemente no son vistas por sus ciudadanos, al menos de manera general, como una amenaza internacional inscrita en prácticas coloniales y en relaciones simbólicas de necropolítica. Una amenaza internacional para otras sociedades e incluso para ellos mismos. De acuerdo con autores como Achille Mbembe (2012) o Ileana Diéguez (2016), el concepto de biopolítica de Foucault es insuficiente para explicar toda la gama de relaciones humanas que existen hoy en el mundo. Cabe decir que a grandes rasgos la biopolítica es entendida por Foucault como la gestión política de la vida, mientras que para Mbembe (2012) la necropolítica es entendida como un despliegue de estrategias para dar muerte, para distribuirla y hacer visibles sus señales, dentro de un determinado guion social y aun cuando no haya muertos reales.

De dicha forma, en este artículo se procederá a relacionar de manera teórica y reflexiva el concepto de necropolitica de Mbembe con la teoría de la pragmática cultural del sociólogo estadounidense Jeffrey Alexander (2005; 2014). Ello con el objetivo de establecer si las actuaciones simbólicas y en general el despliegue de sentidos asociados a la muerte, pueden, en el plano de lo teórico, llegar a interferir de una u otra forma con prácticas democráticas deliberativas asociadas a la geopolítica internacional o si por el contrario las prácticas democráticas pueden llegar a construir un mejor panorama geopolítico mundial. Un panorama en el cual no prime el paradigma actual de la rivalidad internacional de los grandes poderes militares.

La cuestión geopolítica y la sociedad internacional: una mirada desde la polemología

 

La noción de geopolítica podemos entenderla de múltiples formas y desde distintas miradas. Así, por ejemplo, para Jorge Atencio (citado por Moncayo, 2012) la geopolítica es la “ciencia que estudia la influencia de los factores geográficos en la vida y evolución de los Estados, a fin de extraer conclusiones de carácter político” (Moncayo, 2012: 70). Para Henry Holt la geopolítica como ciencia se encarga de estudiar, a través de la geografía, la política, la geografía descriptiva y la historia, la causalidad espacial de los sucesos políticos y sus futuros efectos (Moncayo, 2012). Para Michael Klare esta se centra en la contienda entre grandes poderes y aspirantes a ser grandes poderes, y se centra, de igual forma, y entre otros factores, en los temas que giran en torno al control de territorios, recursos y posiciones geográficas importantes, tales como puertos, canales, sistemas de ríos u oasis entre otras fuentes de riqueza e influencia (Moncayo, 2012). Pero más allá de todas aquellas definiciones y de otras más, de acuerdo con Paco Moncayo Gallegos (2012), la gran mayoría de las definiciones existentes acerca de la geopolítica, encierran dentro de sí ciertas cuestiones comunes como la visión del Estado como un fenómeno en el espacio y la influencia de los factores geográficos en el desarrollo político de las naciones. Encierran además dentro de sí dichas definiciones el carácter instrumental de aquella ciencia para la definición de la política internacional y su sentido de anticipación dispuesta a contribuir a la planificación estratégica de lo político en un mundo altamente globalizado, y, además, con múltiples formas de institucionalidad global o, lo que es lo mismo, con una globalización heterogénea (Preyer, 2016).

Cabe anotar que es muy conocido el hecho de que las naciones del mundo en sus proclamas conjuntas de hoy día afirman anhelar la paz y rechazar la violencia y la guerra (Mezarina, 2015), ello seguramente como estrategia geopolítica ya que el discurso de la paz y el Derecho Internacional permiten anticipar para el día de hoy ciertas dinámicas políticas internacionales. Históricamente el primer paso para ilegalizar la guerra fue la firma del Pacto Briand-Kellog de 1928, aunque cabe destacar que ya para entonces la revolución socialista de octubre de 1917, había señalado en su momento que “la guerra era el gran delito contra la humanidad” (Mezarina, 2015). Hoy día, vivimos a nivel global en un paradigma de paz centrado, según autores como María Cecilia Añaños (2011), en el papel del Estado como actor principal (aunque no único) en un orden de carácter iusinternacional westfaliano. Cabe acotar que desde la polemología, es decir, desde la reflexión social de la guerra (siendo esta susceptible de observación y estudio analítico de acuerdo con Gaston Bouthoul (1991)), tal permanencia del Estado puede dar origen a la idea de “unidad de destino”, que de acuerdo con Rafael Sánchez Ferlosio (2008), consiste en aquella jerarquía de significaciones mediante la cual el campo de batalla, en un grado absolutamente incomparable con ningún otro trance colectivo, se ve subrogado en una situación en la cual, por ejemplo, todos los combatientes de la parte vencedora, muertos, heridos y supervivientes, toman la titularidad de la victoria, y, viceversa, es decir, todos los de la parte derrotada, por una muy compleja suerte de titularidad simbólica impersonal, es decir, sin importar, en general, ninguna condición, la de la derrota.

