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Una reflexión sobre las innovaciones como avidez de novedades

SER PERIODISTA, VIAJERO, SIN DINERO Y NO MÁS QUE ALUMNO

"Pero al igual que un hombre que camina solo y en la oscuridad, tomé la resolución de avanzar tan lentamente y de usar tal circunspección en todas las cosas que aunque avanzase muy poco, al menos me cuidaría al máximo de caer" ( Discurso del método, Descartes"

 En educación hoy estamos en la era de la innovación. Las leyes educativas, los medios de poder público, el mundo de las grandes empresas, los ideólogos de la globalización economicista, los profetas del futuro coloreado por la fantasía proyectiva, las modas y hasta los cantamañanas nos persuaden de que ese es el camino a Seguir por todos. Entre otras razones porque todos podemos llegar a ser más que individuos personales o personas humanas: emprendedores, líderes, competidores y ganadores, llamados a correr la maratón del éxito en una sociedad que promete la piedra filosofal a los jóvenes al mismo tiempo que demuestra sus crisis, divisiones, fracturas y miserias cuando encubre sus limitaciones para compensar las desigualdades, para prometer paraísos de bienestar y justicia social que ya no son ni siquiera utopías filantrópicas sino discursos ideológicos convenientes al interés de facciones invisibles y que con salir a la calle se desenmascaran...

Quiero recordar del Viejo Descartes esas palabras suyas, paradójicamente tan viejas y tan nuevas, pues él era hombre que realizó un acto de valor en su vida aunque bien maquillado por su cautela en tiempos barrocos en que debía uno cuidarse de decir todo lo que hubiese pensado. Nuestro Descartes decidió no seguir ni las modas ni la opinión de ningún otro por muy docto o mucho prestigio que recibiese de las masas cultivadas o populares. De sentirse como un náufrago en medio de su época llena de controversias entre los doctos y preceptores de la sociedad, llegó a identificar su verdadera necesidad: seguir algún criterio basado exclusivamente en su entendimiento y, como el entendimiento no es otra cosa que pensamiento, guiarse por la luz de su propio pensamiento que es la misma de la que todo el mundo participa y él llamaba "buen sentido". Así que rechazó los métodos de su tiempo porque les encontró muchos defectos y se resolvió a seguir el suyo propio.

Yo recuerdo a aquel que fue prócer de modernidad, quien encendió la antorcha prometéica y, con sana envidia, deseo seguirle sólo en una cosa: ninguna verdadera innovación que en cualquier campo de actividad humana sea útil consistirá en fidelizarnos acriticamente a metodologías o procedimientos diferentes por ser diferentes de los que nuestro buen sentido y experiencia humana integral nos diga que funcionan. Y menos si se nos venden como mercancía que todos los amigos del éxito y las apariencias ( recuérdese al viejo Platón en la República) deben desear para ser alguien entre los iguales. 

No digo que no haya de tenerse en cuenta las propuestas de otros. Creo que muchos son muy dignos de interés. Incluso echo de menos la falta de atención- y no sé si por miopía- a las propuestas tan interesantes de la práctica filosófica o la corriente en defensa de la filosofía para niños. Sólo afirmo que cada uno, haciendo uso de su buen sentido, debe someterlas a su propio examen y que toda técnica requiere la maestría y el espíritu de una persona de carne y hueso, encarnada en su entorno, atenta a las circunstancias y capaz de superar rigideces con la ayuda de un pensamiento creativo, con más interrogaciones que respuestas. Y, por supuesto, haciendo equilibrismos entre la lógica de su ámbito y la apertura de una imaginación capaz de sobrepasar tres cosas: la cotidianeidad, la contemporaneidad y la contemporanización. 

Igual que un gran chef es capaz de hacer nuevo un plato a partir de viejas recetas, también todos somos capaces de poner nuestro toque personal a las novedades que nos venden o a las que nos tratan de enseñar a renombrar: basta con ser uno mismo y tomarse cada día con ganas de comunicar y de escuchar, de estimular esa apertura que el entendimiento tiene con la imaginación para soltar el pensamiento en la aventura de conjugar lo que ya hemos recibido y nuestra libertad de seguir en búsqueda de verdades y valores que sigan alentando nuestro goce y fascinación por lo bello de vivir.

Yo, por mi parte, me comprometo a compartir un método que he ideado para un día y para unas personas que quieren moverse y tienen que permanecer en sus pupitres. Pero diré como el viejo Descartes: a mi me sirvió pero no pretendo recomendarlo a nadie... Y como ahora estoy en proceso de verificar los resultados, me comprometo a contarlo y a mostrar, si es posible, algunos de los resultados cognoscitivos a los que por sí mismos hayan llegado estos alumnos. 

He titulado así esta entrada porque he anticipado objetivos que me he propuesto en la experiencia: hacer viajar a los alumnos proponiéndoles que experimenten lo que podrían hacer si fuesen jóvenes periodistas de investigación sin trabajo. Son chicos de 15-16 años



 


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