Miro alrededor y veo gente excitada por el lujo y la belleza. Estamos en una agencia de autos importados. El techo alto, las paredes de vidrio y el aire acondicionado muy frío le dan aspecto de una gigantesca heladera. Somos los peces, fríos y convenientemente aislados del mundo exterior, que no dejan escapar su olor. Estoy aquí esperando que mi amigo termine su turno y nos vayamos por unas cervezas. No pienso comprar un auto importado. No puedo hacerlo. No debo hacerlo, además. Veo las parejas extasiadas mirar las máquinas con deleite, con fruición. Una rubia de minifalda juraría que está más excitada que la mayor parte de las veces que se acuesta con su marido. Su marido mira, orgulloso, ambas propiedades, la actual y la futura. Recuerdo a Coetzee. Dice que los humanos nos enamoramos de las cosas en esta etapa de la evolución, y el Amor deja de ser lo que fue. Algo inmutable. Algo personal. Pienso que Coetzee se olvida de que la gente se enamora de cualquier cosa que la haga sentir bien. Otra persona es una opción. El dinero es otra. Las cosas también, ya sea una casa o un tapiz o un coche. No hay otro motivo para el amor que la búsqueda del placer, en sus infinitas formas y edades.

Mientras mi amigo mira las piernas de la rubia al volante, y recibe la sonrisa confiada del marido que significa “mira que mujer que tengo, nunca tendrás algo similar”, pienso que Coetzee escribió un cuento optimista, casi diría inocente. El amor no es algo puro y bienintencionado, no es un sentimiento virginal ni santo. Así sea por un auto o una casa, el amor es egoísta y despiadado, cruel y frío con los demás objetos de amor. El marido tiende la mano para sacar la rubia del convertible, y ella hace que su ropa interior quede a la vista, para magnificencia del señor. El señor de ella. Mi amigo le da la mano en señal de haber cerrado el trato y lo pasa a un dependiente para que haga los papeles. Salimos a la calle. El calor no deja pensar.

Qué mujer, me dice. Casi me enamoré, agrega. Yo sonrío mientras Coetzee baila al son de la espuma de mar en Australia.

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