La idea, no obstante, de instituciones como las Naciones Unidas, consiste justamente en reforzar el papel de los Estados como entidades diplomáticas supeditadas al derecho internacional (Añaños, 2011). Sin embargo, como afirma el escritor colombiano Santiago Gamboa (en una frase que él le escuchó a un delegado cuando era diplomático ante la Unesco en Palestina), es “más fácil hacer la guerra que la paz, porque al hacer la guerra uno ejerce violencia contra el enemigo, mientras que al construir la paz uno debe ejercerla contra sí mismo” (Gamboa, 2014: 17). De hecho, de acuerdo con el mismo escritor mencionado, todas las cuestiones que giran en torno a la guerra pueden  resumirse en una sola palabra: odio. Ya sea el “odio al vecino o al hermano, como en las guerras civiles, o al que es diferente, al que cree en otros dioses o vive en esa tierra que considero mía, al que tiene privilegios que yo anhelo, al que humilla cotidianamente” (Gamboa, 2014: 18), entre otras razones en las cuales se desenvuelve el odio. Pero más allá de ello, el hecho de fondo es que muy probablemente nuestra estructura instintiva es una estructura conflictual ya que incluso nuestros primos más cercanos, es decir, los chimpancés, se ven envueltos en guerras grupales orientadas posiblemente por la estructura patriarcal y demostradora de poder de los mismos (Salas, 14 de enero de 2014; Guerrero, 2016). Hoy día, en un complejo ámbito de relaciones sociales intensificadas por las fuerzas de la globalización, como primates que somos, pero al estar inmersos en el universo de las significaciones y sus jerarquías simbólicas, el despliegue simbólico del poder no se remite a demostrar quién es el macho más fuerte en un grupo animal de estructura patriarcal, sino a generar estrategias simbólicas de gestión tanto de la vida como de la muerte. Estrategias que pueden tener su razón de ser en la misma visión patriarcal primate e instintiva, y por ende dominante e impositiva, de las relaciones de poder (Guerrero, 2016).

Respecto a la importancia de la patriarcal idea de poder matar como símbolo de poder en su relación con la significaciones, la institucionalidad y en general con los distintos contextos, recordemos con Santiago López Petit (2015) en su prólogo a la obra De la necropolítica neoliberal a la empatía radical de Clara Valverde Gefaell, que:

El poder es poder matar, y quien puede hacerlo, tiene el poder. Esta verdad simple, y a la vez esencial, ha sido siempre escondida porque es profundamente desestabilizadora. La «legitimación del poder» consiste, precisamente, en inventar una justificación que permita enterrarla. La religión o la filosofía política lo han hecho apelando a Dios, a la sociedad o al transcendental que en cada momento fuera más conveniente. Sin embargo, ha sido desde el interior del propio poder de donde ha surgido, posiblemente, la coartada más inesperada (el itálico es mío) (López Petit, 2015).

Las lógicas políticas como administración de la muerte se hallan por tanto altamente normalizadas, y no solo en cuanto a lo que atañe a las situaciones de guerra en sí mismas, sino en cuanto a la construcción y puesta pública de guiones o actuaciones sociales, en el sentido dramatúrgico de Jeffrey Alexander (2014) (el cual será ampliado más delante). Cabe agregar que el propio término de necropolítica, acuñado por Achille Mbembe (2012), parte del hecho de que el concepto de biopolítica de Foucault es insuficiente ya que entendido este como gestión política de la vida, se centra en la política para hacer vivir, es decir, para optimizar la vida, y no en la política destinada en las estrategias y discursos de muerte. Una política, esta última, centrada por su parte en la dicotomía amigo/enemigo, y si no en ella por lo menos sí en la producción de un Otro desechable y esclavo, o por lo menos en la producción y despliegue de una serie de máquinas que se entrelazan para poder generar el terror necesario para el control de los recursos y la explotación de dicho Otro, o incluso en una serie de estrategias que combinan todos aquellos elementos a la vez (Chávez Mac Gregor, 2013). De ahí que una autora como Clara Valverde (2015), puntualice que por la existencia misma del capitalismo salvaje contemporáneo, el sistema deja morir a aquellas personas que no resultan rentables.

Es decir, se puede hablar de una necropolítica neoliberal mediante la cual los actuales sistemas democráticos, sobre todo los latinoamericanos, que en gran parte constituyen una gran fachada por las situaciones de pobreza y exclusión social tan extendidas (O’ Donnell, 2002; Borón, 2009), dejan morir a muchas personas, y antes de ello las dejan sufrir enormemente. De dicho modo, el gran delito contra la humanidad sigue siendo la guerra, pero las estrategias con las cuales la guerra y la misma muerte se desenvuelven son cada vez más variadas y complejas. Dichas estrategias de necropolítica, desde luego, determinan el balance geopolítico internacional, ya sea mediante la creación de un Otro que se deja morir (es decir, el universo de los invisibles, olvidados o peligrosos que quedan del lado de la línea que desaparece como realidad, de acuerdo con Boaventura de Sousa Santos (2010)), o mediante la práctica directa de la confrontación bélica, o, incluso, mediante la implementación de estrategias simbólicas que reflejen el poder mencionado por López Petit (2015) de poder matar, como lo es, por ejemplo, la ubicación en lugares estratégicos de poderosos misiles.

Los guiones preestablecidos de las estrategias internacionales de guerra y muerte

De acuerdo con Jeffrey Alexander (2005 (2014), y su teoría de la pragmática cultural, el éxito de una acción simbólica depende del hecho de poder hacer creíbles los contenidos culturales que se movilizan a través de ella. Para poder hacer creíbles dichos contenidos, cabe decir, se requiere de un performance social efectivo, es decir, de un despliegue hacia un público en concreto de un sentido o un conjunto de sentidos conscientes o inconscientes de una determinada situación social. En otros términos, se requiere de una determinada dramaturgia social que mueva no sólo las significaciones y sus jerarquías sino los sentimientos y las emociones humanas, ya que políticamente tanto los sentimientos como las emociones pueden ser gestionados y los grandes aparatos de información, y los poderes que están detrás, pueden incidir significativamente en ellos (Guerrero, 2015), ya sea para, como afirma Noam Chomsky e Ignacio Ramonet (2010), mantener un rebaño adormecido para que, a su vez, luego sea bastante sencillo sacarlo de sus sopor mediante slogans como “apoyar a nuestras tropas”, o simplemente para mantenerlos en la burbuja de confort del consumo (Sloterdijk, 2007) que brinda sensaciones líquidas y pasajeras (Bauman, 2003). En torno a la relación entre emociones en el ámbito público y la guerra, Thérèse Delpech nos dice al respecto lo siguiente:

El estudio de las condiciones del porvenir de la guerra no puede limitarse a la comparación de la eficacia de los diferentes Estados. Los ejércitos son producto de las sociedades. Los pueblos –como ya lo señaló Tiane- juzgan con su cerebro, pero sobre todo con su corazón. Por eso es necesario buscar en el sentir de los pueblos las indicaciones sobre el estado de ánimo con el que los ejércitos van a la guerra, y el efecto que producirán en ellos las primeras victorias o las primeras derrotas (Delpech, 2007: 103).

Cabe añadir que para Ileana Diéguez (2015), nociones como las de necropolítica o necropoder, ambas como manifestación específica del terror actual, son bastante apropiadas para repensar el despliegue soberano de los poderes de la muerte. Pues bien, volviendo a Jeffrey Alexander (2005; 2014), encontramos, en primer lugar, que detrás de cada actuación o dramaturgia o escenificación social subyace un sistema de representaciones colectivas, es decir, las grandes entidades que poseen el poder de dar muerte o de hacer visibles sus señales, como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se presentan a sí mismos como si estuvieran motivados por y hacia asuntos morales, existenciales y emocionales, siendo el principal de ellos, en el mundo de hoy, el discurso de los derechos humanos. No obstante, el mismo Alexander (2005) nos dice que en la secuencialidad de los dramas sociales los guiones sociales ya están elaborados antes de que las actuaciones tengan lugar en la prensa o en los distintos eventos mediáticos, por lo tanto, no es de extrañar que los medios de producción simbólica sean controlados con toda clase de intereses sociales e ideológicos. En torno a la cuestión geopolítica internacional de hoy día, los guiones sociales que se construyen (entendiendo a dichos guiones como el libreto de la dramaturgia o de la actuación social de entidades políticas o personas) dentro de un determinado universo de códigos y narrativas básicos (Alexander, 2005), están orientados, por lo menos en lo que respecta a la gestión política de la muerte, muy probablemente para ser expresión de una rivalidad internacional de los poderes militares. Una rivalidad inscrita en un universo de significaciones que tienen su razón de ser en una mentalidad posesiva, competitiva, colonizadora y, por ende, patriarcal. Como si de alguna forma la negatividad más instintiva para la sociabilidad no dejara hoy de expresarse en la guerra (Guerrero, 2016). Un buen ejemplo de lo dicho, es el ya mencionado de un panorama mundial cuya polaridad militar no deja de cercar varias fronteras internacionales con poderosos misiles tácticos.

