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Alegoría de la muerte de un estilo, el clásico o académico, y del nacimiento del Arte moderno.



Fernand-Anne Piestre, conocido también como Fernand Cormon (1845-1924), fue un gran pintor francés nacido y educado en la más clásica de las enseñanzas pictóricas de su tiempo. Miembro de la Academia francesa de las Artes, crearía obras muy apetecibles de ver aún por un público todavía deseoso de lienzos clásicos, llenos de belleza, exotismo, y de una muy sutil crueldad insinuada. Obras que combinarían líneas clásicas con unas fervientes sensaciones rodeadas de dramatismo, vigor, sensualidad y grandeza. Pero acabaría comprobando el creador francés que los años finales del siglo XIX llevarían a inspirar otras nuevas semblanzas en el Arte. Unas semblanzas provocadas entonces por los nuevos pintores postimpresionistas, unos artistas modernos que no acabarían de sentir, ni siquiera con su tendencia parcialmente impresionista, la pasión tan clásica que ellos ya no desearían, arrolladoramente, de mostrar ahora entre sus obras.

Sin embargo, en la transitoria década artística de los años setenta del siglo XIX, Cormon habría creado dos obras todavía muy significativas de la fortaleza que cierto Arte clásico, orientalista además, tendría aún entre un público abatido por la crisis que acababa -o comenzaba- de asolar a Francia con la guerra Franco-Prusiana y el advenimiento de la III República. Y entonces compone Fernad Cormon en 1870 su impresionante, académica, clásica, exótica y muy bella obra La favorita depuesta. En ella vemos parte de un harén oriental donde la -hasta entonces- favorita del sultán dejará de serlo frente ahora a la radiante, encantada, sustituta y nueva flamante favorita. La cedente se sitúa aquí a los pies de la nueva elegida, pero, ahora, se muestra ella sollozando, totalmente abatida, derruida, sin consuelo, abrazando así, con sus cabellos, con sus manos, el pie desnudo, blanco y reluciente de la que ahora, ilusionada, tomará ya el relevo de su majestuoso, neófito, ultrajante y efímero protagonismo. 

Pocos años después, el pintor vuelve a su exotismo oriental para crear ahora otra impactante obra, con una inspiración parecida aunque, sin embargo, muchísimo más sensacionalista por su mayor crueldad y dramatismo. Esta nueva obra no está ahora aquí tan llena de dolor, o de altiva suficiencia, como sí lo estuviera ya la otra, no, sino que ahora aun de muerte, de sangre, de terminación definitiva y hasta de una muy desorbitada y voluptuosa satisfacción. Todo esto es lo que, expresivamente, veremos aquí en una de las atractivas y envidiosas odaliscas, provocado así por la desaparición mortal de la anterior elegida, la que hasta entonces fuera muy hermosa y muy bella favorita. Tal fuerza consiguió el autor academicista en esta obra, Muerte en el serrallo, que le sería otorgada una medalla por su talento artístico en la Exposición Universal del año 1878. Sin embargo, Cormon, insatisfecho ya con su estilo clásico, avanzaría luego en su búsqueda de los cambios que los nuevos tiempos traerían en el Arte. A finales de la década de los años ochenta marcha a Bretaña incluso con otros pintores vanguardistas, y pinta otras cosas, otros paisajes, otros atardeceres y otros instantes diferentes, como los que terminará haciendo inspirado ahora en el, nada exótico ni clásico, puerto francés de Concarneau.

Pero su mayor acierto fue crear entonces su propia academia, su taller o escuela de Arte en París. Hasta ella acudieron muchos alumnos y pintores en ciernes, buscando su magisterio y sabiduría. Unos pasaron y aprendieron, y sólo rozaron luego la historia meramente... Otros pasaron, aprendieron, y gozaron del mayor de los encumbramientos que un nuevo acontecer artístico -el Arte Moderno- les hiciera luego brillar en las más grandes muestras de la historia. Archibald Standish Hartrick (1864-1950) fue uno de esos mediocres pintores modernos que habrían conocido a los grandes postimpresionistas en la famosa escuela parisina de Cormon. En 1886 Hartrick se reunirá con el pintor Gauguin en Pont-Aven, aquel idílico y artístico lugar de la costa francesa donde algunos creadores comenzarían a revolucionar el Arte... Poco después, a finales de ese mismo año, Hartrick regresa a París... y conocerá al genial Van Gogh. Todos ellos, sin embargo, habían acudido ya anhelosos al taller clásico de Cormon, aquel creador apasionado que retratara aquella muerte requerida..., todos ellos así para formarse ahora en un Arte clásico que nunca, nunca más, volvería a iluminar ya el orbe artístico del mundo como hasta entonces lo hiciera. 

(Óleo de Fernand Cormon, Muerte en el serrallo, 1874, Museo de Bellas Artes de Besançon, Francia; Obra La favorita depuesta, 1870, del pintor francés Fernand Cormon; Retrato de Vincent van Gogh, del pintor británico Archibald S. Hartrick; Autorretrato de Archibald S. Hartrick, 1913, National Portraid Gallery, Londres; Ilustración de Archibald S. Hartrick, El taller de Cormon, 1886; Fotografía del Taller de Cormon, 1886, se aprecia sentado a la izquierda con sombrero a Toulouse-Lautrec, y al maestro Cormon sentado con barba dando su clase pictórica frente al lienzo; Retratos realizados por Archibald S. Hartrick de Toulouse-Lautrec y de Gauguin, siglo XIX.)


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