Espiando los silencios vergonzosos, acechando las sombras que alargan la tarde, o palpando la cálida neblina a ras de suelo. Existen incontables maneras de percibir los rincones ocultos del presente, y de sincronizarse con ellos.

Un latir gutural, sordo para los sonámbulos de ciudad, que se adueña Poco a poco de tus deseos, de tu destino. Un palpitar que exonera de miedos e inseguridades derivados de la individualidad, y de la vida procesada por civilizaciones obcecadas en crecer.

Es entonces cuando la vibración toma el protagonismo que merece, convirtiéndose en el único eje verdadero. La transformación va tomando lugar a medida que se mantiene el foco perceptivo en la naturaleza que nos rodea. La presión inherente que nos envuelve, los lapsos de sonido que resquebrajan los hilos de Pensamientos superfluos, la humedad orgánica que diluye la barrera del entorno y el cuerpo, son solo el preámbulo.

Aunque se trate de mantener una esencia personal, un anclaje hacia principios anteriores elaborados y moldeados, la construcción se diluye víctima de unos fundamentos generales diferentes.

Y la conciencia se desenreda paulatinamente, dejando paso al frescor de las ideas sin forma definida todavía. La integración se vuelve innegable, pues la vertiente emocional se manifiesta, puede que en forma de paz o de alivio. Y el retorno hacia las elecciones armónicas se va propagando por todo el ser, promovidas por una sensación de bienestar que recompensa cada afirmación axiomática.

La realineación con el destino natural universal, se vuelve inevitable cuando se persigue.

El relato Realineación es de la fuente Anadesería - Reflexiones de la Vida y Pensamientos Abstractos.