Existen por tanto guiones preestablecidos en las estrategias internacionales de poder. Se podría decir por ejemplo, a modo de hipótesis, que los esfuerzos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte por colocar misiles en ciertas partes del planeta, más que responder a un temor hacia Rusia, responde ello a un temor de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que también pertenecen a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, de perder su poder legítimo de dar muerte y hacer visibles sus señales (recordemos que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puede tomar resoluciones vinculantes con el objetivo de mantener la paz en el mundo, como la invasión militar a algún Estado determinado, es decir, de alguna forma dicho consejo es el Estado de Estados, ya que posee el monopolio internacional de la fuerza, lo que no es en sí un problema como sí lo es su anacrónica estructura actual (Kern, 2005)). A este respecto, resulta sumamente curioso que los países que forman parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, principalmente Estados Unidos y la Federación de Rusia, sean los Estados que menos tratados internacionales que los puedan juzgar por crímenes de guerra han ratificado en los últimos años. Es como si la consciencia de poder tener el poder de dar muerte hiciese que exista el deseo imperante de que el mismo no sea limitado de alguna forma excesiva, razón por la cual, muy probablemente los dos países atrás mencionados no han ratificado para la fecha el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

Sobre el tema del drama social que es el responsable de configurar guiones de guerra o no, dice Alexander (2014) que la dramaturgia es el elemento clave de las sociedades diferenciadas, mientras que en las sociedades precapitalistas o premodernas, por ejemplo, era el aspecto ritual. Por ello mismo los medios de comunicación como lugar de escenificación de los guiones sociales, es decir, de la significación que está lista para ser actuada, resultan esenciales para la necropolítica internacional. En otras palabras, las estrategias de guerra y de poder hacer visibles las señas de la muerte, se libran muchas veces, y de una forma especialmente importante, en los medios de comunicación, algo muy dado en algunos conflictos de la historia reciente como la Guerra Fría (en la que de cualquier forma hubo conflictos en el campo de batalla como la guerra de Corea o la de Vietnam). Cabe aclarar que formas de hacer visibles las estrategias de muerte a través de un determinado guion social, pueden ser sumamente variadas. Iliana Diéguez utiliza, por ejemplo, el concepto de necroteatro para dar cuenta de las escenas que ejercen una política del terror dispuesta a incidir irremediablemente en los actos de la mirada y que poseen una función de pedagogía del terror. De acuerdo con dicha autora “todo poder incorpora al ejercicio de su soberanía la disposición y distribución de las imágenes, la manipulación de los símbolos y el ordenamiento de los cuadros ceremoniales” (Diéguez, 2015). De forma tal que, nos dice Diéguez (2015), en espacios de ocupación bélica el despliegue coreográfico de los participantes estará dado por la vestimenta que representa a alguno de los bandos en conflicto, mientras que en escenarios de guerras encubiertas predomina una gramática del terror surcada por la niebla y la incertidumbre. En torno a ello, cabe decir que en el escenario geopolítico de hoy predominan los misiles internacionales y las noticias sobre el terrorismo.

Pero volviendo al tema de los guiones sociales que de acuerdo con Alexander (2014) cristalizan la cultura de fondo (de ahí que su teoría de la actuación o de la dramaturgia social se denomine pragmática cultural), hay que advertir que si los guiones nacen en la misma cultura, es decir, en un universo determinado de códigos, configuraciones retoricas y narrativas, debe haber cierta relación entre la cultura interna y las relaciones internacionales. No es de extrañar que Paco Moncayo nos diga que “la política internacional interpreta la realidad nacional y la relaciona con las tendencias de la situación mundial o regional” (Moncayo, 2012: 37). Es decir, de acuerdo con dicho autor, el mundo es hoy un sistema cerrado, de ahí que el papel de la ciudadanía y de la deliberación pública se vislumbre en este punto como un asunto esencial que puede ayudar, desde lo cultural, a construir políticas y miradas solidarias e internacionales de gestión y distribución de la muerte. Al respecto nos dice Moncayo que:

…la política interna se refiere a las relaciones de cooperación y conflicto entre las clases sociales, al poder y juegos de dominación, a la organización y gestión del Estado, a la administración de lo público y a la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones sobre la marcha de la sociedad en el logro de sus objetivos. La política externa es también una variable de la política interna (Moncayo, 2012: 37).

