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Capítulo 8: Desayuno prometedor

Me desperté sobresaltado, tenía la sensación de haber dormido profundamente durante muchas horas, pero apenas eran la ocho de la mañana. Salí al pasillo para acceder al cuarto de aseo que Estaba junto a mi dormitorio, la casa permanecía en silencio. Tras asearme y vestirme bajé al salón donde me encontré con Rodolfo poniendo la mesa para el desayuno, su rostro denotaba cansancio con un ligero rictus de dolor, lo saludé y me atreví a preguntar si se encontraba bien.

--Buenos días señor García. La noche ha sido larga y no he podido descansar mucho. Mi mujer no se encontraba bien y me ha mantenido en vela varias horas.

Le recordé que era médico y debería haberme despertado pues para esas circunstancias me encontraba en la casa. Entonces me explicó que su mujer padecía algún tipo de trastorno nervioso, que no supo definir, y que con cierta frecuencia se alteraba y sufría una crisis que desaparecía varias horas después de tomar su tratamiento. No quise insistir en el asunto dada la frialdad de la respuesta.

Dejé a Rodolfo con sus tareas y me dediqué a pasear por el gran salón, que a pesar de que la chimenea estaba constantemente encendida no tenía olor a leña quemada ni acumulación de humo, el tiro debía ser el adecuado para permitir una buena ventilación. Me detuve una vez más frente al papiro escudriñando con atención todo lo que había en el interior del marco en un intento de encontrar una pista sobre su posible origen.

Poco a poco llegaron todos lo invitados excepto el secretario de Marcus. Nos sentamos a la mesa donde destacaban varia jarras de agua, enseguida entendí el porqué. Ante de iniciar el desayuno la familia Brandon al completo se dedicó a tomar hasta tres vasos de agua y posteriormente un gran vaso de zumo, no vi que tomasen otras viandas, ni siquiera café. Me pareció una costumbre rara pero no le di mayor importancia. Madame Eva y yo sí nos servimos una buena taza de café con leche y tomamos unas tostadas. Tras el desayuno parecía que habíamos recuperado vitalidad pues iniciamos una entretenida conversación que duró más de una hora.

Mientras los demás seguían absortos en un diálogo que no tenía mucho fundamento, me acerqué de forma distraída a la puerta principal y la abrí con sigilo. El tiempo se mantenía endiabladamente malo, el viento permanecía como el fenómeno meteorológico de moda en los últimos días, en esos momentos no llovía pero el cielo amenazaba con una nueva tormenta. Volví rápidamente al interior, no me apetecía un enfriamiento que estropeara mi presencia en la mansión.

Me aproximé a la reunión justo cuando Helen recuperaba la idea aportada en la velada anterior y proponía el distribuirnos la casa para buscar alguna información sobre el papiro. En ese momento me pareció un juego de niños, pero en realidad no tenía nada mejor que hacer así que apoyé con vehemencia la propuesta. Marcus, como anfitrión, propuso la distribución en la que a mí me tocó la biblioteca, a Chris y su esposa los dormitorios desocupados, al señor Brandon y Mary la guardilla y a madame Eva le tocó investigar en el salón. Propusimos reunirnos tras dos horas y comentar nuestros hallazgos.

Entré en la biblioteca pensando que me había tocado la mejor suerte pues aunque no encontrara algo interesante, sí podría entretenerme con los cientos de libros puestos a mi disposición. A pesar de que los ventanales de la sala estaban abiertos la poca luz que entraba iluminaba mal las estanterías, empezaba a echar de menos la brillante luz solar. Tras un primer vistazo rápido me aproximé a la primera estantería con la idea de recorrer en orden toda la sala. Durante la primera media hora no encontré libros interesantes, todos ellos eran novelas antiguas mezcladas con libros de viajes e incluso alguno de bricolaje, pero cuando empezaba a aburrirme llamó mi atención un título que parecía estar fuera de contexto, se trataba de un libro religioso en concreto de una Biblia, pero era algo especial, estaba escrita en latín antiguo, por mucho que me esforzaba apenas si podía traducir algunas palabras sueltas. El libro en sí mismo era una pieza de coleccionista, con grabaciones en oro y encuadernado en piel, se notaba cosido a mano. Extrañamente tenía muchas palabras subrayadas para destacarlas entre las demás. En cualquier caso no tenía la misma distribución de la Biblia que yo conocía. Estaba tan absorto con el libro que no me había dado cuenta que casi había pasado el tiempo para volver a la reunión, a pesar de todo mantuve mi interés y seguí leyendo algunos de sus capítulos. Al cerrarlo me di cuenta que en su contraportada había una grabación muy interesante, era una representación, una vez más, de una batalla de las cruzadas. De pronto oí una fuerte voz muy cerca de mi oído, tanto que el libro casi se cae de mis manos.

