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Reflexiones en torno a la Ciencia y la Tecnología. Parte II.

Recientemente se ha estado hablando, en Venezuela - y en Suramérica -, de un Nuevo Socialismo. Se dice que este nuevo socialismo tendrá que estar enfocado en resolver los problemas humanos de nuestras sociedades como pueden ser la salud pública, vivienda, educación, agua potable y que debe cuidarse de repetir los modelos que probaron ser inviables como el de la Unión Soviética u otros que surgieron al calor de otras épocas y que claramente son irrepetibles, como el caso cubano.

El tema ha servido, a quienes defienden las políticas neo-liberales, para demonizar a quienes plantean esta vía. El presidente Chávez por ejemplo ha sido blanco de muchos de estos ataques. Sin embargo él mismo ha dejado en claro que ese Nuevo Socialismo es un camino por recorrer, un mundo por construir. Una vía en la que la soberanía y la autodeterminación de los pueblos crean el marco para el desarrollo de cada una de nuestras naciones latinoamericanas.

Venezuela esta creando su propia vía de manera acelerada y dando ejemplos de buena voluntad dentro del marco de acuerdos de integración, fundamentalmente en el área energética. Allí políticas anti-paradigmáticas como la del acuerdo para el intercambio de Petróleo a bajo costo por Bienes y Servicios con los países - algunos de los más pobres - del Caribe - PetroCaribe / PDV Caribe – muestran como las crisis, en este caso energética, enfrentadas con una óptica de solidaridad e integración pueden crear nuevos espacios para el desarrollo.

En el caso de la Ciencia y las Tecnología el contexto plantea la revisión a fondo de las políticas públicas en los países latinoamericanos. Esta también es un área en crisis y probablemente deba ser resuelta igualmente en el marco de los acuerdos de integración y con una filosofía solidaria opuesta a los cánones neo-liberales.

Siguiendo con nuestros comentarios sobre el marco que Carlos Genatios y Marianela Lafuente han propuesto en el prólogo de su libro: Ciencia y Tecnología en Venezuela, abordemos ahora el siguiente argumento:

Sistemas nacionales de ciencia, tecnología e innovación.

En los países desarrollados, los Sistemas Nacionales de Innovación - SIN - no han surgido de manera formal o institucional, se han instalado progresivamente a partir de prácticas económicas y sociales a lo largo de su historia, producto, según la concepción evolucionista de la innovación, de sucesivos paradigmas tecnológicos. La Innovación, en estos países, surge en correspondencia con el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción. Esto quiere decir que la conceptualización y forta­lecimiento de los SNI del primer mundo se realiza, a nivel de políticas y programas de los gobiernos nacionales, como un hecho a posteriori, a fin de potenciar y mejorar la capa­cidad innovadora y los sistemas ya de hecho instalados y funcionando.

En los países de América Latina y el Caribe, a la zaga en el desarrollo, con escena­rios de pobreza, desigualdad marcada en la distribución de la riqueza, pobres indicado­res de educación y salud, debilidades institucionales, bajo desarrollo de las fuerzas pro­ductivas, alta dependencia económica y otros gravísimos problemas, los SNI se han procurado instalar, por el contrario, primero, de manera formal, existiendo solamente, en el mejor de los casos, como una meta a alcanzar enunciada en los planes y políticas de los gobiernos nacionales. A pesar de que en muchos de estos países existen iniciati­vas puntuales exitosas, la intervención del Estado es fundamental para crear las con­diciones necesarias que hagan posible la instalación de un ambiente propicio, procesos generalizados de Innovación e inserción competitiva del país dentro de los escenarios internacionales.

América Latina, en general, ha estado prácticamente aislada y excluida del paso al nuevo paradigma económico. En cambio, experiencias como las de China y el sudeste asiático, indican que es posible lograr, en un relativo corto plazo, un acelerado creci­miento económico si se implantan políticas y estrategias nacionales audaces, que com­prendan la realidad nacional y su potencial. Sin embargo, esta experiencia de algunos países del sudeste asiático, indica, por otro lado, que no hay que perder de vista que el mismo escenario que permite este crecimiento (la globalización, la liberación de los mer­cados, el acceso a la información ya la tecnología desarrollada en otras regiones), hace que los países sean más vulnerables frente a desigualdades, inestabilidades y cambios en la economía internacional, los cuales se propagan rápidamente en el sistema.

