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Tutti Frutti


Por Daniel Link para Perfil


¿Me gustarían Beijing, Bagdad, Bombay? No lo sé, y en este caso sólo puedo pensar por analogía, lo que casi siempre es malo. Imagino a Bagdad un poco como El Cairo, que no me gustó demasiado, pero tal vez se trate de un prejuicio orientalista. Para pensar Beijing y Bombay no tengo términos de comparación. Alguna vez tendré que sacarme la intriga (si es que consigo una invitación).

Por fortuna me gustan Buenos Aires, Barcelona y Berlín y en cada una de ellas encuentro lo poco que a las otras les falta para ser perfectas. Que ninguna lo sea no depende tanto de un valor objetivo de esas ciudades sino de mi capacidad de tolerancia: cero tolerancia al frío, al turismo masivo, a la polución auditiva.

Si me detengo en estas ciudades y no en otras no es por azar, sino por la coacción de una regla que nos hemos impuesto con mi equipo de trabajo: el año que viene sólo pensaremos en libros firmados por Autores Cuyos Apellidos comiencen con la letra B y sólo recomendaremos las lecturas y las teorías (literarias, sobre el sujeto, políticas, historiográficas) que también ser correspondan con nombres propios con B.

La decisión no fue muy meditada pero tampoco es completamente caprichosa. A propósito del “Bien”, el tema que nos ocupaba, empezamos a enumerar autores cuyos apellidos empezaban con B. Un minuto después ya habíamos formulado la regla y nos juramentamos para atenernos a ella.

En materia literaria, todo da más o menos lo mismo, pero en materia de perspectivas críticas el asunto se vuelve más complejo, porque nos obliga a prescindir de ciertas nociones o a parafrasear algunas otras. Tendremos que decir “en un libro que nació de un cuento de Borges, su autor propone...” y así.

Con las ciudades podría haber sido fatal porque no nos detuvimos a pensar en las enormes implicancias de la regla. Podríamos habernos condenado a Nueva York (esa Mar del Plata) o a Edimburgo (esa Cosquín).

Por suerte es la letra que da nombre a tres de las más hermosas ciudades del mundo, en una de las cuales trabajamos.

Las tres son bastante mundanas y conservan cierto misterio. Berlín tiene mejor sistema de transporte público y es infinitamente más liberal que las otras dos. Barcelona tiene el Mediterráneo. Buenos Aires tiene sus lentos atardeceres y su mescolanza explícita de registros.

Sin haber nacido en ninguna de ellas, en las tres he hecho nido en algún momento de mi vida. Las conozco bastante, puedo volver a ellas y comprobar lo que ha cambiado o lo que se mantiene idéntico. No quisiera vivir en invierno en Berlín y los diciembres de Buenos Aires son bastante detestables (los de Barcelona no los son tanto).

En las tres tengo amigues, pero sólo en Buenos Aires tengo familia y sólo en Buenos Aires puedo pensarme un futuro, por lo general teñido de pinceladas berlinesas o barcelonesas.




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