Lo único que poseo ahora que no derive
en una expectativa incierta, en una evocadora
espera de claroscuros propósitos, son esos extraños seres
que, a veces, sonríen mientras los observo; me sonríen;
incluso sonreímos, mientras cohabitamos en una porción
claustrofóbica de cueva eléctrica…
Es una prorrogación, una segunda oportunidad
para creerme, para la
fe.
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