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No existen los príncipes azules.

Para mi Hermana, que nunca encontró al suyo.

Más de una vez nos han preguntado si somos hermanas nomás de vernos; más de una vez nos la han creído. Nos avalan los momentos de risas, de llanto, de risas con llanto, las historias, las complicidades, la lealtad, los viajes, los secretos, las distancias, y un montón de cosas más. Dalia Barreda es mi hermana aunque haya nacido un mes después que yo. 

Hace algunas semanas, ella y Jorge, mi cuñado, me pidieron escribir su historia para unos recuerdos que regalarán mañana en su boda. La escribí berreando de emoción porque aunque a él lo conozco poco, a ella le sé demasiado. Mi hermana no es una mujer común y corriente ni cae en el cliché de "soy diferente", mi hermana es la que es y su historia con Jorge, incluso su boda con él, no son más que el reflejo de ello. 

Mi hermana jamás soñó con un príncipe. Jamás tuvimos pláticas en las que nos viéramos vestidas de blanco caminando hacia el altar; jamás deseamos al hombre perfecto porque siempre pensamos que los príncipes sólo sirven para hacer historias cortas, predecibles y aburridísimas. Entre los príncipes y los Cómplices, siempre preferimos a los segundos, porque resulta que los segundos son hombres estoicos y maravillosamente imperfectos, dispuestos a moldearse, a quedarse, a verte quebrarte y a quebrarse contigo, hombres dispuestos a volver a unir los puntos, a volver a sorprenderte una y otra vez. 

Y así mi cuñado, llegó de sorpresa y llegó para quedarse. Nunca se lo he dicho, pero aunque mi hermana ya brillaba con luz propia, el glitter que él vino a poner la hizo brillar en fosforescente, y si eso no es el amor, honestamente no sé ni me interesa saber qué sea.

Siempre supe que mi hermana nunca se conformaría con compañía, siempre supe que el tiempo no apremiaba y que nada iba a detenerla. Lo mejor estaba por venir.

Mañana va a caminar vestida de blanco hacia el altar y no puedo ni decirles la emoción que siento de pensar en ello porque sé muy bien lo que hay detrás, porque lo que va a pasar mañana no tiene nada que ver con el protocolo y sí tiene mucho que ver con la convicción, con el destino, con el apego, con la pasión, y con muchas de esas cosas que a la gente le ha dado por hacer menos.

Hermana, no puedo esperar a verte reventando de felicidad. Te admiro montones por nunca tomar el camino corto. Celebro enormemente que mañana unas tu vida y tus planes a un hombre de carne y hueso, a tu Cómplice.

Cuñado, GRACIAS. Bienvenido siempre.

Y fueron felices porque así lo decidieron.

¡Qué vivan los novios!


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