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El compendio de la vida expresado en una obra de Arte: el realismo impresionista de Uhde.



En la interminable lista de pintores desconocidos está el alemán Fritz von Uhde (1848-1911). ¿Por qué? Pues porque se dedicó a pintar escenas banales, infantiles, sencillas, costumbristas, las llamadas también de género. Lo hizo en un momento fundamental de la gran cultura en Alemania, y esto le malogró frente a una sociedad exigente por entonces para fijar grandiosas imágenes en un lienzo. Pero, ¿cómo es posible? Van Gogh hizo lo mismo, y, sin embargo, ahí está: en la más alta popularidad artística. Pero, aclaremos cosas. Primero, van Gogh no fue reconocido mientras vivió, tan solo después de muerto la crítica modernista lo encumbraría gozosa. Segundo, el modernismo (post-impresionismo, vanguardias, etc...) ganaría la batalla artística al Impresionismo, más aún al impresionismo-realista, el estilo al que más se consagraría Fritz von Uhde. Precisamente un estilo artístico que hoy, por ejemplo, valoraremos más. Porque en él se encuentra el reflejo verosímil de qué somos y el sesgado momento fugaz de lo impreciso. Ambas cosas determinarán, si lo pensamos bien, el sentido compendiado de la vida, de toda vida, la humana y la que no. Y qué mejor obra que una de Uhde para comprender esa sensación visual y emocional que, siempre, debería una obra de Arte suponer a nuestros ojos.

En el año 1890 el pintor alemán compone su lienzo Un viaje difícil. El Arte, el buen Arte, tiene siempre la ventaja de que todo lo que reflejará es subjetivo, es decir, que lo que el espectador sugiere o percibe es lo que, realmente, expresará la obra. Da igual lo que el autor haya ideado inicialmente en su mente inspiradora: el Arte ha transformado ya completamente el sentido del emisor -su contenido concreto primordial- y lo ha llevado al del receptor -a su sensible emoción descubierta- haciendo ahora una pirueta expresiva para llegar al profundo sentido personal de cada uno. Pero, esto no lo hace cualquier arte, solo el Arte grandioso. Porque ahora, en esta obra realista-impresionista, ¿qué veremos traslucir desde su mera apariencia formal? En un camino incierto, deslucido, frío y agreste, una pareja avanza difícilmente bajo un cielo sin color. En primer lugar, la perspectiva es apasionante, en ella vemos cómo sus líneas se concentran en un final también impreciso, algo que no se ve, que no se percibe ahora siquiera parte del lugar hacia dónde se dirigen los personajes anónimos representados. En la obra está representado todo, sin embargo; y no sólo todo ya para comprenderlo, sino todo está representado ahora para entender el sentido completo de la vida en un cuadro. 

Porque en el lienzo de Fritz von Uhde hay espacio, tiempo y emoción. Tres cosas imprescindibles para poder compendiar el sentido de la vida en un lienzo. Porque vemos un escenario espacial: un camino orillado de árboles deshojados que dirige un sendero atravesado de barro por donde camina, frágilmente, la pareja respresentada. Porque vemos también el tiempo: los personajes avanzan aquí desde su posición inicial hacia el final de la imagen que apenas apreciaremos. Hay aquí un principio y un final, se aprecian ambas posiciones en la perspectiva lineal, por un lado, y en el gesto de avance de la pareja, por otro. Porque el tiempo es lo único que puede ahora hacernos prever aquí el momento que, luego, cuando las líneas coincidentes se acerquen precipitadas, acabará por existir en otro espacio, en otro momento, éste aún no representado aquí, pero existente en la sensación fluida de la imagen. Y, por último, la emoción. ¿Qué otra cosa, realmente, se apreciará más en este lienzo? ¿Qué emoción, o qué emociones, percibiremos en esa pareja que camina ahora por el sendero itinerante o transeúnte de la vida de todos? Todas ellas están ahí. La desesperación, la ternura, el dolor, la esperanza, la decisión, el cansancio, la persistencia, el sentimiento, la confianza, la amargura, la simpatía y el hallazgo... ¿No es la vida todo eso? Y el pintor alemán lo retratará aquí, en su lienzo realista-impresionista, genialmente. Porque es así la vida: realista e impresionista, como las cosas que representa. Realista son las emociones; impresionista el tiempo y el espacio. Y debe ser así. Sólo deben durar aquéllas; solo fluirán éstas. Nada que verdaderamente importe puede ser representado sin merecer el reflejo real de su imagen. Todo lo demás, lo contingente y caduco de la vida, será fugaz, como lo son las pinceladas impresionistas del Arte, abandonadas ahora a su imprecisión y a su evanescencia por el alarde descolorido e irruptivo de sus trazos indistintos.

(Óleo realista-impresionista del pintor alemán Fritz van Uhde, El viaje difícil, 1890, Museo Neue Pinakothek, Munich, Alemania.)



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