Son los carros. Tiembla la ventana por el grito metálico y nocturno. Es la velocidad. Es Violeta que no se sale de la cama y es el cigarrillo que tampoco se apaga.
Violeta perezosa me contó en la tarde sobre su Madre. Lo detesto y lo sabe.
¿Para qué me cuentas, si tu madre te importa un pito?, reclamé. Para pasar el rato y contemplar tu cara tediosa y miserable, presumió.
Violeta es la mejor mujer que conocí en el mundo entero. La detesto con todas mis fuerzas. Lo mucho que la aborrezco es lo más nítido que he sentido en la vida y eso es realmente valioso para mi.