No es novedad para ninguno de uds. (a no ser que tengan algún título nobiliario o simplemente sean extranjeros) que con el advenimiento del Transantiago nuestra vida e intimidad cambió para siempre.
No solo por el hecho de que ahora andamos en el trasporte público cuan sardinas durante las horas peak, sino que hoy nos enfrentamos al peor flagelo que un joven varón puede verse expuesto en la plenitud de su existencia: Las Viejas tocadoras.
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