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Un fraude a nivel global?






Mientras la economía colapsa, se destapan las falsa estadísticas de la pandemia. Entrevista al estadounidense Dr. Rashid Buttar.  ¿quién es este médico? ¿Y qué datos aporta?

El Dr. Rashid Buttar es Biólogo por la Universidad de Washington. Se formó en cirugía general y medicina de emergencia. Especialista en toxicología clínica. Actualmente es Director Médico de los “Centers for Advanced Medicine” con clínicas en California y Carolina del Norte.

Son clínicas especializadas en el cuidado de pacientes con inmunodeficiencia a causa de distintas enfermedades. Durante más de 20 años el Dr. Buttar ha sido reconocido como uno de los 50 mejores doctores de EEUU. Autor del best seller “Los 9 pasos para mantener al doctor alejado”

Junto a otros doctores que se atreven a dar la cara, Buttar está denunciando el fraude que está siendo perpetuado en todo el mundo por la OMS, el CDC, Bill Gates y los medios de comunicación. Denuncia la histeria colectiva que está siendo propagada para aterrorizar a la población.

Jerome Adams, Ministro de Sanidad de EEUU, le da la razón al anunciar q han abandonado la OMS y el modelo del CDC, pidiendo a la OMS que rinda cuentas por sus actuaciones y prometiendo investigar la respuesta dada, las falsas declaraciones y el encubrimiento de esta organización.

En 2015, a pesar de existir una moratoria del gobierno del 2014 que prohibía la investigación quimérica, término que incluye la modificación genética llevada a cabo en laboratorio para fortalecer un Virus, se desveló en la revista Nature un artículo que demostraba que estos estudios prohibidos se habían llevado a cabo en la “University of NC at Chapel Hill”.

“Habían cogido la secuencia SHC010 del Coronavirus, el componente antígeno superficial, lo mezclaron junto con el núcleo del coronavirus SARS y le añadieron VIH y genes ortólogos para crear un virus “gain-of-function” más dañino. Anthony Fauci, consejero por años del gobierno de EEUU en distintas administraciones, se saltó la ley, fue contra la moratoria del gobierno y 3,7 millones de dólares fueron transferidos a Wuhan para poder continuar con esta investigación.”

El Dr. Buttar señala así q fue Fauci quien financió la investigación que ha llevado ahora al COVID19. Es sospechoso que Fauci predijera en 2017 en la Universidad de Georgetown que “habrá una pandemia a la que esta presidencia se enfrentará”, refiriéndose a Trump. ¿Cómo lo sabía?

En cuanto a la distancia de seguridad dice “no hay ningún virus que salte 2 ni 4 metros! Simplemente desafía toda lógica de lo q sabemos de ciencia y medicina.” “Los tests que están haciendo como el RT-PCR, está demostrado que no puede usarse para fines diagnósticos, solo puedes hacerlo cuando algo tiene una secuencia genética que ha sido identificado. Y como no es suficiente, para justificar el número de muertes que se quiere alcanzar con esta pandemia, están haciendo que doctoras y enfermeras cambien los certificados de defunción diciendo que el COVID19 es la primera causa de muerte. Y si no es suficiente, ahora hay un mandato en todos los Estados, yo mismo lo he recibido, enviado a cada doctor de cada junta médica estatal, diciendo que no hay necesidad de hacer tests. Todo aspecto científico ha sido cogido y tirado al Water. Los aspectos básicos del funcionamiento del sistema humano están siendo ignorados. Todo lo que sabemos de virología y enfermedades infecciosas está siendo obviado. Los postulados de Koch han sido ignorados. Hay falsos positivos que proceden de tests que sabemos que no son adecuados. Y lo que realmente me molesta es que hay miles, decenas de miles de doctores y científicos ahí fuera que lo SABEN, que esto es un fraude y no están diciendo nada. Bien porque temen el ostracismo social o ser señalados y difamados o tienen miedo de perder su licencia.”