Estrategias de la necropolítica global y democracia deliberativa

Nos dice Jeffrey Alexander (2014) que la verdadera ciudadanía encierra dentro de sí la capacidad para criticar la autenticidad de los performances o de las dramaturgias sociales. De dicha forma la democracia deliberativa, como aquella forma política dispuesta a devolverle a la ciudadanía su papel soberano (Pastore, 2012), o como aquello que brinda legitimidad a las decisiones estatales (Cohen, 2001), o como aquella gama de procedimientos que fuerza a que se impongan los intereses comunes en los espacios de decisión (Bohman, 1996), o como aquel proceso de emancipación que nos desliga de ciertas universalidades que generan marginalidad y exclusión de todo tipo (Rodríguez, 2010), bien puede ayudar a que se establezcan guiones sociales por los cuales la necropolítica contemporánea no gire en torno a la rivalidad internacional-militar. Una rivalidad que, inmersa en todo tipo de significaciones y jerarquizaciones simbólicas, parece nacer de lo más negativo de nuestros instintos para la sociabilidad humana, es decir, en el ansia de poder patriarcal. Ello teniendo en consideración que los instintos y en general la dimensión biológica humana muy seguramente encierra dentro de sí aspectos tanto positivos como negativos para una sana sociabilidad, siendo sumamente difícil establecer dónde empiezan y dónde terminan dichos aspectos, razón por la cual, lo biológico, inmerso en el universo de las significaciones en el ser humano, es un asunto sumamente indecidible, en términos derridianos (Derrida, 1971).

Sin embargo hay que tener en cuenta que la misma democracia deliberativa puede llegar a tener aspectos negativos para la cuestión que se trata en este texto, es decir, las estrategias de guerra y muerte en un marco geopolítico. De acuerdo con Boaventura de Sousa (2010) el colonialismo interno es una gramática social bastante amplia que atraviesa la sociabilidad, el espacio público y el espacio privado, la cultura, las mentalidades y las subjetividades. Algo similar nos dice Walter Mignolo (2000; 2007), para quien existen múltiples formas de colonialidad dentro del universo de lo moderno que es en sí mismo esencialmente colonial. Pues bien, esas formas coloniales están interiorizadas, y forman parte del habitus, es decir, de ese complejo sistema de disposiciones por las cuales percibimos y actuamos, de acuerdo a ciertas condiciones de existencia (Bourdieu, 2007), razón por la cual, incluso en las decisiones colectivas, se pueden reproducir consciente o inconscientemente los patrones colonizantes de poder o, incluso peor, los constructos simbólicos de odio.

De hecho, también se pueden reproducir en las decisiones colectivas los mismos patrones patriarcales que seguramente inspiran los deseos de posesión y guerra a nivel mundial. De acuerdo con Maria Lúcia Karam (2016), por ejemplo, gran parte de la misma izquierda activista y feminista de hoy día, reproduce las mentalidades y los patrones patriarcales de poder, al exigir medidas punitivas cada vez más fuertes, muchas de ellas bajo el concepto de “feminicidio”, en lugar de seguir propendiendo por el cambio cultural y la desnaturalización de ciertas ideologías patriarcales dominantes. Un cambio que de acuerdo con dicha autora tuvo un progreso notable, especialmente en el mundo occidental, durante el siglo XX, en el sentido de la afirmación y la garantía de los derechos de la mujer y la superación de las relaciones de subordinación basada en la ideología patriarcal (Karam, 2016). Sin embargo, nos dice la autora que hoy prima más un deseo de venganza, un deseo de fuerza punitiva más que de verdadero cambio cultural y desnaturalización de las ideologías de género y los sedimentos culturales en los que se asienta.

