La mamá le sacaba la chucha con las mismas manos gorditas con las que sabía hacer ese puré tan cremoso. Le hacía saltar las babas por el aire de un puro charchetazo. Después le decía, como pa cagarlo un poquito más, "hijo, golpearte me duele más a mí, que a ti". Ahí quedaba el cabro chico con carehueón pa la cagá, mirando la casa que el papá había comprado en cuotas, endeudándose la raja por 15