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Grecia, un país ‘alérgico’ a las leyes

ATENAS — Existen dos acepciones para el neologismo “nomofobia”. La primera es el miedo a salir de casa sin el teléfono móvil. La otra, mucho Menos conocida, tiene que ver con la fobia a las leyes. Mientras que la primera es un fenómeno global creciente, la segunda define a la perfección la idiosincrasia social griega.

Tal vez no sea casualidad que una de las personas a las que se atribuye la autoría del aforismo “la única regla es que no hay reglas” fuese un griego. Concretamente el exitoso armador Aristóteles Onassis, una de las figuras nacionales más importantes del siglo XX.

Verdad o no, la frase es aplicable al código cotidiano que impera en Grecia. Porque bien puede decirse que, en relación a muchas cosas, en el país heleno no hay normas. O, al menos, que las que hay no son obligatorias sino optativas.

Los ejemplos no son pocos y se perciben a simple vista. Gran parte de los motociclistas no llevan puesto el casco o lo llevan bajo el brazo. En los bares y restaurantes se fuma a pesar de que una ley prohíbe el consumo de tabaco en espacios públicos.

Las paredes y los trenes están plagados de grafitis y pintadas. Tanto las paradas en los pasos peatonales como otros aspectos del código de circulación no son acatados. Y no son pocas las personas que no pagan el transporte público.

Las situaciones anárquicas Han Sido desde siempre inherentes a la naturaleza griega. “La gente trata de justificar como sea sus propias acciones incluso si no cumplen la ley y así se crea una especie de efecto en cadena en el que todos tienden a comportarse como lo hace el resto”, analiza Yannis Karentelos, profesor de Sociología en la Universidad Panteion de Atenas.

En Muchos Casos la mentalidad de no ser menos que el vecino en lo que a saltarse las normas se refiere se ha transmitido de generación en generación sin que el Estado haya hecho apenas nada por evitarlo.

Las causas y raíces son de difícil diagnóstico, pero el consenso popular, defendido por Karentelos, apunta en gran medida a los problemas y convulsiones que históricamente ha atravesado Grecia a lo largo de los siglos y que puede remontarse incluso a los tiempos de la ocupación otomana, entre los siglo XV y XIX.

Las agitadas décadas posteriores a la independencia (1832) y las continuas injerencias occidentales provocaron frecuentes periodos de inestabilidad que fueron asentando los cimientos de un pueblo enfrentado al Estado.

Según dicho consenso, este caldo de cultivo hizo que poco a poco los ciudadanos decidieran no respetar la ley como respuesta a lo que era percibido de alguna forma como poca consideración de una élite gobernante muchas veces corrupta hacia sus ciudadanos.

Al mismo tiempo, las autoridades apenas han dedicado esfuerzos a atajar estas conductas. Las leyes existen, pero pocas veces se aplican.

De esta forma, la idea de que las represalias legales son muy poco probables han ayudado a consolidar definitivamente dicha forma de actuar.

Así, los grafiteros han hallado un paraíso en las calles de Atenas debido a la escasa probabilidad de multa. Lo mismo puede decirse la ley antitabaco o del uso del casco.

Pero no todas las leyes se miden con la misma vara. Mientras que en las relativas al civismo el Estado mira para otro lado, las concernientes a la implacable fiscalidad que ha asfixiado al país en las últimos años han sido aplicadas al pie de la letra, al menos a los trabajadores por cuenta ajena. Entre los autónomos sigue imperando el famoso adagio “hecha la ley, hecha la trampa”.

Nadie ha podido escapar a las interminables subidas de impuestos, bajadas salariales, creación de nuevas tasas y congelación de pensiones. Nadie, a excepción de aquellos que han esquivado a las autoridades por medio de la evasión fiscal, ya sea por codicia o por supervivencia.

Cambiar de raíz unos hábitos tan arraigados será siempre una quimera. Sin embargo, de acuerdo al profesor Karentelos, las nuevas generaciones se muestran en muchos casos más respetuosas y temerarias de las consecuencias que puedan tener algunos comportamientos que infrinjan las normas.

“Más o menos puede decirse que las personas más mayores suelen ser así porque es la forma en la que todo les ha venido dado. La actitud de los jóvenes hacia muchas de estas cosas, por el contrario, es más civilizada”, señala.



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