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Expreso Amazonas

Un nuevo Viaje por los ríos y una hermosa ciudad en el corazón de la selva amazónica. Un grupo de estudiantes Sanmartinenses embarcados en un viaje accidentado hacia a una convención internacional de educadores de inglés, en Iquitos.

El jueves 27 de julio, después de cuatro horas de viaje, con la felicidad de estar de nuevo en la ruta, llego al puerto de Yurimaguas. Tengo la esperanza de encontrarme con el resto del grupo. Casi 20 estudiantes de la escuela de Idiomas de la Universidad Nacional de San Martín –Tarapoto, en camino a una convención anual TESOL, para docentes y estudiantes de la carrera de enseñanza de Inglés.

Me doy con la decepción de no encontrar a mis compañeros. Les pedí que me esperaran hasta el día Jueves, pero se marcharon el miércoles por la tarde, dejándome “solo” con 3 días y dos noches de viaje en lancha, sin tener con quien hablar y ni un triste libro que leer.

En la lancha sospecho que tengo que esperar un día más debido a lo vacío de sus bodegas. Las cosas se pone interesantes cuando el capitán me informa que zarparemos esa misma noche, pues teníamos que ir a rescatar otra embarcación, que esta varada en un recodo del río Huallaga. La nave había partido el día anterior, pertenece a la misma compañía naviera y esta varada por casi 24 horas ¡Es la misma nave en que van mis apurados compañeros!

Un sentimiento poderoso de euforia, muy cercano a la maldad, me hace lanzar una sonora carcajada en la cara misma del capitán, a quien le explico todo para borrarle la cara de perro que pone al pensar que me estoy burlando de él. Voy por mi equipaje y recargo las baterías de la cámara de video, Casi no puedo dormir esperando el momento en que hagamos contacto con los “impacientes varados”, y filmar sus rostros de aburrimiento e impaciencia.

Al alba recibo la “triste” noticia de que la motonave de mis compañeros logr ó salir de la arena a las 2:00 a.m.. Mi oportunidad de gastarles una buena broma se fue, literalmente, al agua.

Recién en Iquitos podemos encontrarnos, a la espera de que alguna alma caritativa nos diga donde recogemos nuestras credenciales, donde se hará la ceremonia de apertura de la convención, en que salones se harán los talleres, en fin, que alguien nos diga donde podemos solicitar información. Esta situación de incertidumbre y caos se repetiría durante los tres días de duración de la convención.

Durante el descanso me narran la “odisea” que les tocó vivir en la motonave después de quedar atascados en la arena. La comida a bordo les supo a peste y algunos no comieron durante tres días, los mosquitos los devoraron en una isla, una compañera sufrió un colapso nervioso, le recordaron la madre al capitán y a toda la tripulación, y con ayuda de un abogado argentino judío armaron una trifulca del carajo hasta lograr que el capitán les devuelva parte del costo del pasaje.

A mi me extraña mucho lo que me narran, porque nunca, en los muchos viajes que hice con esa compañía, he tenido problemas. Creo que parte del problema fueron mis compañeros, pues en Iquitos algunos de ellos resaltan por una actitud negativa y arrogante.

La convención transcurre sin pena ni gloria, salvada solo por algunos conferencistas de primer nivel. Algunos de ellos vienen desde Sudáfrica, China, Inglaterra y EE.UU. Sin embargo, el calor y lo aburrido de algunas de las presentaciones provocan que más de un participante se entregue a los brazos de Morfeo en media conferencia y en la cara de el/la conferencista.

El penúltimo día las organizadoras de la convención, a manera de consuelo, nos brindaron un show artístico digno de resaltar.

El día de la clausura, después de un mea culpa por parte de los organizadores, la pasamos a oscuras debido a un inoportuno apagón. Los ánimos se ponen mejor en la discoteca en donde se hace la fiesta de despedida.

La mañana del Jueves 3 de Agosto me despierta con un zumbido de abejorro en los oídos debido al ruido de la discoteca. La mala voluntad del DJ de la disco llenó la noche de reaggueton monótono, dejándome solo el consuelo de una salsa y de un par de merengues hasta que volví al hotel.

Esa misma tarde, solo diez valientes tomamos la motonave de regreso a Yurimaguas. El resto se regresa en avión, decididos a pagar su alto costo con tal de no volver a pasar por el “suplicio” de viajar en lancha. Nosotros la pasamos bien, perdidos en la belleza de los atardeceres, gastándonos bromas los unos a los otros, y contándonos nuestros sueños. Tenemos el tiempo de sobra para conocernos más. Al medio dia del domingo 6 de Agosto llegamos al puerto de Yurimaguas, con la pena de saber que nuestro viaje llega a su fin.



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