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El tren de los locos

Dice Michel Foucault en su Historia de la locura en la época clásica que la locura fascina al hombre. “Las imágenes fantásticas que hace nacer no son apariencias fugitivas que desaparecen rápidamente de la superficie de las cosas. Por una extraña paradoja, lo que nace en el más singular de los delirios, se hallaba ya escondido, como un secreto, como una verdad inaccesible, en las entrañas del mundo. Cuando el hombre despliega la arbitrariedad de su locura, encuentra la oscura necesidad del mundo; el animal que acecha en sus pesadillas, en sus noches de privación, es su propia naturaleza, la que descubrirá la despiadada verdad del infierno; las imágenes vanas de la ciega bobería forman el gran saber del mundo; y ya, en este desorden, en este universo enloquecido, se adivina lo que será la crueldad del final….”.

El estudio más completo que he encontrado sobre la locura en Jaén desde la óptica de los servicios psiquiátricos es Los Prados: la particular historia de la psiquiatría giennense, de Francisco Torres Escobar que aparecía en el nº 207, 2 del Boletín del Instituto de Estudios Giennenses en 2013 y que puede consultarse en este enlace.

Es una triste historia con algún suceso -del que se cumplen ahora cien años-, que impresiona.

Al no existir en Jaén sitio adecuado donde atender a estos enfermos, eran trasladados a otros centros fuera de la provincia. La mayor parte de estos traslados desde la década de 1870 fue a un manicomio privado en San Baudilio de Llobregat en Barcelona. Pues bien, cuenta Francisco Torres: “Pero la situación iba a agravarse de manera imprevista a mediados del mes de junio de aquel año 1918: un tren, con un «inesperado e inquietante «cargamento», en palabras de Juan Pedro Gutiérrez, «produjo considerable desconcierto y creó un grave y apremiante problema». El Sanatorio de San Baudilio de Llobregat, a causa de los retrasos que la Corporación provincial acumulaba en los pagos de las estancias concertadas, envió casi inopinadamente una expedición de 75 dementes de vuelta a la capital. La llegada de este «tren de los locos» obligó a convocar una sesión extraordinaria el día 21 de ese mes para intentar dar una solución provisional a este contratiempo. ”

A su vez Fernando Lorite García en su JAÉN 100 años de historia (1900-2000) recoge:

“Llegó a Jaén un tren lleno de locos. En la mañana del día 14 de abril, llegó a la estación en el correo, un vagón especial que traía a los locos que habían estado internados en San Baudilio de Llobregat. A la estación acudieron el gobernador civil, el presidente de la Diputación y el vicepresidente de la Comisión Provincial y numerosos diputados,  “..No ha bajado la Banda Municipal a “festejar” con música este caso vergonzosísimo para una provincia que, por su desatenta administración ve en la calle a sus alienados…”. Después de muchos cabildeos y de estar los pobres dementes encerrados en su vagón hasta las primeras horas de la tarde, se pusieron de acuerdo por fin las autoridades para buscar una fórmula, y fueron conducidos los desdichados al Hospital Provincial…”

Juan Antonio López Cordero en Los locos de la Diputación en las Cortes lo cuenta así:

“…Muchos de los dementes de Jaén permanecían muy lejos de la provincia. Su olvido hubiera continuado sin más, si las autoridades provinciales no hubieran subestimado a la Dirección del Hospital de San Baudilio de Llobregat. Los impagos de la Diputación Provincial de Jaén al Hospital de San Baudilio llevaron a la Dirección de éste a una actuación contundente, impensable, consistente en la introducción de los enfermos giennenses que tenían a su cuidado, cuyo número era de 85, en vagones de ferrocarril y enviarlos a Jaén.(…) La llegada a la estación de ferrocarril de Jaén de tan inesperado e inquietante cargamento produjo considerable desconcierto y creó un grave y apremiante problema…”

Jheronimus Bosch. La nave de los locos

No parece que la prisa fuera mucha pues ¡en 1924!, un informe del arquitecto Luis Berges Martínez recogía: «En el Hospital de Jaén el mal está agravado con la estancia en el mismo de un gran número de dementes hacinados en locales que no reúnen condiciones para su alojamiento. Actualmente están divididos en dos grupos. Los tranquilos, que permanecen noche y día (cuando el tiempo no les permite salir al patio) en una nave donde cuenta cada uno, por término medio, con diez metros cúbicos de aire y donde difícilmente entra el sol y los furiosos, alojados en unas celdas (hay que llamarlas de algún modo) construidas en el patio, con vista más bien a aislar a los dementes de sus semejantes que para aislarlos de las inclemencias del tiempo. Las mencionadas celdas carecen de todo sistema de evacuación de inmundicias» (García, 2005: 361).

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