   
“¡Por Dios! Esto está cambiando el planeta. Y todo científico y médico q sepa que esto es una tapadera tiene q abrir la boca y hablar”. “Los medios de comunicación propagan vídeos de hospitales de un país y otro usando las mismas imágenes, la misma persona muriendo muchas veces!”

“Están usando maniquíes para enseñar gente muriendo y ni siquiera pueden mostrar ambulancias que estén haciendo algo, están todas aparcadas, la gente está sentada, jugando al ajedrez y a las cartas, porque no tienen nada que hacer. Pero se está introduciendo un plan de miedo”

“Miedo y más miedo. El miedo aumenta la secreción de adrenalina, provocando más estrés e inquietud emocional. Todo ello reduce tu sistema inmune y te hace más susceptible. Y ahora viene el aspecto financiero, una crisis económica que causará más estrés aún”

La entrevista completa no tiene desperdicio. Cada cual ha de analizar los hechos, pensar por sí mismo y sacar sus propias conclusiones. Comparte si crees que es importante.






¿Y si la población mundial ha sido aterrorizada y encerrada en base a datos y a cálculos “científicos” erróneos? ¿Y si los gobiernos se han dejado impresionar y presionar para imponer el encierro y la paralización económica sin el debido fundamento?
La versión oficial, la de la OMS y de las agencias internacionales de noticias, se resquebraja poco a poco. Cada vez son más los estudios, los virólogos e infectólogos y los datos objetivos que cuestionan las características atribuidas a la enfermedad, los tratamientos aplicados y las políticas de prevención adoptadas.
A partir de los estudios de John Ioannidis (Stanford), de la Universidad de Columbia y de la University of Southern California (agradezco estos datos a Aldo Mazzucchelli y a Rafael Bayce), así como de los resultados de autopsias en Italia, coincidentes con previsiones de varios especialistas que en su momento fueron acusados y descalificados, hoy están en duda:
 Los niveles de mortalidad del coronavirus, por cuanto varios estudios (tripulación de un barco infectado, de un grupo de mujeres embarazadas, y un testeo realizado en Los Angeles) han demostrado que un porcentaje importante de la población en contacto con la enfermedad estaba infectada sin haber sufrido síntomas, por lo que la peligrosidad del virus sería muy inferior a la estimada y muchos de los “encerrados” estarían ya inmunizados. Añado que las estimaciones apocalípticas de Ferguson (usadas para “convencer” a Boris Johnson) fallaron en toda la línea.
 Los efectos físicos del virus, que consistirían en una interacción con la sangre que genera trombos (coágulos) en los pulmones. Eso significaría que el tratamiento aplicado (que no incluye anticoagulantes y prohibe medicamentos como la aspirina) sería erróneo, con la consecuencia de que se estaría atribuyendo a peligrosidad del virus lo que en realidad se debe a un ineficaz tratamiento.
 Los datos de muertes y cantidad de infectados, que ya eran dudosos antes, son objeto de reiteradas denuncias según las que se atribuyen al coronavirus muertes que tienen otras causas o concausas. Vale decir que miles de muertes de pacientes “con” coronavirus se clasifican como muertes “por” coronavirus. También parecen exagerados los datos sobre el colapso de los centros hospitalarios, que en algunos casos no fueron tales y, en otros casos, se producen a menudo sin coronavirus.
Si uno se guía por la información que día a día difunde la prensa, nada de esto sería cierto. De hecho, los primeros expertos que se atrevieron a cuestionar la versión y las políticas oficiales fueron estigmatizados. Se los descalificó y atacó en formas inadmisibles, incluidas denuncias y amenazas de privarlos de cargos y de reconocimientos académicos. Ya esa reacción revela un sospechoso interés extra científico en la preservación del dogma oficial.
En base a ese dogma, se impuso en el mundo el encierro voluntario o compulsivo (inconstitucional) de muchos millones de personas. Se paralizó la economía, se privó de enseñanza a los niños, se postergó la atención de pacientes por otras enfermedades y se suspendieron elementales contactos humanos, afectivos y sociales. En la mayor parte de los países, incluido Uruguay, la situación sigue hasta hoy, pese a que los argumentos para sostenerla empiecen a debilitarse para crecientes círculos de la sociedad.
¿Por qué aceptaron los gobiernos imponer esas políticas draconianas sin investigar más a fondo sus fundamentos?
Hay respuestas variadas. Muchos gobernantes se plegaron mansamente, con mayor o menor entusiasmo, a la receta avalada por la OMS y por los grandes medios de comunicación. A otros les sirvió para asumir más poder, o para paralizar protestas sociales, o para dilatar elecciones que podrían serles desfavorables. Finalmente, los que intentaron resistirse, quizá pensando en sus propios intereses políticos, como es el caso de Trump, Johnson, Bolsonaro o López Obrador, fueron y siguen siendo visiblemente presionados para que acaten las políticas indicadas por la OMS, al punto de ser prácticamente ignorados o desacatados por miembros de sus propios gobiernos.