--Señor García, mi mujer, mi mujer, no se despierta -se trataba de Rodolfo, con el rostro compungido y muy alterado. Le indiqué que se tranquilizara y me contara lo que sucedía-. Tal como le conté había pasado mala noche por lo que esta mañana la he dejado descansando y no la he despertado, cuando me levanté parecía tranquila pero cuando me he acercado a llamarla no responde ni se mueve en la cama.

Salí corriendo tras él, atravesamos la cocina y accedimos a la parte trasera de la casa donde estaban sus habitaciones. Tras una rápida exploración comprobé que efectivamente la esposa de Rodolfo estaba muerta en su cama. Todo parecía indicar algún problema circulatorio del tipo infarto o embolia cerebral pero sus ojos abiertos con la conjuntiva ensangrentada y los músculos de la cara contraídos me desorientaron en un primer momento.

Intenté consolarle lo mejor que supe, pero Rodolfo se mostraba abatido y con cara de incredulidad, no entendía que la fragilidad humana nos puede llevar a esas situaciones. Lo dejé durante unos momentos para avisar al resto del personal, sólo Madame Eva mostró una exclamación de sorpresa y de cierto dolor, los demás parecían estar esperando la noticia, sus rostros estaban inexpresivos. O estaban muy acostumbrados a recibir noticias inesperadas o habían perdido toda sensibilidad humana frente a la muerte.

Pasados los primeros minutos pregunté a Marcus si había algún medio de comunicación con la ciudad pues los teléfonos móviles no funcionaban en aquel lugar. Me indicó que en su despacho tenía una emisora de radio por si surgía alguna urgencia, y por supuesto aquélla lo era. Tardé unos segundos en localizar el aparato, se encontraba bien disimulado en un rincón de la habitación, lo conecté e intenté contactar con alguien, mis repetidas maniobras fueron infructuosas. O bien la emisora estaba rota, o las condiciones meteorológicas impedían su normal funcionamiento.

Cansado de no conseguir mi finalidad distraje mi atención hacia el resto del despacho. Seguía pensando que la habitación era demasiado pequeña comparada con el resto de la mansión, esa sensación aumentó al ver que no tenía ventana alguna. Con la mirada fui recorriendo toda la estancia hasta encontrar algo que llamó mi atención, sobre la mesa y asomando por debajo de otros papeles había unos dibujos que representaban, una vez más, lo que podría ser una batalla de las cruzadas. Antes de continuar mis investigaciones me volví para comprobar que me encontraba solo. El dibujo era muy parecido a los grandes cuadros del salón, a primera vista no tenía nada más de especial, pero tras una minuciosa observación de los detalles me sorprendí con una figura que espada en ristre partía en dos a un infiel y que daba la impresión de mirar fijamente al observador con cara de irónica malicia, lo más extraño era su sorprendente parecido con Marcus. En el margen inferior del dibujo se podía leer que correspondía a una copia de una pintura realizada en 1295.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que no sabía cuanto tiempo llevaba en el despacho, intenté colocar todo como estaba y salí deprisa, tanto que sin querer tropecé con la estantería que estaba junto a la puerta. En ese momento se disparó algún resorte secreto y se abrió una falsa puerta tras la misma estantería. Estaba tan nervioso que no sabía qué hacer. Me asomé despacio en lo que parecía un despacho oculto aunque la limpieza que se observaba indicaba que era frecuentemente visitado, sólo tenía estanterías de madera con aspecto de antigua, con una pequeña mesa en un rincón y una sola silla. La escasa luz que entraba desde la otra habitación no me permitía ver con más detalle. Cerré con suavidad la falsa puerta y regresé al salón para comentarle a los demás que era imposible la comunicación por radio. No me atreví a desvelar mi descubrimiento de la habitación secreta.

Rodolfo estaba sentado en una silla y tomaba un poco de agua, se mostraba enormemente desconsolado, mientras los demás intentaban animarle con frases mil veces repetidas en situaciones similares. Me acerqué de nuevo a la habitación donde estaba la fallecida para realizar una inspección más minuciosa. Mirando con detenimiento su rostro sentí una azarosa sensación de que aquella mujer había sufrido una gran impresión antes de morir, sus ojos permanecían exageradamente abiertos. Su cuerpo, ya en rigor mortis, me hacía pensar que la muerte le había llegado sobre las cinco o las seis de la madrugada, aproximadamente a la misma hora que escuché los extraños ruidos. Yacía de lado en posición fetal y con la cara dirigida hacia la ventana. No entendía cómo Rodolfo no había notado algo extraño si estaba medio dormido, tal como él mismo me había indicado por la mañana.



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