Pues bien, algo similar puede pasar en el entorno deliberativo de la necropolítica internacional. No obstante, cabe anotar de antemano, que al respecto se considera en este artículo que a pesar de los condicionamientos sociales, únicamente desde las mismas fuerzas sociales y desde la misma deliberación pública, se pueden construir ideologías positivas y comunes para la sociabilidad que contrarresten lo más negativo de los intereses limitados de unos pocos que controlan, además, el poder de dar muerte y hacer visibles sus señales. No hay que olvidar que importantes instrumentos de contrahegemonia como los derechos humanos (Gamboa, 2012), surgieron a través de largos procesos sociales de movilización y lucha reivindicativa (Gallardo, 2010). Es decir, a pesar de que en el plano de las prácticas muchas veces la misma ciudadanía tienda a construir para otros exclusiones y deshumanizaciones (ya sea de forma consciente o inconsciente), de cualquier forma, de la misma ciudadanía puede surgir la única posibilidad de enfrentar el horror y la exclusión.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que otro problema que aparece al momento de hablar de democracia deliberativa, es el hecho de que el mismo discurso democrático, de acuerdo con Cecilia Lesgart (2003), presente hoy por hoy un enorme desgaste para significar el mundo presente. De dicha forma, debido al pasado en muchos países dictatorial, y a las condiciones de pobreza extendida que aún hoy perduran, quizás la democracia no es contemplada en los imaginarios colectivos como la mejor forma para poder incidir en importantes asuntos internacionales como la colocación de misiles en un lugar determinado (Duran, 2015). Quizás una solución a dicho problema tiene que ver con la noción de Yamandú Acosta (citado por Waldo Ansaldi, 2014), de desanclar la institucionalidad democrática de sus fundamentos estructurales, es decir, de desanclararla de la ideología liberal burguesa y de otros grandes prepuestos estructurales. Una medida que ya ha empezado a circular constitucionalmente, de acuerdo con Acosta (2015), en la refundación plurinacional e intercultural de los Estados de Ecuador y Bolivia, con sus constituciones de 2008 y 2009, respectivamente.

Según Alexander (2005), las audiencias, en su papel de interpretar los textos culturales, pueden mostrarse interesadas, concentradas, distraídas o desinteresadas. De mostrarse verdaderamente interesadas en la producción simbólica y en la participación en ella a través de una racionalidad comunicativa como episteme liberadora y crítica que sirva además como medio de cooperación y no de competitividad social (Guerrero, 2013), (y exenta de odio, desde luego) de ella, es decir, de la audiencia, o en este caso de la ciudadanía que participa deliberativamente, puede surgir no solo una crítica a los guiones de gestión de la muerte previamente establecidos por los grandes poderes y los grandes intereses, sino una dramaturgia y en general todo un universo de códigos simbólicos que den forma a nuevos guiones culturales. Guiones donde prime una mayor consciencia de humanidad y justicia. En otras palabras, puede que las relaciones internacionales entre los Estados, hoy, reclamen a gritos una práctica de democracia deliberativa global centrada en una afirmación positiva de los Otros.

Conclusiones:

Podemos encontrar las dinámicas de la necropolítica en una gran variedad de formas y en una gran variedad de dimensiones de lo humano. En la esfera de lo geopolítico, por ejemplo, una de aquellas formas tiene que ver con el despliegue de un gran armamento militar, por parte de ciertos Estados o ciertas coaliciones de Estados, con el fin de demostrar que se posee el poder de dar muerte y hacer visibles sus señales. Se trata de un combate simbólico por demostrar qué entidad política controla dicha gestión. De cualquier forma, sea cual sea la parte que lleva ventaja en dicha contienda, lo cierto es que la ciudadanía, en sus prácticas participativas y deliberativas, se encuentra bastante alejada de las decisiones que atañen a la gestión de la muerte, en parte por la misma estructura de los grandes aparatos políticos y en parte por la preeminencia de los Estados en el plano de las relaciones internacionales. Por fortuna, como señala Paco Moncayo (2012), en la época actual la diplomacia ya no se expresa ni es ejercida únicamente a través de los gobiernos nacionales, ya que:

“…dada la necesidad de diálogo, cooperación y coordinación que exige la consecución de los objetivos de la paz, la democracia y el respeto de los derechos humanos en todos los niveles, fomentar una cooperación más estrecha entre los gobiernos nacionales y los entes locales y regionales constituye un requisito natural e indispensable para adoptar procedimientos y estrategias de mayor eficacia en los diferentes niveles (Moncayo, 2012: 321).

El panorama parece ser positivo, y lo es mucho más que en el pasado. Aun así se necesita para la época que corre una estructuración eficaz del pacto democrático, en el que no solo las personas puedan participar, sino donde haya una economía por lo menos con un rostro más humano, y donde las preocupaciones sociales tengan cabida (Duran, 2015), bien puede propiciar un espacio donde no solo confluyan en la construcción democrática la mentalidad patriarcal más básica y los distintos patrones de colonialidad interna sino dramaturgias y guiones sociales dispuestos a colaborar con un mundo mejor. Ello bajo la idea de que cuando las víctimas de los distintos hecho atroces pueden hablar y ayudar a configurar políticas, por ejemplo, son las reivindicaciones y no los distintos intereses limitados de poder y hegemonía, los que configuran el plano social del entendimiento y de los derechos.