¿Por qué todo esto?
A estas alturas es imprescindible separar a la enfermedad de las políticas recomendadas e impuestas para combatirla.
Como ya vimos, la enfermedad es un gran signo de interrogación. No se conoce el origen real del virus, ni su naturaleza, ni su verdadera capacidad de contagio, ni su mortalidad (es imposible saberlo sin conocer el universo de los infectados) y, según está quedando en evidencia, tampoco se conocen los procedimientos más adecuados para tratarlo.
Otra cosa son las politicas adoptadas ante él. El aislamiento, el encierro, la paralización económica, medidas autoritarias e inconstitucionales contra la libertad ambulatoria y contra la libertad de expresión, el miedo generalizado y alentado por un constante bombardeo mediático, la censura y el ataque social contra los transgresores e incluso contra las voces técnicas disidentes, han sido el “tratamiento” político para una enfermedad que no tiene aun un tratamiento terapéutico claro.
No existen antecedentes de una paralización mundial de este tipo. Y cada vez hay más razones para sospechar que existe una desproporción entre los riesgos de la enfermedad y las medidas adoptadas para prevenirla. En el Uruguay, por ejemplo, en casi un mes y medio de declarada la emergencia, han fallecido alrededor de una decena de personas con coronavirus y –dato nada menor- con otras enfermedades crónicas importantes.
Probablemente haya que esperar a que termine el año, y se pueda comparar en los distintos países el total de muertes de este año con los de otros años, para tener una noción más o menos certera de la entidad de la declarada pandemia.
La pregunta del millón sigue siendo por qué se impusieron políticas tan drásticas habiendo tanta incertidumbre respecto a la enfermedad.
No hay mucha duda de que el agente político-técnico que legitimó las medidas fue la OMS, pero no puede saberse con exactitud quien las inspiró realmente, aunque cada vez se mira con más desconfianza a las empresas farmacéuticas que la financian.
Si bien no se puede definir quién o quiénes decidieron políticamente el asunto, algo es claro: no fueron los gobiernos, que en la mayoría de los casos se limitaron a aplicar, muchas veces sin cumplir requisitos democráticos o constitucionales, los protocolos que les llegaban ya elaborados.
Aun con esa incertidumbre, algo que uno puede hacer es seguir el rastro del dinero. ¿Quién ganará con esta crisis económica mundial impuesta?
Hay dos rastros claros. Uno, como ya vimos, conduce a las compañias farmaceuticas, que se están embolsando miles de milones de dólares para investigar en busca de la vacuna. El otro, para variar, conduce al sistema financiero, con el que deberán endeudarse todos los Estados para soportar los efectos de la crisis.
No puedo afirmar mucho más. No sé qué papel le toca a China en el asunto, ni si saldrá de él gananciosa o perdidosa. Pero es evidente que, para el sistema financiero, para la industria farmacéutica y seguramente para ciertos especuladores bursátiles, este mundo en crisis sanitaria y económica es un paraíso.
Al resto, a la enorme mayoría de la humanidad, nos queda el miedo (que subsiste y subsistirá mientras que la televisión, google, yahoo, etc., nos hablen el día entero de “la guerra contra el coronavirus”). Nos queda también el endeudamiento, la pérdida de empleos, la reducción de ingresos, las secuelas físicas y psíquicas del aislamiento y el encierro. Eso en las sociedades más o menos solventes, porque, en otros lugares del mundo, las muertes por hambre y desatención se contarán por millones.
Por último, queda algo que, cuando se puedan evaluar las reales dimensiones de la enfermedad, quizá nos avergüence: la evidente disposición a renunciar, por miedo, a la libertad y a las garantías democráticas, el sometimiento irracional a los argumentos pretendidamente científicos, al bombardeo mediático y a las órdenes autoritarias. Y, sobre todo, el antecedente de acatamiento a una autoridad supranacional, como la de la OMS, que no es puramente técnica ni se asume como política, y que actúa co-financiada por poderosos intereses privados.
Cabe señalar que ese acatamiento se produjo prescindiendo en gran medida de los parlamentos y de los poderes judiciales (declarados en feria sanitaria), actuando los poderes ejecutivos como brazos ejecutores de las “recomendaciones” de la OMS.
Me dirán que nada de esto es nuevo. Y es cierto. Pero convengamos que el coronavirus le ha sacado descaradamente el tapabocas a la realidad.




