Singulares, extravagantes y pobres eran las ideas que en aquel tiempo se tenían acerca de la Medicina y de su práctica y ejercicio. Los médicos no podían sangrar ni medicinar a mujer libre o ingenua, como no fuese en presencia del padre, madre, hermano, hijo, abuelo o algún pariente (2).
Si la sangría enflaquecía al enfermo, el médico era condenado a ciento cincuenta sueldos de multa. Si el enfermo moría como consecuencia de una medicina mal aplicada, el médico era mirado como un asesino, y...
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