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¿Existen los profesores de yoga?

La duda

Desde que comenzaron en nuestro país, hace ya varias décadas, los Cursos de capacitación para enseñar Yoga, no está claramente definido el alcance y la validez de los certificados y diplomas que se ofrecen. El objetivo es de este artículo es aportar datos sobre este tema, ya que es importante contar con la mayor información posible a la hora de decidirse por uno de estos cursos.

De qué estamos hablando

La palabras representan conceptos, pero no siempre el concepto representado es el mismo. Muchos de los malosentendidos entre las personas surgen por no aclarar apropiadamente “qué se quiere decir” cuando se dice algo. En la vida cotidiana estamos acostumbrados a utilizar muchas palabras de manera coloquial, es decir, informal, incluso los términos de origen más formal o académico. Como ejemplo, uno de los casos más extendidos es el de la palabra “doctor”, título que solemos anteponer al nombre de todos los abogados y médicos, aunque la gran mayoría de ellos no haya realizado ningún doctorado. Algunos defienden este tratamiento, por considerarlo apropiado dentro de los usos y costumbres de nuestra cultura, otros se oponen porque no es técnicamente correcto. Para evitar la confusión lo mejor es que yo sepa de qué estoy hablando cuando menciono al “doctor Fulano” ¿creo, o sé, que Fulano es efectivamente un doctor o me estoy ajustando a las convenciones sociales? Decir “abogado Sutano” o “médico Mengano” es correcto, pero no es lo que más se estila en nuestra comunidad.

En el caso del yoga

Trasladando el mencionado criterio al yoga, es bueno saber que “profesor de yoga” es siempre técnicamente incorrecto, aunque se pueda aceptar de la misma forma en que se le llama “doctor” a quien no lo es.

Respondiendo al título de este artículo: los profesores de yoga (en Argentina) no existen.

Cada país cuenta con un sistema particular de titulaciones, es decir, de leyes que regulan la creación y otorgamiento de títulos académicos y profesionales. En Argentina, un “profesorado” es una carrera formal (oficial) que se cursa en un mínimo de cuatro años, y que solamente puede ofrecer una institución educativa terciaria, universitaria o no. Dicha institución debe estar reconocida legalmente por el Ministerio de Educación, lo que implica cumplir con una larga lista de requisitos, edilicios, laborales, administrativos, técnicos, impositivos y académicos. Hasta el momento, no hay en Argentina ningún profesorado de yoga aprobado oficialmente por el mencionado ministerio.

Cuestión de formas y formalidades

Las personas que enseñamos yoga, en cualquiera de sus variantes, estamos dentro de la categoría de “docentes no formales”, o sea que nos movemos dentro del ámbito de la “educación no formal”. Esta es una manera elegante de decir “educación no oficial”. Cabe aclarar que por más que un instructor de yoga tenga cuatro títulos universitarios y varios profesorados formales, sigue siendo, en lo que al yoga se refiere, un docente no formal, ya que no pudo haber recibido una educación formal que no existe. Desde ese punto de vista, si un instructor de yoga es el Dr. Sutano o el Lic. Mengano, no significa nada, ni bueno ni malo, ya que seguramente no es doctor ni licenciado en yoga, sino en alguna otra disciplina. (Es oportuno recordar aquí que estamos hablando de la situación en Argentina).

Pero… ¿acaso no hay universidades que enseñan yoga?

Sí, las hay. Pero son cursos enmarcados dentro del área llamada “extensión universitaria”. Esta es una de las funciones sociales de las universidades que, como su nombre lo indica, “extiende” los recursos académicos de la universidad hacia la comunidad en general. Estos cursos tienen dos objetivos principales: el más mencionado es facilitarle la capacitación en diversos saberes a las personas que no pueden acceder a una educación universitaria regular; el objetivo menos mencionado es brindarle a la universidad una fuente extra de ingresos, ya que por lo general estos cursos son pagos, aunque se trate de universidades estatales. Esto último no tiene nada de malo, pero es bueno saberlo. Por lo general, los cursos de extensión universitaria sobre yoga son convenios entre la universidad o la institución terciaria y algún centro especializado, o sea que suelen ser cursos tercerizados y, la más importante, no son profesorados.

Acá corresponde una mención aparte para la Universidad del Salvador, de la ciudad de Buenos Aires. La Escuela de Filosofía, Letras y Estudios Orientales de la USAL ofrece una Tecnicatura en Yoga, como carrera de grado de tres años, aprobada en el año 2002 por el entonces Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología de la Nación (hoy Ministerio de Educación y Deportes). De todas formas, esta carrera tampoco es un profesorado. En síntesis, un Técnico Universitario en Yoga tiene (o debería tener) un título oficial, pero no es un profesor de yoga.

Internet y el omnipresente Google…

Más allá de los gustos y preferencias personales, la búsqueda de información en Internet, y en especial en el buscador de Google, es parte de la vida cotidiana de millones de personas.

Haciendo un paréntesis, y como dato anecdótico, hace varios años que el Merrian-Webster Collegiate Dictionary, uno de los más prestigiosos diccionarios de Estados Unidos, incluye el verbo ‘googling’: to use the Google search engine to obtain information about (as a person) on the World Wide Web. En español decimos ‘googlear’, neologismo que todavía no ha sido aprobado por la Real Academia Española (lo cual, obviamente, no impide que se lo utilice).

¿Qué tiene que ver esto con el tema de este artículo? Simplemente que la mayoría de las personas que buscan cursos de formación en yoga suelen googlear ‘Profesorado de Yoga’ (dicho sea de paso, es más apropiado decir ‘Profesorado en Yoga’). Por lo tanto, si queremos que nos encuentren más fácil y rápidamente en Internet, lo más razonable es ofrecer el famoso (e inexistente) profesorado en yoga. Así como existen licencias poéticas, esta sería una ‘licencia publicitaria’, o algo así. Pero seamos cuidadosos, porque la ‘licencia’ puede transformarse en un engaño si no aclaramos debidamente qué es lo que estamos ofreciendo.

Lo importante…

En el que ofrece: claridad de conceptos y honestidad. En el que busca: la mayor cantidad posible de información, confiable y actualizada.

Utilizar palabras como ‘doctor’, ‘profesor’, ‘maestro’, etc. de manera coloquial, en el trato personal y de acuerdo a los usos y costumbres vigentes, no debería causar ningún inconveniente. A veces es la manera más simple de relacionarnos, cuando somos pacientes, clientes o alumnos, y no es algo que merezca mucha atención.

Pero si estamos buscando un curso de capacitación, en el que tendremos que invertir tiempo, esfuerzo y dinero, es importante saber exactamente en qué invertiremos y qué obtendremos (o no) a cambio. En este caso las palabras sí son importantes y se deben utilizar con responsabilidad. Dicho más llanamente, no permitamos que nos vendan “gato por liebre” (o una versión vegetariana, “repollo por lechuga”).

Lo mejor: consultar.

Ante cualquier información confusa, poco clara o contradictoria sobre los títulos o certificados de cualquier curso de formación en yoga, lo más seguro es recurrir a los organismos oficiales que son, en definitiva, los que tienen  la última palabra sobre el tema.

Como punto de partida para consultar, sugiero recurrir a la Dirección de Validez Nacional de Títulos y Estudios. Sitio web: D.Va.N.T y E.   dependiente del Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.

José Luis Ferrero



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