Golpe de Estado a la Humanidad Ex Coronel de Inteligencia Ruso








La pandemia y el sistema-mundo


Siete publicaciones han decidido asociarse en esta ocasión especial para publicar colectiva y simultáneamente este texto de Ignacio Ramonet. Estos medios son : NODAL, Le Monde diplomatique en español(España), Le Monde diplomatique Edición Cono Sur El Diplo (Buenos Aires), Le Monde diplomatique Edición Chilena (Santiago de Chile), La Jornada (México), Cubadebate(Cuba) y Mémoire des luttes (Francia).



UN HECHO SOCIAL TOTAL
Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud. Surgido hace apenas cien días en una lejana ciudad desconocida, un virus ha recorrido ya todo el planeta, y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles de millones de personas. Algo sólo imaginable en las ficciones post-apocalípticas…
A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de « hecho social total », en el sentido de que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores.
La humanidad está viviendo -con miedo, sufrimiento y perplejidad- una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del « fin de la historia » es una falacia… Descubriendo que la historia, en realidad, es impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes[1]. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como sacudidas por un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual.



Hace apenas unas semanas, decenas de protestas populares se habían generalizado a escala planetaria, de Hong Kong a Santiago de Chile, pasando por Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, París, Barcelona y Bogotá. El nuevo coronavirus las ha ido apagando una a una a medida que se extendía, rápido y furioso, por el mundo… A las escenas de masas festivas ocupando calles y plazas, suceden las insólitas imágenes de avenidas vacías, mudas, espectrales. Emblemas silenciosos que marcarán para siempre el recuerdo de este extraño momento.
Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso ‘efecto mariposa’ : alguien, al otro lado del planeta, se come un extraño animal y tres meses después, media humanidad se encuentra en cuarentena… Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y acaba por influenciar el conjunto.
Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los científicos -como antaño hacia la religión- implorando el descubrimiento de una vacuna salvadora cuyo proceso requerirá largos meses. Porque el sistema inmunitario humano necesita tiempo para producir anticuerpos, y algunos efectos secundarios peligrosos pueden tardar en manifestarse…
La gente busca también refugio y protección en el Estado que, tras la pandemia, podría regresar con fuerza en detrimento del Mercado. En general, el miedo colectivo cuanto más traumático más aviva el deseo de Estado, de Autoridad, de Orientación. En cambio, las organizaciones internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, Banco Mundial, OEA, OMC, etc.) no han estado a la altura de la tragedia, por su silencio o por su incongruencia. El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo… Desacreditada por su complicidad estructural con las multinacionales farmacéuticas[2], la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de suficiente autoridad para asumir, como le correspondía, la conducción de la lucha global contra la nueva plaga.
Mientras tanto, los Gobiernos asisten impotentes a la irrefrenable diseminación por todos los continentes[3] de esta peste nueva. Contra la cual no hay ni vacuna, ni medicamento, ni cura, ni tratamiento que elimine el virus del organismo[4]… Y eso va a durar[5]… Mientras el germen siga presente en algún país, las re-infecciones serán inevitables y cíclicas. Lo más probable es que esta epidemia no logre pararse antes de que el microbio haya contagiado en torno al 60% de la humanidad.
Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto ‘normal’. Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas, o por pasear su perro. Aceptamos que nuestro móvil nos vigile y nos denuncie a las autoridades. Y se está proponiendo que quien salga a la calle sin su teléfono sea sancionado y castigado con prisión.
El largo autismo neoliberal es ampliamente criticado, en particular a causa de sus políticas devastadoras de privatización a ultranza de los sistemas públicos de salud que han resultado criminales, y se revelan absurdas. Como ha dicho Yuval Noah Harari : « Los Gobiernos que ahorraron gastos en los últimos años recortando los servicios de salud, ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia[6]. » Los gritos de agonía de los miles de enfermos muertos por no disponer de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) condenan para largo tiempo a los fanáticos de las privatizaciones, de los recortes y de las políticas austeritarias.
Se habla ahora abiertamente de nacionalizar, de relocalizar, de reindustrializar, de soberanía farmacéutica y sanitaria. Se vuelve a usar una palabra que los neoliberales estigmatizaron, acorralaron y desterraron : solidaridad. La economía mundial se encuentra paralizada por la primera cuarentena global de la historia. En el mundo entero hay crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Unos ciento setenta países (de los ciento noventa y cinco que existen) tendrán un crecimiento negativo en 2020. O sea, una tragedia económica peor que la Gran Recesión de 1929. Millones de empresarios y de trabajadores se preguntan si morirán del virus o de la quiebra y del paro.
David Beasley, Director ejecutivo del Programa Alimentario Mundial (PAM), ha alertado sobre la situación catastrófica que se avecina : « Estamos al borde de una ‘pandemia de desnutrición’. El número de personas que sufren de hambre severa podría duplicarse de aquí a final de año, superando la cifra de 250 millones de personas…[7] » Nadie sabe quién se ocupará del campo, si se perderán las cosechas, si faltarán los alimentos, si regresaremos al racionamiento… El apocalipsis está golpeando a nuestra puerta.
La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa, el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas. De pronto, lavada de la mugre de la polución, la naturaleza ha vuelto a lucir tan hermosa… Como si el ultimátum a la Tierra que nos lanza el coronavirus fuese también una desesperada alerta final en nuestra suicida ruta hacia el cambio climático : « ¡Ojo ! Próxima parada : colapso. »
En la escena geopolítica, la espectacular irrupción de un actor desconocido -el nuevo coronavirus- ha desbaratado por completo el tablero de ajedrez del sistema-mundo. En todos los frentes de guerra -Libia, Siria, Yemen, Afganistán, Sahel, Gaza, etc.-, los combates se han suspendido… La peste ha impuesto de facto, con más autoridad que el propio Consejo de Seguridad, una efectiva Pax Coronavírica…
En política internacional, la pavorosa gestión de esta crisis por el presidente Donald Trump asesta un golpe muy duro al liderazgo mundial de los Estados Unidos que no han sabido ayudarse ellos ni ayudar a nadie. China en cambio, después de un comienzo errático en el combate contra la nueva plaga, ha conseguido recobrarse, enviar ayuda a un centenar de países, y parece sobreponerse al mayor trauma sufrido por la humanidad desde hace siglos. El devenir del nuevo orden mundial podría estar jugándose en estos momentos…
De todos modos, la impactante realidad es que las potencias más poderosas y las tecnologías más sofisticadas han resultado incapaces de frenar la expansión mundial de la covid-19[8], enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2[9], el nuevo gran asesino planetario.
EL CORONAVIRUS
La cifra de víctimas no cesa de crecer… A la hora en que redactamos estas líneas, el número de fallecidos supera los ciento cincuenta mil… El de los contaminados sobrepasa los dos millones y medio… Y los confinados en sus viviendas son más de cuatro mil millones… Esto último tampoco había ocurrido jamás… Las palabras ‘confinamiento’ y ‘cuarentena’ que parecían pertenecer a tiempos olvidados y al léxico medieval se han convertido en vocablos usuales. Los que mejor ilustran finalmente nuestra actual anormal normalidad.
