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PARTE 1 de 5 Wendy Lau Palacios (socióloga nicaragüense / UNAM-México)

PARTE 2 de 5

Wendy Lau Palacios (socióloga nicaragüense / UNAM-México)


4.  EL DIÁLOGO REINAUGURADO: LA ELITE QUE NO TIENE DECISIÓN EN LAS CALLES.

El 15 de junio de 2018, la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) reinaguró la mesa de diálogo entre representantes del gobierno y su oposición estudiantil, movimientos sociales, empresarios, entre otros actores. Otra reunión de sordos consigneros. Por su parte, el gobierno solicita a su recién desempaquetada oposición que levanten los tranques y barricadas (bloqueos de tránsito) que impiden la libre circulación de civiles y policías, de mercancías comunes. Por su parte, la reluciente ilusa oposición exige un cese a la represión -otra vez, lo pide- y la salida del presidente Daniel Ortega, además de una intervención internacional diversa para procurar la justicia sobre los muertos, etc.

El signo de la mesa del diálogo de la CEN es la ignorancia y la torpeza. Se hacen de la vista gorda ante un problema que ya implica muchas partes que no están ni estarán representadas en sus procesos burocráticos de redacción de documentos inútiles. En las calles de Nicaragua, especialmente Managua y Masaya por ahora, la capacidad de tomar y ejercer decisiones de levantar, poner o quitar tranques o barricadas no las tiene en absoluto ni la policía desgastada ni el gobierno ni mucho menos  su oposición. ¿Quiénes están en las calles entonces? En las calles, al pie de tranques y barricadas,  puede encontrarse lo que sea, menos a alguien de la cúpula del diálogo nacional o alguien influenciable por ésta. Mientras el diálogo de la CEN es un proceso de creación de élites faranduleras sin decisión real sobre la crisis real, en las calles puede encontrarse desde protestantes movilizados con armas comunes y artesanales que claramente dicen y repiten ante los medios de prensa que no les interesa lo que resulte del tal diálogo nacional y que nadie los moverá de las calles, hasta grupos hay de jpovenes marginales que, a la par de las redes hoy activadas y ampliadas para el tráfico de drogas, estupefacientes y armas, deciden lo que se les va ocurriendo. Impera no sólo el caos, sino el terror. La juentud desempleada y que no estudia, es decir, los excluidos de los privilegios del gobiernos neoliberal de Daniel Ortega, son grupos que no pueden vincularse ni al gobierno ni a su oposición blandengue. Son grupos que hoy se expresan en los códigos de su crianza y origen como excluidos: matan, secuestran, comercian armas y drogras, violan y roban (siéntase libre de cambiar el orden). Insistimos en que este actuar representa una carga simbólica: equiparan la exclusión con el poder territorial. Los jóvenes excluidos no pertencen a ningún grupo político ni partidario ni empresarial. Carecen de una estrategia política pro-estatal: les interesa simplemente mantener el control territorial en las rutas de acceso que la crisis ha venido propiciándoles a su favor. Punto. Las calles son el reino público del narco. Está instalado dicho reino público en Nicaragua, pero nadie lo dice: al gobierno le implicar´pia aceptar que hay una ingobernanza endémica a todo nivel y dimensión; a la novata oposición le resulta un incómodo trapo sucio producido por la crisis que ha generado. Está, pero no la nombra nadie.

Lo vemos en las calles, no en los medios de prensa. Más allá de cualquier decisipón o consenso temporal que se logre en papel en el seno de ese diálogo nacional de la CEN, las juventudes marginales rebeldes saben que son decisiones de élite y que son personas que, además de no representar a nadie más que a sí mismos y sí mismas en medio de la crisis nacional, no tienen control de la situación que ya está plenamente enraizada: Nicaragua, que se ofrecía a los turistas hace tres meses como una de las zonas más seguras de Nicaragua, está a nivel de comparación hoy con la violencia del crimen organizado de Guatemala o El Salvador y, tambipén, la violencia de Estado de Honduras.

Es iluso pensar que será fácil desterritorealizar las redes de crímen organizado y el trasiego de armas y estupefacientes ya activada y afianzada en las calles. No será nada fácil para cualquier escenario trancisional acabar con esta inseguridad terrorífica. ¿Por qué? Muy simple: porque los cordones de marginalidad ya están recibiendo réditos muy interesantes de estas ventajas de trabajar en red, celebran con gusto las ganancias inmediatas, la sensación de poder, adoran usar armas, disfrutan amedrentar a policías y pobladores comunes movilizados (y no movilizados) duarante aquesta crisis social graves en que Nicaragua está hundida.  

