Los cristianos estamos llamados a ser luz en las tinieblas y eso solo se puede hacer iluminando Nuestro rostro con la alegría genuina del amor que nos insufla Jesús y sus enseñanzas. Somos ilusos, tal vez, pero con un sueño que se hace realidad cada día mediante la presencia de Jesús.

¿Es difícil? Pues claro que lo es, en un mundo lleno de envidia, orgullo, egos, avaricia, etc… Pero eso no es excusa para olvidarnos de nuestro propósito en esta vida ser sal y luz.

¿Nos cuesta? Pues claro que nos cuesta porque no hay día que sus penas y miserias no nos acechen. Pero nosotros somos diferentes, tenemos esperanza, tenemos un ejemplo a seguir, tenemos amor que dar a borbotones, tenemos que ser la sal de este mundo que hace que o se purifique lo corrupto, o se saboree lo impoluto.

La alegría es saber sacar lo bueno de lo que nos duele, es saber ver más allá de lo que nos horroriza, es tener la esperanza constante de que de Él es la justicia y nuestro su amor.

La alegría es agradecer todo aquello que damos por sentado como un regalo divino, que lo es, y apartar de nuestro corazón toda sombra de iniquidad.

La alegría primero se padece para poder ser disfrutada con plenitud porque nos cuesta despojarnos de nuestro orgullo. Solo cobra su sentido absoluto cuando la compartimos y hacemos que sea siembra de amor en los demás en nombre de Dios.

Es fácil ser una alma amargada, solo hay que dejar que nuestra condición se apodere de nuestro corazón, pero una alma alegre es como un destello en las tinieblas que rompe su imperio lúgubre y este mundo está falto de muchos destellos.

Dios creó la alegría para que sepamos disfrutar de la creación y de Él. Nuestro amor y obediencia hacia Él es hacedor de alegría divina.

Cuanta más oscuridad, cuanta más maldad, cuanto más pecado, más necesarios son los hacedores de alegría, aquellos y aquellas que saben que cada día necesita su dosis de amor para contrarrestar los efectos del pecado.

Un alma alegre es como un río de agua cristalina en medio del desierto, que brilla y atrae a todo aquel que está cruzando su miseria.

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. (Sofonías 3:17)

Que Dios os bendiga, Alfons

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