Francia ha dejado de ser una república, por decisión de sus votantes, y se ha convertido en una monarquía absoluta por los próximos cinco años, encabezada por un Emperador con poderes casi absolutos, Emmanuel Macron, a quien los Franceses que acudieron ayer a las urnas apoyaron masivamente, hasta el punto de que su partido, La República en Marcha, ha conseguido casi dos tercios de los diputados de la Asamblea Nacional.
Victoria inapelable, porque apelar a la alta abstención es solamente un ejercicio de estupidez política, ya que el que no ha votado es porque así lo ha decidido. Como siempre digo, los votos que se cuentan son los que se emiten no los que no lo hacen.
Y es que esos franceses que han votado han decidido mandar al garete a los viejos partidos, pero huyendo de extremismos (¿dónde están los que pronosticaban la victoria de Le Pen o Melenchon?) le han dado las llaves de la reforma, que no ruptura, a un político moderado y centrista.
Ojalá los españoles pudieran aprender de los franceses y optar por acabar con PP y PSOE a través de Ciudadanos y no por medio de peligrosos experimentos extremistas como Podemos.