Sucedió todo lo que Zaid había previsto. Los francos quisieron valerse de su ilustre prisionero para que aconsejar a los suyos la entrega de la ciudad. Le presentaron ante los muros de Barcelona con un brazo ligado, el otro desnudo y suelto. Cuando Zaid pudo hacerse oir por los suyos, extendió hacia ellos el brazo que le quedaba libre, y comenzó a exhortarlos a voz en grito que abriesen las puertas de la ciudad, pero al mismo tiempo doblaba los dedos y hacía otras semejantes demostraciones,...
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