Quiero dejar testimonio de que un día como hoy, doce de agosto del año dos mil diecisiete, a las once horas veinticinco minutos de la mañana estuve aquí, en este blog, intentando escribir Algo merecedor del tiempo que empleéis en leerlo... Y una vez más no lo conseguí. Yo mismo lo he leído y me he recomendado añadir algo que compense tamaño despropósito. A poder ser de un artista genial o, al menos, contrastado...
He aquí, pues... Sinceramente creo, que nadie puede ofrecerles nada mejor que el Requiem de Mozart: