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El viento blanco



El viento blanco (1922), la obra de Juan Carlos Dávalos, comienza con la descripción del viaje de los arrieros cruzando el frío y peligroso paso de los Andes para vender el ganado en el lado chileno. A pesar de ser compatriota hay palabras que desconocemos, quizá por referirse a elementos propios del lugar, no generalizados de todos los días. En inglés al final: arrieros, herrada, vega y pezuñas. A disfrutarla…

Antenor Sánchez dio la voz de alto. Disciplinada por seis días y cinco noches de viaje, la remesa detúvose al mismo tiempo que los arrieros.
Incluso el patrón, los hombres eran cuatro; número suficiente para arrear los cien toros de que constaba la tropa. El trabajo de arrear es fatigoso durante el primer día, al salir del valle de Lerma, después de la herrada. Los novillos están entonces en la plenitud de su fuerza, gordos y levantiscos, aquerenciados en los verdes alfalfares de las fincas, donde algunos han invernado hasta cinco meses. Pero una vez encajonados en la Quebrada del Toro, se van acostumbrando gradualmente a caminar despacio y en orden; y como el terreno es áspero y pedregoso, allí se acaban las tentativas de fuga, las pesadas cabriolas en dos patas y el goce de marchar a la loca, merodeando al pasar en las retamas.
Ahora, la voz del patrón ha detenido a la remesa junto a una vega, más allá de Cauchari, en el territorio de Los Andes.

Lentamente, ahorrando fuerzas, hundiendo las pezuñas en el médano ardiente; las fauces resecas, los ojos llorosos, las ancas enjutas, el testuz vencido, paso ante paso, los toros van apartándose del camino para acercarse al agua. Es un día  de pleno sol a fines de junio, un día de invierno en la altiplanicie andina. Son las dos de la tarde. Solo a esta hora empieza el deshielo de las vegas y hay entre las espesas matas de "iros" algunos pocitos de agua cristalina.
—Buen sitio es éste para un real —dijo Sánchez, y él y sus hombres echaron pie a tierra.
Cada cual sacó de la montura su bolsita de avío, desató de los tientos su barrilito de agua dulce, y luego de aflojar las cinchas, quitar los frenos y asegurar las mulas, sentáronse en corro a preparar la
Quebrada del Toro
merienda.
— ¿Qué te parece, Loreto; llegará el hosco a Catua? —preguntó Sánchez.
Extrajo de la bolsa unas cucharadas de azúcar, echólas en el jarro, añadió luego el agua y la harina cocida y comenzó a revolver prolijamente el contenido.
—De llegar, hay llegar, aunque está medio "despiao".
Aquellos hombres hablaban con grave cachaza, meditando las preguntas, reflexionando las respuestas, como si el esfuerzo que exige tal género de vida hiciera necesario reservar todas las energías de que dispone el organismo; y así, eran parcos en el ademán como sobrios de imaginación y de palabras.
Mientras gustaban ellos su ración de "ulpada", los novillos andaban dispersos por la vega. Algunos se entretenían sorbiendo el agua de los charcos fangosos, algunos buscaban un sitio limpio donde echarse a descansar.
—Baquiana su "moina" pa comer, patrón —observó uno de los arrieros.
—Van doce viajes que me acompaña. Sabe buscarse la vida —contestó Antenor, mirando a su mula, que manoteaba en una mata de "iro" para darla vuelta de raíz y así comerla sin hincarse el hocico.
La atmósfera estaba serena, diáfana, como en los mejores días de enero. Sólo se conocía que era invierno por el tono amarillento del "iro" en los cerros próximos y por la nieve que cubría, hacia occidente, los picos más altos de la cordillera. Una brisa tenue y helada bajaba de las cumbres rasando los médanos, caldeados momentáneamente por el sol. Era sobre las vastas planicies como una leve sensación de escalofrío, tan sutil, que donde una mata hace sombra la escarcha no se derrite, y donde el sol asienta, el aire y la arena vibran como al soplo de una llama. Exhalaban los campos un hálito remoto de jarillas y de tolas atormentadas junto a las vegas por la sequedad casi absoluta de la atmósfera.
Más de una hora duró el descanso de la tropa. El primer novillo punteó por la huella, unos cuantos le imitaron y al grito de arreo de los peones, poco a poco, toda la remesa se puso en marcha. Iban en simétricas filas, moviendo pesadamente los toscos remos, guardando distancias para no estorbarse con las astas, regimentados por el hábito de andar así, leguas y leguas, uno tras otro… (El viento blanco, de Juan Carlos Dávalos)

Vocabulario
Arrieros: muleteer.
An arriero is a person who transports goods using pack animals. In South America, arrierostransport coffee, maize, cork, wheat, and myriad other items. They remain common in the paisa region (Antioquia and the Colombian Coffee-Growers Axis) of Colombia. In English, an arriero is one form of muleteer, a wrangler of pack animals.
In California, arrieros, or muleteers, work out of pack stations. A muleteer can also be known as a muleskinner, a more informal term. The term muleskinner means someone who can "skin", or outsmart, a mule.
Herrada: shoeing.
Vega: meadow.
Pezuñas: hooves.

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