Los viajes por países diferentes que el que uno habita y conoce siempre sirven para las comparaciones, además de para construir un cuaderno de Viaje. En este caso, antes de emprender el viaje que comento en el post anterior, mi intención era conocer la campiña francesa. Pero no era la idea ver los paisajes, sino intentar percibir, aunque sea superficialmente, la idiosincracia de la gente. La forma de pensar de los pueblos en general está vinculada, de algún modo, con el progreso de la sociedad y del país. Si podía tomar contacto con la gente, quizás consiguiera una pista de las características o los rasgos que hacen de Francia una sociedad evolucionada y un país del primer mundo.

Demás está decir que mi propósito quedó en evidencia como impracticable y, en el fondo, sumamente inocente. Impracticable porque es difícil conocer a las personas en un plazo tan corto, y menos como turista. Esta calificación hace poner a todo el mundo a la defensiva muchas veces. Inocente porque aunque no soy sociólogo intuyo que la vinculación entre el desarrollo y la Mentalidad de las personas que habitan un país no debe ser para nada lineal. Inclusive debe tener contradicciones y contra-indicaciones, por decirlo de algún modo. Existen multitud de fuerzas en cada momento, y acumuladas desde la historia, que llevan a un país a lograr el desarrollo pleno. La mentalidad de la gente es una. Y en muchos casos, es tanto origen como producto de ese desarrollo. Debería ser así, por aquello de los círculos viciosos y virtuosos.

En ese aspecto, entonces, mi viaje fue un fracaso. Predecible. Disfruté la buena comida, los hermosos paisajes, la infinita calma y educación (y falta de estrés), pero no pude concluir nada sobre la mentalidad de las personas. Y a pesar de lo dicho más arriba, no pierdo la esperanza de que conociendo la gente puede entender mejor el país.

Ya en el avión de regreso pensaba cómo debería haber planeado el viaje. Quizás buscar hospedarme en uno de esos pueblos minúsculos, y no pasar de visita. Una estadía más larga que cuatro días, es una conclusión obvia. Llevar conmigo algún interés que pudiera compartir con los vecinos, como por ejemplo una investigación sobre quesos o una serie de fotografías temáticas, podría ser un disparador.

Las vacaciones del 2018 ya están definidas, así que me hago el firme propósito que en el 2019 intentaré este viaje nuevamente. De otra forma. Con otro formato. Y enriquecer mi cuaderno de viaje.

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