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Capítulo 28: El nuevo orden mundial

Tags: emilio ella diana

Emilio y Diana iban por la avenida Faucett en Lima, en un auto rojo alquilado en el aeropuerto Jorge Chávez. Normalmente esta vía era de un tránsito muy lento por la gran cantidad de vehículos que transitaban por Ella, pero ahora era sólo la décima parte de ese recuerdo por lo que tenían la sensación de estar en un país diferente.
-Jamás vi a Lima, tan deshabitaba- Comentaba Emilio con Asombro y algo de miedo mientras observaba el panorama por la ventana, negocios cerrados, algunos con indicios de saqueos, edificios de oficinas que parecían tan vacíos como si estuvieran recién inaugurados.
-Eso es bueno…- Respondió Diana con frialdad, manteniendo ambas manos al volante, centrada en la pista- Significa que había mucha gente aquí que merecía salvarse y no tendrán que pasar por lo que se vendrá.
“Por lo que se vendrá” Emilio no paraba de pensar en las posibilidades del futuro, ¿Una guerra nuclear? ¿Enfrentamientos en distintas partes del mundo? ¿Escases de recursos por falta de personas que los generen? Salvador le había recomendado que regrese a Perú a asegurarse el estado de su familia, ya que a pesar del razonamiento de Diana no estaba totalmente seguro de la situación y su amigo lo notó, con la ayuda de Gavrel pudieron conseguir vuelos de regreso a Perú, pero debían de ir los dos solos todo el camino, ya que de todo el equipo ellos eran los únicos que posiblemente Carla no conocía de su existencia, y eso podría ser una ventaja dependiendo del rumbo que tome la situación. Afortunadamente para ambos el excelente dominio del inglés de Diana y su facilidad para aprender las palabras básicas de ruso, les permitió a ambos moverse sin mayores demoras.
Viajaron por poco más de 20 minutos hasta llegar a la casa de los padres de Emilio, era una pequeña estructura de solo un piso de color amarilla y con un pequeño jardín exterior, normalmente este recorrido duraba más de una hora y era muy estresante pero en la situación actual incluso se sintió un paseo relajante por la fluidez en el tráfico.
El joven abrió la puerta de madera de color marrón, afortunadamente aún tenía una llave de la casa en su llavero cotidiano, ambos amigos ingresaron a una pequeña sala de paredes blancas y algunos cuadros copias de pinturas europeas de temática religiosa,  no escucharon sonido alguno, dentro del lugar, avanzaron  comedor y vieron que solo había una taza de té a medio tomar sobre la mesa blanca donde Emilio y sus padres solían almorzar cuando él los visitaba.
-¡Mamá! ¡Papá! – Gritó el joven.
-Observa Emilio. –Comenzó a hablar Diana mientras se acercaba a la mesa pequeña de vidrio en el centro de la habitación – Tu madre o tu padre estaba tomando esta infusión durante el rapto. – caminó un poco más hacia una mesa pequeña de madera en el otro lado de la habitación – Además veo en la pantalla del teléfono que aún está el mensaje de 2 llamadas perdidas, pero en todo este tiempo nadie se ha molestado en revisar los números. - tocó unos botones sobre el dispositivo – Y efectivamente son las que hice yo.
El joven sintió un dolor en el corazón, como una punzada que le clavaban de forma violenta e inesperada en el pecho, su madre y su padre ya no estaban en este mundo, y ni siquiera tuvo la oportunidad de decir adiós, es en ese momento que se piensa en todas las cosas que pudieron hacer juntos pero siempre pensó en dejarlas para después, viajar fuera del país por unos días, ir a almorzar a un restaurante bonito, las lágrimas comenzaron a brotar por sus ojos sin poder contenerlas.
Los brazos de Diana rodearon gentilmente el cuello de su amigo, y acercó su boca a su oído y le dijo suavemente “Ellos están bien… y volverás a verlos”, de alguna forma esto lo hizo sentir mejor, sabía, desde que conocía a esta chica, que el error era algo que no iba con ella. Se secó las lágrimas con el dorso de su mano y abrazó a su amiga, estuvieron así por unos segundos y luego se separaron.
- Gracias, Diana… lo necesitaba.
-¿Que sería de ti sin mi cerca?- Respondió la chica con una sonrisa pícara.
-El solo pensarlo me da miedo. –Manifestó Emilio con tono de temor fingido.
Ambos jóvenes salieron de la casa y volvieron a subir al auto.
-¿Bueno y nuestra siguiente parada es?- preguntó la chica amigablemente.
-Quisiera asegurarme también de que la familia de Karen esta… -No sabía que palabras utilizar ya que para la situación “Bien” sonaba extraño – fuera de esto.
-De acuerdo.
En menos de media hora estaban estacionando su vehículo frente a la casa del señor Martín. Bajaron y llamaron repetidamente a la puerta pero no hubo respuesta, ante el asombro de Emilio Diana sacó con mucha tranquilidad una navaja suiza extremadamente completa y en cuestión de segundos, luego de elegir la herramienta adecuada, forzó la cerradura como si fuera una actividad a la que ella ya estuviera acostumbrada.