Bibliografía:

Acosta, Yamandú (2015), “Emergencias de la trans-modernidad y refundación plurinacional e intercultural del estado: Ecuador y Bolivia en el siglo XXl”, Historia Actual Online, 37 (2), 2015: 85-100.

Alexander, Jeffrey (2005), “Pragmática cultural. Un nuevo modelo de performance social”. Revista colombiana de sociología N 24 (2005), 9 – 67.

Alexander, Jeffrey (2014), “The Fate of the Dramatic in Modern Society: Social Theory and the Theatrical Avant-Garde”, Theory, Culture & Society. 2014, Vol 31(1) 3–24.

Ansaldi, Waldo (2014), “De la vox populi, vox deus, a la vox populi, vox mercatus”, Estudios – N° 31 -ISSN 0328-185X (Enero-Junio 2014) 13-3.

Añaños, María Cecilia (2011), “La consolidación de la paz en el derecho internacional”, Estudios Internacionales 168 (2011). Universidad de Chile.

Bohman, James (1996), Public deliberation. Pluralism, complexity and democracy. Cambridge, Massachussets: The MIT Press.

Bauman, Zygmunt. (2003), “Turistas y vagabundos”, en: Stuart Hall y Paul du Gay (comps.) Cuestiones de identidad cultural. Buenos Aires: Amorrortu editores. pp. 40- 68.

Bouthoul, Gaston (1991), Traité de polémologie, París: Payot.

Borón, Atilo (2009). Aristóteles en Macondo: El fetichismo democrático en América Latina, Editorial Espartaco Córdoba. Córdoba Argentina.

Bourdieu, Pierre (2007) [1987], “Espacio social y poder simbólico”, Bourdieu, Pierre. Cosas Dichas, Barcelona: Editorial Gedisa, págs. 127-142.

Chávez Mac Gregor, Helena (2013), “Necropolítica: la política como trabajo de muerte”, Revista ábaco • 2ª época • Volumen 4 • número 78.

Chomsky, Noam y Ramonet, Ignacio, (2010), Cómo nos venden la moto. Información, poder y concentración de medios, Barcelona: Editorial Icaria.

Cohen, J. (2001). “Democracia y libertad”, en: ELSTER, J. (comp): La democracia deliberativa. Barcelona: Gedisa.

Delpech, Thérèse (2006), El retorno a la barbarie en el siglo XXl. (L. Fólica, Trad). Buenos Aires, Argentina. Editorial El Ateneo.

Derrida Jaques, (1971), De la Gramatologia, (O. Barco y C. Ceretti, Trad). México, España: Siglo veintiuno editores. (Trabajo original publicado en 1967).

Diéguez, Ileana (2015). “Necroteatro: políticas de lo (in)visible en la distribución del terror”, Revista de Filosofía (universidad iberoamericana) 138: 227-237.

Duran Mantilla, Juan Guillermo (2015). “Remozar la democracia”, CRITERIOS – Cuadernos de Ciencias Jurídicas y Política Internacional Vol. 8. N.° 2 p. 71-107. julio-diciembre de 2015.

Gallardo, Helio (2010), “Teoría Crítica y Derechos Humanos. Una lectura latinoamericana”, Revista de Derechos Humanos y Estudios Sociales, año 2, n. 4.

Gamboa, Ssantiago (2014). La guerra y la paz, Bogotá: Penguin Random House Grupo Editorial S. A. S.

Gamboa Rubiano, Sandra (2012). “¿Lucha de soberanías? Dimensiones hegemónica y contrahegemónica de los derechos humanos y jurisdicción complementaria de la Corte Penal Internacional”, Revista IUSTA, n. 37.

Guerrero Ramos, Miguel Ángel (2016), “La biología evolutiva y las teorías feministas y de género. ¿Se contrarrestan dichas teorías?”, Socioloy and Reflection: Sociology and reflection/Sociologia e riflessione/Sociologie et réflexion/Социология рефлексия. Recuperado de: http://sociologiaandreflexion.blogspot.com.co/?view=sidebar

Guerrero Ramos, Miguel Ángel (2015), “El eco comunicativo y social de la emoción y el sentir humano. Breve esbozo para una sociología de las emociones”, Ssociólogos: http://ssociologos.com/2015/01/09/el-eco-comunicativo-y-social-de-la-emocion-y-el-sentir-humano-breve-esbozo-para-una-sociologia-de-las-emociones/

Guerrero Ramos, Miguel Ángel (2013). Los efectos negativos del paradigma de la competitividad hipermoderna, Editorial Grin.com

Karam, Maria Lúcia (13 de marzo de 2015). “Os paradoxais desejos punitivos de ativistas e movimentos feministas”, Justificando.com http://justificando.com/2015/03/13/os-paradoxais-desejos-punitivos-de-ativistas-e-movimentos-feministas/

Kern, Soeren (2005), “Cambios en el Consejo de Seguridad que podrían impedir una reforma más amplia”, Área: EEUU-Diálogo Transatlántico- ARI Nº 106/2005.

