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LA HIGIENE DE LOS ÁRABES

En su Oriente originario los árabes habían adoptado de los bizantinos su gusto por los baños y los perfumes. Fueron ellos los que popularizaron en España, y en menor grado en Italia, la ciencia de la perfumería; no se olvide que fue un árabe, Albucaste, quien descubrió el alcohol a partir del vino, por lo que lo llamó espíritu de vino.
Las mujeres musulmanas pasan horas y horas en el harén maquillándose y depilándose cuidadosamente. Las cristianas son miradas con cierta aprensión porque no se depilan el pubis. Con henna se tiñen de rojo los dedos y las palmas de las manos, así como los talones y los dedos de los pies. Las dientes se los limpian con una mezcla de nácar, cáscaras pulverizadas de huevo y polvo de carbón.
La henna se puso enseguida de moda por las cristianas, que la utilizaban para embellecerse pezones, labios.
La Historia del Hammam
El hamman, más que una necesidad higiénica o una imposición religiosa, fue, en la España medieval, una costumbre social, un privilegio para la época al que todos tuvieron acceso: mujeres y hombres, mayores y pequeños, ricos y pobres, musulmanes, judíos y cristianos.
Los árabes, acostumbrados a vivir en mares de arena, eran conscientes del valor fundamental que tenía el agua. Seguramente fue por esta razón que, cuando llegaron al sur de Hispania y descubrieron los acueductos y las acequias, los patios con surtidores de agua y las termas, hicieron suyos estos elementos que también contenían y sintetizaban aquel bien preciado para ellos, desarrollando y ampliando el estudio de las técnicas relacionadas con el agua.
Los árabes españoles difundieron el uso del baño y lo llevaron a todos los rincones del país, popularizándolo y haciéndolo accesible a toda la sociedad: reyes y labriegos, comerciantes y militares, monjes y religiosas; tanto llego a extenderse que para todos formaba parte de su vida cotidiana. Los musulmanes no concebían ciudad sin baño. Este concepto de llevar el baño al pueblo, allí donde estuviera, llevó aparejado un cambio en las dimensiones y estructuras de las monumentales termas, dando paso a los denominados “baños árabes”.
Fue el rey Alfonso, el sabio, quien, por ley, prohibió el baño conjunto de cristianos y judíos, (“que ningunt judío non sea osado bañarse en baño, en uno con los cristianos”). Si, por el contrario, el agua era abundante, caso de Granada, el número de baños se multiplicaba con el de barrios, comunidades o grupos sociales. Tantos como hiciera falta, buscando la comodidad y la cercanía para el cliente, ya que el baño requería un ambiente de vecindad. Hay que tener en cuenta que con mezquitas, sinagogas o iglesias, eran el único centro de reunión social.



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