En nuestros países, en términos generales, la inserción en los nuevos paradigmas económicos, propios de la Sociedad del Conocimiento, son muy recientes (finales de los noventa), y comienzan con un proceso principalmente formal y enunciativo, a nivel polí­tico e institucional, de sistemas nacionales (de ciencia, tecnología e innovación) que, en la práctica, no tienen un sustento suficientemente enraizado en el desarrollo de la fuerza y organización productiva, social e institucional necesarias para garantizar su funciona­miento. En todos estos países existen, sin embargo, iniciativas puntuales innovadoras y circuitos exitoso s de innovación, pero no así verdaderos SNI: las bases de redes y rela­ciones donde se sistematicen y generalicen procesos de innovación.

Los obstáculos para instalar escenarios propicios para la Innovación en América Latina, son producto de una situación compartida en mayor o menor grado con numero­sos países del tercer mundo: inestabilidad política y económica, bajo nivel educativo de la población en general, poca utilización, subutilización o desempleo del escaso talento humano altamente capacitado existente, debilidad institucional en el sector del Gobier­no, poca demanda de ciencia y tecnología por parte del sector empresarial y del sector gobierno, insuficiente capacidad de desarrollo científico y tecnológico acompañada de subutilización de la oferta existente, insuficiente vinculación de la oferta con la demanda social y económica, bajo desarrollo de redes de cooperación institucionales, producti­vas, sociales y, en general, bajo desarrollo del capital social. Estas condiciones son las que las políticas públicas en Ciencia y Tecnología - CyT - buscan superar, impulsando el desarrollo social y económico de estos países.

Los empresarios de estos países latinoamericanos, especialmente en las PYMES y en las microempresas, lucen poco dispuestos a activar procesos que requieren inversión en formación de personal, modernización de capacidad tecnológica y en organización, establecimiento de asociaciones y alianzas con otras empresas, estudios para adaptarse a nuevos mercados y acciones para ingresar en los nuevos modelos económicos, para abaratar costos, aumentar la calidad de los productos y lograr una producción competi­tiva: en fin, para establecer procesos de innovación. Esto, y las dificultades para el financiamiento, explican la poca demanda en ciencia y tecnología, y en servicios de asis­tencia, a pesar de que existe una cierta oferta nacional, con distintos niveles en cada país, en aspectos de financiamiento y apoyo tecnológico.

El problema principal no reside sólo en la falta de inversión pública. Un ejemplo de ello ha sido la inversión en CyT, que, en América latina y El Caribe, puede considerarse baja (la UNESCO recomienda un 2% del PIB como mínimo de inver­sión anual y los países desarrollados invierten alrededor del 3%). Lo cierto es que, du­rante largos años, tampoco se apreció un significativo impacto del gasto público efec­tuado, ni un retorno apreciable que demostrara su incidencia en la solución de proble­mas específicos ni en el desarrollo económico y social.

La situación de retraso y exclusión, en mayor o menor grado, exige de los gobier­nos innovar en las políticas, así como estrategias y esquemas de gestión pública novedosos, que permitan, si no la consolidación inmediata de verdaderos Sistemas Nacionales de Innovación (meta de mediano o largo plazo), el aprovechamiento estratégico de las venta­jas comparativas de cada país, para desarrollar sectores de oportunidad y fortalecer circuitos innovadores, ya existentes o potenciales, a nivel nacional, con el fin de compe­tir en los mercados regionales y globales a corto plazo, y lograr impacto en la economía, crecimiento productivo, creación de empleos y mejora de la calidad de vida de la pobla­ción.

Tomado del prólogo de Ciencia y Tecnología en Venezuela de Carlos Genatios y Marianela Lafuente. Ediciones OPSU, Abril 2004.



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