Lesgart, Cecilia (2003), Usos de la transición a la democracia. Ensayo, ciencia y política en la década del ´80, Rosario, Homo Sapiens Ediciones.

Mbembe, Achile (2012). “Necropolítica, una revisión crítica”, Estética y Violencia: necropolítica, militarización y vidas lloradas, Museo Universitario Arte Contemporáneo/Universidad Nacional Autónoma de México.

Mezarina García, Silvio (2015), “Paz y seguridad en la sociedad internacional”, Revista Jurídica “Docentia et Investigatio” Facultad de Derecho y Ciencia Política – UNMSM. Vol. 17, Nº 1, 149-162, 2015

Mignolo, Walter. (2007) “La colonialidad: la cara oculta de la modernidad”, Catalog of museum exhibit: Modernologies, manual (December, 2009), Museo de Arte Moderno de Barcelona (Spanish translation of “Coloniality: The Darker Side of Modernity.”).

Mignolo, Walter (2000). “La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizonte colonial de la modernidad”. En libro: La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.) CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina. Julio de 2000. p. 246. http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/mignolo.rtf

Moncayo Gallegos, Paco (2012). Poder y seguridad. Fundamentos de geopolítica., Quito, Euador: Editorial El Conejo.

O’ Donnell, Guillermo (2002), “Las poliarquías y la (in)efectividad de la ley en América Latina”, La (in)efectividad de la ley y la exclusión en América Latina. Juan Mendez, Guillerno O’ Donnell y Paulo Sérgio Pinheiro. Compiladores. Editorial Paidós. Buenos Aires.

Pastore, María (2012). “La democracia deliberativa como propuesta superadora”, STUDIA POLITICÆ Número 27 ~ invierno 2012.

Preyer, Gerhard (2016), “Una interpretación de la globalización: un giro en la teoría sociológica”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Nacional Autónoma de México. Nueva Época, Año LXI, núm. 226 ⎥ pp. 61-88⎥ http://www.redalyc.org/pdf/421/42144001002.pdf

Restrepo Botero, Darío. (2003). “De la falacia neoliberal a la nueva política”, En: La falacia neoliberal. Crítica y alternativas. (Darío I. Restrepo Botero, Editor). Universidad Nacional de Colombia.

Rodríguez, Iván Ramón (2010), “Democracia Deliberativa, una oportunidad para la emancipación política”, Astrolabio. Revista internacional de filosofía Año 2010 Núm. 11. ISSN 1699-7549.  pp. 415-423.

RT en Español (23 de julio de 2016). China blande su nuevo arsenal de combate tras el fallo de La Haya. Recuperado el 27 de julio de 2016.  https://actualidad.rt.com/actualidad/214011-china-blandir-nuevo-arsenal-combate-haya

Salas, Javier (14 de enero de 2014). El cruel asesinato que desató la primera guerra entre primates no humanos de la historia, recuperado el 10 de julio de 2016. http://esmateria.com/2014/01/14/el-cruel-asesinato-que-desato-la-primera-guerra-entre-primates-no-humanos-de-la-historia/

Sanchez Ferlosio, Rafael. (2008). God & Gun. Apuntes de polemología, Ediciones Destino.

Sloterdijk, Peter (2007), El Mundo Interior Del Capital: Para Una Teoría Filosófica de la Globalización, Madrid: Editorial Siruela.

Sousa Santos, Boaventura (2010). Descolonizar el saber, reiventar el poder, Montevideo: Ediciones Trilce.

Valverde, Claraa. (2015). De la necropolítica neoliberal a la empatía radical. Barcelona: Icaria.

Varelo, Carmen (2016). La OTAN culmina el escudo antimisiles en Rumanía pese a las protestas de Rusia. Recuperado el 12 de junio de 2016.  http://www.elmundo.es/internacional/2016/05/12/5734ad29468aeb17278b456d.html

Weber, Max (1984). El político y el científico, México, Premia, 4a. edición




This post first appeared on Cuestiones De Derecho Y Ciencias Sociales, please read the originial post: here

Share the post

Democracia deliberativa y necropolítica de las relaciones internacionales

×

Subscribe to Cuestiones De Derecho Y Ciencias Sociales

Get updates delivered right to your inbox!

Thank you for your subscription

×