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Mi asno particular


Habitualmente solemos mostrar cierta docilidad con nuestros jefes. Cuando nacemos el azote que nos dan en el culo por beso de bienvenida es un preludio de futuras lagrimas de impotencia. Nos acostumbramos a las regañinas, a esas diarias broncas, más o menos intensas, que nos amargan la existencia. Nos empieza una (o un, seamos políticamente correctos) "seño" que permanece de por vida en nuestra memoria, luego los profesores del colegio, del instituto y de la facultad (algunos.. snif...), más tarde en la mili (algunos maromos pringaos ... juas!) un sargento nos abronca Hora sí hora también; por supuesto padres, abuelos y familiares varios; claro está, la pareja, la policía, la vecina de abajo e incluso algun supuesto amigo que a la mínima te suelta un chaparrón. Cualquier persona durante años soporta sobre la chepa cientos, miles de órdenes y reproches por todo aquello que no hicimos o no supimos hacer bien, pero llega un momento en que decimos basta, san seacabó (Santo patrón de l@s hart@s), y un cierto asco nos invade cuando otra riña cae sin motivo.

Qué agusto se queda uno cuando levanta la voz a un superior, y, teniendo que aguantar su indignación por el tono empleado, recibe al poco tiempo las disculpas del Gran Jefe y padre del superior ( lo tiene to) por las malas artes de su hijo y empleado. Con permiso: jajajajajajajajjajajajajaja es idiotaaaaaaaaaaaaaaaaaaa


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