Tuve mujeres,
anhelos de futuro,
deseos frustrados,
cambio de planes
y escritos muy malos
que hice con la voracidad y veracidad
de quien lo tuvo todo y sonríe al viento.
Tuve nubes, cielos,
mandalas que se desdibujaban al vacío
de las ganas y las ansiedades.
Tuve promesas que pensé
germinarían en el corazón.
Tuve símbolos en los poros
y ganas de salir huyendo del país ferozmente.
Tuve madrugadas duras
y otras más dulces que un algodón de azucar
a las que agradezco haber tenido vodka o gin
para dejarme sumergir sueños tibios en su alivio.
Tuve noches cubiertas de plasma o universo
y caminatas oscuras por calles
que preferí olvidar hace mucho tiempo.
Tuve eso y más.
Tibias colmenas de deseo en la trompa,
burbujas de miedo en mediocres ajetreos torpes.
Tuve glorias infinitas
que brillaron más que el sol de aquel eclipse del 92.
Tuve quietud de árboles, murmullo de orgasmos
y plenitud con claros de luna espléndidos.
Tuve sonatas exquisitas
y canciones de Spinetta que duraron mil años.
Tuve manzanas y manjares,
bebidas que iban y venían
con la fugacidad de una galaxia
o lo que dura una sonrisa incierta
a media noche bajo el calor del trópico.
Tuve momentos de dormir
y tuve días plácidos para corromper jovencitas.
También tuve llanto y maremotos en los dedos.
Tuve un iceberg que se derritió
cuando menos lo esperaba y gimió con su deshielo.
Parió felicidades y sonrisas. Yo las vi. Todo era ganancia.
Tuve mujeres,
muchas mujeres y amigas de paso.
Todas fueron elementales,
vendaval de deseos
que se hicieron ansias.
Tuve tanto y todo lo perdí.
Perder siempre significó ganar cuesta arriba.
Tuve mujeres,
así como tú tuviste hombres,
huracán de cuerpos y músculos fornidos
dispuestos a regalarte su abrazo
a cualquier hora
cuando todo
parecía desvanecerse.
Por eso hoy,
que estás aquí,
déjame decirte tres cosas:
Voy a susurrarte un poema tibio de Pizarnik al oído.
Quiero que me bailes un lento reguetón o me cantes una cursi de Shakira.
Incendia mi abrazo y quedémonos dormidos hasta que el vacío se disuelva.