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Tu dolor también es adoración (Segunda parte)

Una amiga perdió a su primer hijo. Tenía un par de meses de embarazo y como todo matrimonio emocionado por la posibilidad de convertirse en papás primerizos, se lo contaron a todo mundo. Pero lo inesperado pasó, ella perdió al bebé. Puede que los hombres no comprendamos la ilusión que tiene una mujer por ser mamá, el anhelo por tener un hijo y el don de la maternidad que ellas poseen; sin embargo, sin importar eso, una pérdida como esta puede ser emocionalmente devastadora. Y bueno, su esposo la acompañó en todo el proceso de duelo, pero hubo familiares y amigos que les dijeron: “Mirá, llorá hoy, ¡pero solo hoy eh! Mañana será otro día, así que dejá eso atrás y en unas semanas vuelvan a intentarlo, ¿ok?”

Es que hay cristianos que han aprendido mal, que ven de menos que alguien esté triste, derrame lágrimas y experimente luto. Pero Dios no ve así a quienes sufren. “Bienaventurados los que lloran…” dijo Jesús, “porque ellos serán consolados” (Mateo 5:4). Jesús valoraba las lágrimas, Jesús apreciaba a quienes lloraban, Jesús veía de manera diferente a quienes sentían dolor, ¿y nosotros?

Uno de mis discos favoritos de adoración congregacional es “Devoción”, de Danilo Montero. Y mi canción favorita de dicho álbum es “Salmo 84”. Ese año que se lanzó el disco, “Bendito Jesús” obtuvo la nominación a Mejor Canción en los Premios Arpa y le envié un email a Danilo para felicitarlo. Danilo y yo nos conocemos de hace muchos años, así que ocasionalmente nos escribimos. Esa vez que le escribí le dije que me sorprendía que “Salmo 84” no hubiera sido propuesta a la nominación ya que, en mi opinión, era mejor canción que “Bendito Jesús”. Danilo me respondió que efectivamente “Salmo 84” también era su canción favorita de “Devoción”.

Lo que muchos no saben es que el fin de semana que se grabó ese álbum, Danilo y Gloriana, su esposa, perdieron un bebé. Así como mi amiga que relaté al inicio. Fue un golpe muy duro para ambos, pero no podían suspender la grabación en vivo que harían ese domingo en Lakewood. Así que la tarde que transmitieron la grabación por Internet, la breve reflexión que aparece en el álbum basada en el Salmo 84 y que Danilo brinda antes de cantar la canción, realmente es más amplia. Lo que sucedió es que en el disco la editaron.

En la grabación en vivo, Danilo relató que habían perdido al bebé y todo mundo en el auditorio quedó en shock, pero allí estaba él adorando al Señor. Y, por supuesto, aunque Gloriana estaba en reposo, Danilo contó cómo ella estaba fortalecida en fe y que para él, ella era el vivo ejemplo de las palabras del salmista: “Dichoso el que tiene en ti su fortaleza… cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales” (Salmo 84:5-6).

Y es que eso pasó esa semana, Danilo y Gloriana lloraron abundantemente delante de la presencia de Dios y esas lágrimas se tornaron en manantiales, en aguas sanadoras y ríos que estuvieron limpiando su dolor. Y eso mismo pasa con quien llora de dolor delante de la presencia de Dios. Aunque para nosotros pueda que sea una forma de desahogarnos o de hacer catarsis, Dios los ve como manantiales, aguas vivas, fuentes puras, etc. Y como dije en la entrada anterior, las lágrimas que acompañan nuestras oraciones, también son adoración.

John Townsed en su libro “Más allá de los límites”, que trata sobre cómo superar rupturas amorosas, relaciones difíciles de olvidar e incluso, la pérdida física de un ser querido, en el capítulo “Llora y deja atrás” dice sobre las lágrimas y el acto de llorar:

«Dicho en pocas palabras, llorarlo significa soltar lo que no se puede conservar. Llorar por algo requiere aceptación, tanto mental como emocional, de que lo que usted amaba y valoraba ya no existe. Hay muchos aspectos de la vida en los cuales podemos sufrir pérdida y por los cuales necesitamos llorar y afligirnos:

• La disolución de un matrimonio.
• El fin de una relación de noviazgo.
• Los lazos familiares que se rompen.
• Las amistades que se acaban.
• La muerte de un ser querido.
• Ciertas oportunidades profesionales que no se materializan.
• Una recaída en la adicción después de años de sobriedad.
• La pérdida de la salud física.
• Los reveses financieros.
• Un trauma que estropea para siempre lo que de otra manera hubiera sido una niñez feliz.

Estas son experiencias importantes y que cambian la vida. Sin embargo, el hecho de que usted sufra pérdidas no quiere decir que no pueda tener una vida grande y significativa. Las personas sufren grandes pérdidas, como las mencionadas arriba, y con todo tienen vidas plenas y ricas. El proceso de llorar las pérdidas es lo que le ayuda a lidiar con ellas y avanzar. Y este proceso resulta en especial importante cuando se trata de pérdidas relacionales.

Llorar por algo le ayuda a redirigir sus energías y enfocarse en lo que puede tener y es bueno en su vida. Provee una manera de eliminar los remordimientos y heridas como una forma de hacer espacio para lo nuevo. Y el lloro convierte una herida en un recuerdo. Es decir, cuando usted aprende el proceso de liberarse, el dolor que siente en el presente se desliza por sus conductos neurológicos hasta sus bancos de memoria, donde reside el pasado. Y en los bancos de memoria usted puede repasar y entender el pasado, así como aprender de él.

Si no llora la herida, nunca se volverá un recuerdo. Usted se quedará atascado volviendo a experimentar la herida y las dificultades una y otra vez. De manera muy parecida a quien sufre desorden de estrés postraumático, los que no lloran atraviesan un ciclo de pensamientos y sentimientos repetidos, casi como memorias recurrentes, que no ofrecen alivio. El hecho de llorar algo termina este ciclo y recalibra su mente».

En resumidas cuentas, Townsend afirma que llorar es saludable.

Y, aunque los salmistas del Antiguo Testamento, muy probablemente no sabían de todos los beneficios que producía el acto de llorar, las lágrimas que aparecen en los Salmos nos muestran que para Dios el llanto unido al acto de orar, son de alta estima delante de sus ojos. De tan alta estima que el salmista escribió:

“Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿acaso no están en tu libro?”
Salmo 56:8.

¿Sabes lo que es una “redoma”? Simplemente es un recipiente de vidrio o de cerámica. Y el salmista dice “pon mis lágrimas en tu redoma”. Es decir, Dios tiene un recipiente especial recoger el llanto de sus hijos y almacenar las lágrimas que derraman. Así que la próxima vez que experimentes algún dolor, algún fracaso o alguna pérdida, no temas expresar tu dolor delante de Dios en oración, porque él está allí contigo, con una redoma, frente a ti, poniéndola debajo de tus ojos y sobre tus mejillas, llenado el recipiente con tus lágrimas mientras gimes, clamas… adoras.

Noel Navas.



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