-¿Qué? – Dijo al ver la perplejidad de su amigo – Tengo que tener un plan B si se me pierde la llave de mi casa, es lo que cualquier persona normal debería tomar en cuenta.
Emilio pensó que su concepto de “persona normal” debería ser muy diferente al de ella, no le extrañaría si con esa misma navaja ella pudiera abrir la bóveda del banco central de Reserva del Perú, sacar dinero y volverla a cerrar como si nada hubiera pasado.
En el interior de la casa, el escenario era similar a la casa de sus padres, sin presencia de otra persona y un par de recipientes con comida a medio terminar, pero esta vez sintió un alivio ya que comenzaba a comprender que se fueron las mejores personas.
No se esforzó en llamar a nadie esta vez, sólo vio por última vez la sala de esa casa y un recuerdo llegó a su mente de forma automática, se observó a si mismo riendo y conversando con varios amigos, mientras tomaban una botella de Ron, ahí estaban Karen, su hermana Beatriz y su amigo ateo Luis. Todos eran muy felices en ese momento que ahora le parecía había sucedido hace décadas y que esas personas estaban a millones de kilómetros.
-Luis… – Dijo en voz baja, pensaba que si no hubiera sufrido ese accidente el seguro seguiría aquí y ahora tendría una oportunidad de hacer lo correcto, quizás con Diana hubieran hecho una gran equipo.
Sintió una palmada en la espalda, era de su amiga.
-No hay nada más que hacer aquí. – Indicó con una voz sería- vayamos a tu casa, una ducha y algo de beber me vendrían muy bien, ya te dije que no quiero que me llegue el fin del mundo y yo esté hecha un desastre.
Emilio sonrió y ambos salieron de la casa de Karen, en menos de 5 minutos ya se encontraban dentro de la residencia del joven.
-Dime por favor que tienes una toalla limpia – Dijo Diana mientras subía por las escaleras, con mucha confianza.
-Por supuesto, mira en el cajón superior del armario de mi cuarto- respondió Emilio, mientras que trataba de recordar la última vez que lavó una y esperaba que aun esté sin usarse.
Dedujo por los sonidos que escuchaba en el piso superior que Dania había encontrado lo que necesitaba y se dirigía al baño.
-¡Voy a preparar algo de comer mientras te duchas! –Gritó el joven.
-De acuerdo pero acuérdate de vigilar lo que haces, si provocas un incendio sospecho que no hay muchos bomberos en la ciudad. –Se escuchó como respuesta.
Acostumbrado a la poca confianza de su amiga en sus habilidades y responsabilidad Emilio buscó algo que no sea tan difícil de preparar, metió al horno una pizza congelado, diciéndose a sí mismo que no le quitaría la vista de encima hasta que vea que el queso se comienza a derretir.
Luego de cerca de 15 minutos de calentarse, se colocó guantes de cocina, procedió a retirarla y se veía apetecible, comprobó por el aroma que estaba en su punto para comerla, por lo que el joven se sintió orgulloso.
-Parece apto para el consumo humano. – Una arreglada Diana entró a la cocina por detrás de él y le dio un susto a Emilio.
-¡Dios! Normalmente las mujeres demoran horas en arreglarse, pero tú debes haber estado ahí solo unos 20 minutos.
-Si utilizo mucho tiempo de mi vida en decidir cómo verme, perderé la oportunidad de aprender cosas nuevas.- Respondió la joven mientras sacaba platos y cubiertos. - ¿Vamos? me muero de curiosidad por probar tu habilidad para seguir las indicaciones de sacar el envoltorio y calentar por 15 minutos.
Ambos jóvenes se sentaron en el comedor, estaban hambrientos por lo que no hablaron mucho, se sirvieron agua mineral en vasos de una botella de grande de 2 litros que Emilio tenía para días de resaca, luego de haber comido más de la mitad el joven encendió el televisor en un canal de noticias. Una reportera que ninguno de los dos conocía hablaba en uno de los noticieros más importantes del país.
-… Adicionalmente el presidente ha dictaminado que dada la reducción de la población a posiblemente menos del 50%, se priorice el funcionamiento de las empresas que proveen servicios de agua potable, electricidad, gas y alimentación.
-Menos del 50%... me pregunto cuántos de los que se quedaron tendrán los conocimientos y habilidades directivas para asegurar el buen funcionamiento de esas empresas. – Razonó Diana sin dejar de comer.
-No me digas que deseas postular para gerente de alguna de esas empresas. – Dijo Emilio con un tono jocoso.
-En otra situación lo haría, pero en estos momentos, creo que es más importante que me quede cerca de ti.- Respondió la joven.
-Me comentan que tenemos una transmisión en vivo de Estados Unidos –Se escuchó a la desconocida periodista en la pantalla del televisor.
