Cuervos negros, acerada negrura, un triangulo de plumas divergiendo en el cielo. Mis manos pequenas no dan en el punto exacto, temo perder la compostura. El vuelo de los sonidos se acumulan en la tarde como huracan silencioso, casi se puede palpar su espesura rasgando el horizonte rojo. Son los mismos pasos, una y otra vez, los mios, los tuyos, los de todos.
Como en una procesion de siglos vamos cultivando suenos de cristal, reflejados todos en un prisma de sangre milenaria, me confunde el movimiento del destino, se me enredan las ilusiones en una espiral de preguntas.
Y porque todos somos uno, debiles criaturas rasgadas de cuajo por un terremoto azaroso, el dolor de miles desde el antiguo continente nos ahoga la soberbia, nos subyuga a la contemplacion humilde de debil suspiro, de hoja seca colgando en la esquina del universo, condenados a la voluntad de los tiempos, resignados a la debilidad sublime de simple polvo estelar.
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