(lanacion.com.ar)PEKIN.- La Argentina no está en condiciones de ganarle a Estados Unidos en una de las semifinales de los Juegos Olímpicos, que comenzará mañana a las 11.15 de nuestro país; aunque, vale aclararlo, si despliega un juego brillante, cercano a la perfección, de elevada efectividad, escasas pérdidas de balones y una gran defensa, podría tener ciertas posibilidades de concretar "la hazaña", como señaló ayer Emanuel Ginóbili.

Y no se encuentra en condiciones de vencer por varias razones.

1) Porque no existe el mismo respaldo del banco de suplentes que en Indianápolis 2002 y Atenas 2004, cuando se venció a los NBA utilizando casi 10 jugadores.

2) Porque varios jugadores clave no se encuentran en plenitud física, como Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Carlos Delfino y Antonio Porta.

3) Porque el desgaste físico del choque con Grecia no le permitirá a los titulares mostrarse en el mejor nivel durante 40 minutos.

4) Porque no estará Rubén Magnano dirigiendo al equipo, el gran estratega que sabía plantearle los partidos a este rival. La propuesta del actual entrenador no fue hasta aquí tan elaborada en cuanto a sistemas y tácticas como las del anterior DT.

5) Porque tampoco ocupará la base Pepe Sánchez, el atrevido conductor bahiense que conocía la idiosincrasia de los norteamericanos (vivió 7 años en Estados Unidos) y contaba con el estilo ideal para frenarlos con su andar pausado y juego inteligente.

Todo esto, visto desde el lado argentino. Si analizamos al rival, los argumentos sobre la casi imposibilidad de ganar aumentan pues, como ya se dijo, el actual plantel norteamericano es el más fuerte y capaz después del Dream Team 1 de Barcelona 92.

Un equipo que desde hace casi dos años sabe que para ganar la medalla dorada deberá vencer a la Argentina, rival contra el quiere tomarse una revancha histórica. Su concentración y su entrega serán superiores a las expuestas hasta el momento en Pekín.

Ahora bien ¿Qué debería hacer la Argentina para intentar vencer y asegurarse la medalla plateada? Primordialmente frustrarlos, quitarles esa elevadísima autoestima que derrochan en cada juego, a veces rozando la prepotencia. "Para derrotar a Cleveland es fundamental que LeBron James no meta volcadas; si las hace tomará confianza y será imparable", le recomendó a sus jugadores de los Spurs el técnico Gregg Popovich en las finales de 2007, que ganaron 4 a 0.

Esa es la sicología del jugador NBA. Con esa base debe plantear Sergio Hernández el partido, impidiendo que los norteamericanos corran, desplieguen su juego veloz, salten y la hundan en el aro. Los nuestros no pueden ir al cambio de gol por gol y entrar en el ritmo frenético. Hay que controlar el balón, jugar lento y trabajar con una partitura bien ensayada. El partido no debe jugarse en una cama elástica sino en un tablero de ajedrez.

Si ellos no despliegan su increíble capacidad atlética empezarán a perder confianza, primer paso para bajarles la dinámica, ponerlos en duda y aprovechar sus temores a perder.

Pero hay un interrogante más: ¿Le conviene a la selección nacional hacer otro gran desgaste sabiendo que, si pierde, en 48 horas deberá jugar por la medalla de bronce? No, sin duda que no es aconsejable dejar la vida en el intento, aunque el premio sea la gloria eterna. Pero, cómo explicarle y convencerlos de esto a gladiadores de la talla de Emanuel Ginóbili, Andrés Nocioni, Luis Scola, Fabricio Oberto, Carlos Delfino y Pablo Prigioni, que son lo que son, ganaron lo que ganaron y tienen todo lo que tienen gracias al coraje, el orgullo, el talento y ese sublime atrevimiento que no les permite tenerle miedo a nadie.

Nosotros, desde aquí, sentados frente a la computadora, analizamos todo con frialdad; ellos, allí en su búnker, sentirán la sangre hervir y estarán esperando el momento de asestar otro monumental golpe y conmocionar al mundo del basquetbol. Disfrutan de hacerlo y sólo piensan en grande, sin tantas cavilaciones y reparos como nosotros.