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Novela sobre Popeye: ¿Ser pillo paga? [Alias JJ]

Ha llegado la hora de asistir a otro de los estrenos insoportables del Canal Caracol de las 10 de la noche: la Novela sobre Popeye. Y es insoportable porque, en este horario, o es gritonovela (La suegra, El Tesoro), o culebrón infumable (Sinú, río de pasiones), o lo peor: bionovela de delincuentes (La Viuda negra).

Dicen los defensores del género de la bionovela de delincuentes que “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Lo malo es que ya nos la han repetido hasta la saciedad. Y es hora de sentar una voz de protesta.  Yo no veo  que los canales privados nacionales estén por narrarnos otras etapas de nuestra historia patria como el Frente Nacional, La Guerra de los Mil días o la masacre de las bananeras, por ejemplo. Y es que tanto Caracol como RCN tienen buena cuota de responsabilidad en hacer del narcotraficante un personaje sobreexplotado como en la novela sobre Popeye.

novela sobre popeye sicario de pablo escobar

En los últimos 10 años, casi que todos los años tenemos la narconovela de turno: El Cartel (I y II), Las muñecas de la mafia,  La reina del sur, El Capo ( I, II y hasta III), Escobar, el patrón del mal, Tres Caines, Alias El Mexicano, La Viuda Negra, El Señor de los Cielos ( I, II, III y no se extrañen que la IV), Sin tetas no hay paraíso/Sin tetas sí hay paraíso, Tiro de gracia, Bloque de búsqueda, En la boca del lobo… así como solo por nombrar algunas de lado y lado.

Está bien, John Jairo Velásquez, jefe de sicarios de Pablo Escobar, y en quien se inspira Alias JJ, desde 2014 pagó sus deudas con la justicia. Pero la sanción social debe ser marginarlo de cualquier protagonismo mediático. Él solo representa antivalores, y aunque ya no esté delinquiendo desde su salida de prisión, que lo vuelvan un personaje de culebrón, solo idealiza en el colectivo social que lo que él ha hecho está bien, y ese es un mensaje errado. Creo que, aparte de que ya el género de la bionovela de por sí está más que desgastado, el criterio para elegir de quien hacerla cada vez raya límites vergonzosos.

Y no me vengan con cuentos de que haciendo una novela sobre Popeye se busca exaltar a las víctimas. Creo que los familiares de las victimas del vuelo 203, siniestrado en noviembre de 1989, lo último de lo que quieren saber es de cómo Caracol se lucra con la historia edulcorada del hampón que acabó con la vida de sus familiares. Ahí hay hijos que quedaron huérfanos, mujeres que quedaron viudas, familias destrozadas por quien hoy parece ser la nueva “estrella” del horario de las 10 de la noche.

Sobre la novela sobre Popeye, contra la cual solo tengo los peores epítetos, no hay nada nuevo bajo el sol: la misma basura de todas las narconovelas: el viaje de “la merca” del “patrón”. Camionetas, armas, plomo, ajustes de cuentas a los sapos, escenas sexuales innecesarias, acento paisa fingido, la mujer como objeto sexual. Sin mucha solución de continuidad, JJ se entrega e ingresa a la cárcel y lo reciben con fiesta y hasta arma su matrimonio, con otra fiesta, champaña y jacuzzi. La cárcel paisa era toda una recocha digna de un kínder.

Qué vergüenza. Pero en la cárcel en Bogotá, la cosa fue a otro precio, ya que comenzaba la guerra entre los detenidos de los carteles, y claro, más violencia innecesaria en escena ¿Alguien entendió ese “secuestro” de la mujer de “JJ”? Tras él, las noticias de la caída de Escobar, tan aséptica que dio pena ajena. Lo dicho: este primer episodio de la novela sobre Popeye parecía hecho por un oligofrénico.

En materia actoral, Juan Pablo Urrego no es más que el figuretti de medio pelo que personifica al lavaperros de Escobar. Ni dos minutos de la novela sobre Popeye habían pasado, y ya teníamos el primer muerto. Y en menos de 10 minutos de emisión, el sicariato seguía al aire, con el asesinato de Carlos Mauro Hoyos, procurador general de aquel entonces. Ni el papel de Natasha Klauss como una supuesta periodista víctima me pareció convincente. Juan Pablo Franco hace de Pablo Escobar en ambos lados del espectro electromagnético, porque algo hay que hacer para tragar. Del resto, personajes anodinos, tan propios de este tipo de producciones de tres centavos, dos de ellos invertidos en el hortera traje de la mujer de Alias JJ.

Por eso mi campaña desde aquí es hacer una gran apagatón contra Caracol. Mi estrategia comienza apagando masivamente los televisores desde las 9:00 p.m. Así como a Pablo Escobar y sus secuaces les importaron muy poco las víctimas colaterales de sus atentados terroristas, con los que enlutaron a un país entero, que el bodrio de Polvo carnavalero sea quien pague el plato roto del desatino de seguir apostando por productos que enlodan nuestra imagen como la novela sobre Popeye.

¿De qué sirve que se indignen porque una modelo o un caricaturista extranjeros digan o insinúen que nuestros deportistas o personajes destacados vienen del “país de la droga”, si en la parrilla nacional no hacen sino repetirnos ese  disco rayado, año tras año? ¿A dónde va todo el discurso vacío de la “responsabilidad social empresarial” del canal de La Floresta, si año sí y año también hacen este tipo de telenovelas? Da vergüenza ver al comité de aplausos y loas inmerecidas en redes sociales del Canal Caracol alabando una porquería como Alias JJ, la novela sobre Popeye. Sinceramente, ser pillo paga.

[Alias JJ]

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