(MUY FELIZ CUMPLE, JEVE)
Natalia tiene siete años y una cámara de Fotos muy vieja, Sin Rollo, una obsoleta Kodak Instamatic 22. Supongo que la redimió de algún recoveco de la casa, rescatándola del olvido, del descarte de la modernidad. Donde ella va lleva, colgando del cuello, su máquina desmemoriada de funciones.
Nati, como le gusta que la llamen, retrata todo lo que ve con esa antigüedad. No importa la hora ni la luz, ni si el lugar elegido es un páramo o un tapiz de árboles. Ella apunta, dispara, carga, apunta y dispara, una, diez, veinte veces.
Alguna Noche Natalia se sienta a revelar fotos. La cámara sin Rollo la mira temerosa, sospechando que el trabajo pudo ser absolutamente inútil, pero confía a ciegas en la inexperta fotógrafa. Entonces Natalia abre la máquina y aparecen los ojos del viento, la cara del cielo, la sonrisa de la noche, los sombreros de la luna, los besos que se prodigan los rosales con el rocío; y me muestra orgullosa esas fotos, que para mi torpe adultez son pura nada, y hoy se han vuelto un humilde cuento. ®
RUMA