Ambos amigos se quedaron en silencio, al escuchar eso, a sus mentes llegó el recuerdo de los minutos después del rapto en el salón de Kremlin, la imagen de Gavrel dando las indicaciones de autorización para el lanzamiento del Mirotvorets. Todos pensaron que si ya no quedaban muchas personas en el mundo el daño sobre personas inocentes sería mínimo por no decir nulo y esta era una buena oportunidad para golpear a Carla y quizás eliminarla definitivamente.
Esa pequeña esperanza que albergaban en el fondo de sus corazones se vio destruida al ver a Carla Moon Haya aparecer en pantalla. Tenía vendas en el cuello y algunas cicatrices en el rostro, vestía un elegante traje blanco con botones dorados. Se encontraba sobre un escenario improvisado frente a los escombros de la casa blanca en Washington, detrás de ella se veía una veintena de astas sin banderas, frente a ella había una línea de personas con cámaras de video los cuales deberían  de ser periodistas y detrás de ellos una multitud de unas cinco mil personas.
-¿Es que esa mujer es indestructible?- Dijo con mucha cólera Emilio.
-No…– Respondió Diana, analizando al detalle la imagen que Carla proyectaba – La hemos dañado, pero por lo visto pudo escapar de alguna forma en el último momento, lo peor de todo es que creo que va a usar esta situación a su favor.
El joven no entendía bien a que se refería su amiga, pero antes que pudiera consultar algo, la voz de Carla se escuchó por el televisor.
-Estimados amigos – Comenzó con mucha serenidad – Hace poco hemos vivido la profecía escrita en libros sagrados antiguos, la cual nos dice que los merecedores del reino de los cielos serán elevados en los días finales.
Se podía escuchar los murmullos nerviosos de la multitud en frente de ella. Emilio y Diana habían dejado de comer y se encontraban inmóviles viendo la pantalla.
-Pero eso no quiere decir que no exista una esperanza para ustedes –Continuó con el mismo tono sereno y mostrando una cálida sonrisa– Ha llegado el momento que la humanidad derribe las barreras y fronteras que ella misma se ha creado, y se vuelva una como siempre debió ser, todos somos hijos de un mismo padre, no importa nuestra clases social, nuestro color de piel… Ni nuestra religión…
Mientras decía eso se podía ver que la tensión bajaba en el público, ya que sentían que venía un mensaje de esperanza.
-Es por eso que a partir de ahora ya no seremos divididos por países. –Continuó pero esta vez su tono de voz cambió a uno mucho más enérgico – Todos iremos juntos al encuentro con nuestro creador, a volver a ver a nuestros seres queridos, que se nos adelantaron, como una familia, por lo que ahora dejaremos de diferenciarnos por países y seremos una sola gran nación mundial.
Luego de decir estas palabras en las astas vacías que se encontraban detrás de ella se izaron banderas de color negro con una imagen de la tierra en el centro y alrededor de ella en letras amarillas decía “tierra unida”
Al ver esto la multitud comenzó a aplaudir frente de ella, con lo cual Carla mostró una sonrisa de satisfacción.
-Me llena de esperanza el ver la felicidad en sus rostros – Retomó su discurso la joven – Pero lamentablemente no todos van a reaccionar de la misma manera. Existe un grupo de gente que sólo quiere traer el caos y destrucción sobre nosotros – Al decir esto señaló los escombros de la casa blanca con su brazo derecho – Estas personas aprovecharan esta situación para tratar de hacer el mayor daño posible y evitar que nos unamos.
-Es por eso que no sólo debemos formar una sola fuerza para ir al cielo juntos. – Continuó con una gran seriedad y una mirada lúgubre – Formaremos en todo el mundo un ejército que sea lo suficientemente fuerte para acabar con los que estén en nuestra contra. ¡Y de esta forma tener al mundo limpio para poder recibir a nuestro señor!
Al oír esto la gente dio un grito de emoción, casi se podía sentir cómo un grito de guerra y la cámara enfocaba la expresión de victoria en el rostro de Carla.
La transmisión terminó y se volvió a ver en la pantalla a la periodista.
-Esto… no puede estar pasando – Dijo Emilio muy nervioso - ¿Cómo es posible que la gente pueda seguirla a desatar una guerra?
Diana tomo un sorbo de agua mientras que de alguna manera trataba de trazar todo el plan de Carla en su cerebro.
-La gente tiene miedo Emilio, está sola y confundida… No tienen quien los guíe y casi nadie de los que hemos quedado está en capacidad de dirigir a las personas que han quedado y menos aún enfrentar a Carla. Quieren respuestas y ella se las está dando y dada la situación actual nadie la va a contradecir y el que lo haga… terminará calcinado como Robert Down… Si tan sólo el Mirotvorets hubiera hecho bien su trabajo.
El joven comprendió lo que decía su amiga, pero él sabía que no todo estaba perdido ellos aun podían dar pelea de alguna forma, miró al cielo y pensó en su amigo.
-Salvador tienes que hacer algo para detener esto.


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