Al igual que las manos arduas, las nubes débiles huyen De los vientos que arrasan el invierno de las aéreas colinas, Como multiformes e interminables esferas Que inundan la noche en una súbita marea; Terrores de ígneas lenguas, de inarticulado mar. Incluso entonces, en algún sombrío cristal de nuestro aliento, Nuestros corazones evocan la imagen salvaje de la Muerte, Sombras y abismos