5. DESGASTE POLARIZADOR Y POSVERDAD

La crisis en la que se estanca hoy Nicaragua refleja el uso de la posverdad no sólo de los medios de prensa o redes sociales digitales. La polarización hacia un lado u otro, no sólo fragmenta sino que que oculta lo que realmente sucede en los espacios públicos: la instalación y enraizamiento del crimen organizado en Masaya y Managua que apunta a extenderse a todo el país (como ya está sucediendo en Granada, Carazo y Jonotega, por dar ejemplos). Además, se ha encendido el mecanismo de la media verdad divulgada, de la verdad editada y de la posverdad que no es más que la mentira. ¿Quién miente? Todos los medios de prensa lo hace al no referir con objetividad una crisis que ha energizado a grupos que no son ni Estado ni oposición gubernalmental. Al callar este hecho, alimentan la polarización mientras cultivan el aumento del crímen organizado o lo que podría nombrase como la implantación del régimen de hecho de la mara nicaragüense.

Una colectividad que no sabe dialogar se vale de la mentira para establecer posiciones. Lo grave es que cada minuto favorece a la formación de redes delictivas. Es elocuente el hecho de la minimización que al inicio de la crisis actual hizo el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo al etiquetar de "grupos minúsculos" a los grupos que protestaban, como lo es el énfasis que hacen los opositores novatos de que lo suyo se trata de una lucha "cívica" y "pacífica" por parte de jóvenes, mientras se sabe en la calle, como hemos escrito ya, que se usan y trasiegan armas de fuego no artesanales con fines múltiples no tan cívicos ni tan pacíficos.

La posverdad (o mentira mediática) se vale de conceptos difusos que intentan generalizar y homogeneizar realidades complejas. Tal es el caso de la palabra "pueblo", utilizada por cualquiera para hablar por lo que no tienen voz, hablar por la diversa totalidad, arrogarse la legitimidad de una mayoría imposible de aglutinar, excepto en las seis letras del vocablo: "pueblo". Cada cual debe hablar por sí, de lo contrario estará trabajando en post de la mentira y la posverdad, la desinformación y el afianzamiento de las redes de crímen organizado en Nicaragua.

6. ¿EXISTE ACASO UNA (VERDADERA) RESISTENCIA POPULAR?

La resistencia en los enfrentamientos está en principio en quienes exponen sus cuerpos y sus vidas en los fuegos cruzados de lo que ya apunta a perfilarse en una verdadera guerra civil armada del narco en Nicaragua. Quienes financian la resistencia de protestantes no son parte de esta resistencia, no exponen ni ponen sus cuerpos, no arriesgan su vida. Eso sí: ponen el dinero que han concentrado previamente con los mecanismos de comopetencia del neoliberalismo empresarial, el comercio de drogas ilegales o, bien, el dinero que hoy alglutinan mediante comités internacionales de solidaridad con Nicaragua Libre. Quienes financian la distrubución de armas alimentan a su vez la subasta de muertos, pero los muertos, ya se sabe, son en casi su total jóvenes marginales y algunos que otros estudiantes universitarios. Pero ahí no está la resietncia popular real.

Quienes resisten seriamente son los pobladores y las pobladoras comunes, los pequeños comerciantes, las madres y padres de familias que trabajan o buscan cómo arreglarse la vida en medio de la tierra de nadie que es hoy Nicaragua.  Los protestantes juveniles apostados en Managua y Masaya (vinculados a ideales algunos pocos, a manipulaciones políticas otros muchos y a narcotráfico la moyoría) no son tampoco la resistencia popular. Ellos reciben de forma suicida el financiamientopara armas, reciben a través de los templos católicos alimento y medicina. La verdadera resistencia popular radica, por ejemplo, en esa maestra de danza que en medio de bombas va a trabajar, en la señora que saca una mesita en un barrio a vender queso, en el barrendero que bota la basura que acumulan las barricadas y tranques, la muchacha que vende tamales bajo la lluvia, el que va al mercado a comprar o vender  pese  a las amenazas de los portestantes, pese a las amenazas de las pandillas y policías. La resistencia popular real y verdadera, real y tranparente, la forman los de abajo que no son representados por nadie en mesas de élites que dialogan. La resistencia popular de verdad está en quienes quieren seguir con vida en medio de la guerra que vive Nicaragua, los de abajo que se ganan la vida con su trabajo sin ceder a la territorialización del narco y, es posible, en quiens emigran también hay resistencia. Porque la verdadera resistencia popular es toda acción que defienda la vida social, no en acciones que generan muerte. Ahí, en estas personas con rostros anónimos y esfuerzos cotidianos para trabajar, ahí, en ellos y ellas está la única "reserva moral" de Nicaragua.


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