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La bolsa Y la Vida.


Tras haber sido expulsada del edén, tomó su Cartera, echó unas cuantas manzanas y se largó. Quizás se le quedó la hoja de parra pero la cartera no. Y probablemente en ese instante miró a la serpiente, deshollada se la imaginó y fraguó la idea de un nuevo modelo con su pellejo provocador. Difícil concebir que esta Eva anduviese por la existencia sin este adminículo femenino por antonomasia,  aunque fuese para echar hojas y guijarros cono hacen las niñas/os, aún más a la hora de salir del que era su hogar ,para ganarse el pan con el sudor de su frente. 

La innata condición "faber" - fabricante, hacedor de cosas - de la especie humana, prontamente creó un mundo de objetos que aunaron lo utilitario con lo ornamental buscando que diseño y función se aliaran en su beneficio, satisfaciendo así necesidades de toda índole. La construcción de civilización y cultura si bien se enraiza en paradigmas inmateriales, evidentemente se sustenta y encarna en productos concretos. Cabe conjeturar que ya en los orígenes nómades contar con "algo" que permitiese trasladar lo recolectado, transformó a ese bolso o alforja o cartera primigenia en un artículo de primera necesidad que, a partir de ese momento, nos acompañó en la construcción de nuestra historia y del cual, la mujer se fue apropiando, hasta hacerlo parte de su más íntima y cotidiana identidad. Evidentemente su funcionalidad explica este apego, sin embargo éste trasciende con creces el mero uso que de Ella hacemos. Baste ver -si es que te lo permite- que lleva una mujer en su cartera, para acceder a un conocimiento que excede lo pragmático y lo doméstico. Nuestro género se expresa allí en todas sus diversas gamas, en lo que nos asemeja y en lo que nos diferencia. Las Carteras de las Evas son tan disímiles, variadas y versátiles como nuestros cuerpos, rostros y temperamentos. Como nuestra crianza, nuestro suelo natal, nuestras creencias, nuestra raigambre social y económica. Las hay para distintas ocasiones, artesanales o industrializadas, de innumerables tamaños, formatos y materiales, y siempre tenemos alguna que es la regalona aunque no sea ni la más nueva ni la más linda ni la más fina. Se puede tener una por un poco más de lo que vale un kilo de pan y existen otras que cuestan más que el sueldo de la mayoría.

Para descubrirnos en virtudes y pecados nada mejor que hurgar en nuestras carteras, por ello que otras manos la revisen es un ultraje y, aunque tengamos el debido permiso, que las nuestras irrumpan en dicho espacio privado, siempre provoca una extraña y agitada sensación. Es una tragedia que nos "cartereen", lo que en Chile, en el lenguaje del hampa significa robar carteras o elementos guardados en ella sin que la dueña se percate; experiencia ésta última aún más traumática que el vernos despojadas explícita, radical y definitivamente de ella. Eso de constatar más tarde que nos han violado sin que ni nos diéramos cuenta  es altamente perturbador. La amenaza de "la bolsa o la vida" viene a ser una absoluta contradicción en tanto vivir sin bolso es un despropósito imposible y vida y cartera parecen homologarse en el inconsciente colectivo femenino cual arraigada categoría ontológica. Es: la bolsa Y la vida o  inconcebible la vida sin bolsa. 

Prototipos de caracteres y costumbres pueden inferirse según el conjunto de cosas que se albergan en una cartera, la cantidad de las mismas, la presencia de lo innecesario y/o lo imprescindible, la organización o el desorden que en ella reinen. En mi caso particular, cada cierto rato siento la irrefrenable necesidad de ordenarla y limpiarla, suelo acumular papeles, desde boletas a las cuales no daré ninguna utilidad hasta documentos importantes. Ella es el primer lugar al que recurro si se trata de encontrar algo perdido y el sitio más seguro para guardar algo importante. Cuando mi mente se ensucia y se atiborra, el ritual de asear mi cartera pareciera me ayudase para reencontrar el centro. 

Desde su exilio del paraíso hasta la fecha, Eva con su cartera a cuestas,  ha recorrido muchos caminos, ha sufrido fuertes dolores, abusos y pérdidas, ha parido seres que perpetuan la especie, ha sido quemada en hogueras, discriminada y ninguneada,  se ha transformado y ha provocado enormes transformaciones, ha luchado, se ha empoderado e independizado y  así, hoy por hoy, ya no sólo es dueña de su bolsa personal si no también maneja carteras de clientes, carteras de proyectos y carteras ministeriales.

Nuestra cartera siempre tiene una doble faz, una dual significancia que la define: es un contenedor a la vez que también es lo que contiene. Cuando decimos "mi cartera" señalamos no sólo su aspecto físico, lo que ella es independiente de nosotras, también nos indicamos a nosotras mismas en tanto somos las pertenencias que ahí guardamos, desde lo que cada cual considera indispensable para el día a día, hasta fetiches de nuestro mundo emocional, nuestras vivencias y afectos. Quizás esta naturaleza contenedor-contenido, reminiscencia uterina de nuestra psique, explique la honda ligazón que tenemos con este objeto.


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