La Impaciencia nos impide estar en el lugar adecuado en el momento oportuno, es una perturbadora de los tiempos y de los tempos.

La precipitación es fruto de la impaciencia y es más fácil precipitarse al vacío que resistir a su convite cuando nuestras ansias superan nuestra sabiduría.

El hombre impaciente siempre se adelanta a los demás en el tropiezo.

Cuando uno espera demasiado se impacienta en lugar de percatarse de que es una oportunidad para reconsiderar aquello que espera, con tranquilidad y sosiego

La impaciencia es una mala compañera de camino, hace que actúes más que pienses hasta que acabas perdiéndote.

No por querer más las cosas llegan antes y si así lo hacen suelen llegar mal.

La impaciencia es uno de los signos más evidentes de la necedad que siempre se amaga detrás de nuestros deseos frustrados.

La paz y la humildad de corazón son antídotos de la impaciencia, pues nos enseñan que todo tiene su momento, ese mismo que la impaciencia intenta quebrantar.

Cuando uno todo lo quiere antes tendría que ser consciente de que también se aboca a morir antes.

El que no deja que el desarrollo los acontecimientos sucedan adecuadamente atrae sobre él el peso de sus consecuencias hasta que lo aplasta.

Frente a nuestra impaciencia, las lecciones del maestro de maestros, Jesús, quien supo mostrar y ofrecer la paz de su paciencia a un pueblo sin quietud.

El que tarda en airarse es grande de entendimiento; el impaciente de espíritu pone de manifiesto su necedad. (Proverbios 14:29)

Que Dios os bendiga, Alfons
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