Hay controversia, al más alto nivel[10], sobre el origen de este virus aparecido en Wuhan (Hubei, China). Como no se ha identificado todavía al ‘paciente cero’[11], o sea el primer contagio de animal a humano, varias especulaciones circulan. Por una parte, autoridades de Pekín acusaron al ejército estadounidense de haber fabricado el germen en un laboratorio militar de Fort Detrick (Frederick, Maryland) como arma bacteriológica para frenar el ascenso chino en el mundo, y de haberlo dispersado en China con ocasión de los Juegos Militares Mundiales, una competición disputada en octubre de 2019, precisamente… en Wuhan[12]. Por otra parte, en Estados Unidos, el propio presidente Trump incriminó repetidas veces a Pekín[13], después de que el influyente senador republicano de Arkansas, Tom Cotton, presentado a veces como el próximo director de la Central Intelligence Agency (CIA), culpara a científicos militares chinos[14] de haber producido el nuevo germen en un laboratorio «de virología y bioseguridad» localizado también… en Wuhan[15].
Ampliamente difundidas por los adeptos conspiracionistas de las ‘teorías del complot’ de ambos bandos, estas versiones contradictorias (hay otras[16]) han circulado mucho por las redes sociales[17]. Tienen escaso fundamento. Estudios científicos solventes descartan que el nuevo coronavirus sea un arma biológica de diseño liberada intencionadamente o por accidente[18] : « Nuestros análisis demuestran claramente que el SARS-CoV-2 no es una construcción de laboratorio ni un virus deliberadamente manipulado[19]. » afirmó tajantemente el profesor de la Universidad de Sydney (Australia) Edward C. Holmes, el mejor experto mundial del nuevo patógeno.
Ignoramos aún muchas cosas de este agente infeccioso : no sabemos, por ejemplo, si ya ha mutado o si va a mutar… Ni por qué infecta más a los hombres que a las mujeres. Ni cuáles son los determinantes que hacen que dos personas de características semejantes -jóvenes, sanas, sin patologías asociadas- desarrollan formas opuestas de la enfermedad, leve una, grave o mortal la otra. Ni por qué los niños casi nunca tienen formas graves de la infección. Ni si los enfermos curados siguen transmitiendo la plaga, ni si quedan realmente inmunizados…
Pero existe un amplio acuerdo entre los investigadores internacionales[20] para reconocer que este nuevo germen ha surgido del mismo modo que otros anteriormente : saltando de un animal a los seres humanos… Murciélagos, pájaros y varios mamíferos (en particular los cerdos) albergan naturalmente múltiples coronavirus. En los humanos, hay siete tipos de coronavirus conocidos que pueden infectarnos. Cuatro de ellos causan diversas variedades del resfriado común. Y otros tres, de aparición reciente, producen trastornos mucho más letales como el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS), emergido en 2002 ; el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), surgido en 2012 ; y por último esta nueva enfermedad, la covid-19, causada por el SARS-CoV-2, cuyo primer brote se detectó, como ya dijimos, en el mercado de mariscos de Wuhan en diciembre de 2019. Este nuevo germen tendría al murciélago como ‘huesped original’ y a otro animal aún no formalmente identificado -¿el pangolín[21] ?-, como ‘huésped intermedio’ desde el cual, después de volverse particularmente peligroso, habría saltado a los humanos.
Lo que no se acaba de entender es ¿por qué, si ya convivimos con otros seis coronavirus y los tenemos globalmente controlados, este nuevo patógeno ha provocado tal colosal pandemia ?¿Qué tiene de particular este germen? ¿Por qué su rapidez de infectación ha desbordado las previsiones de las mejores autoridades sanitarias del mundo?
Sin duda, como se ha repetido mucho, condiciones ajenas al virus como la velocidad actual de las comunicaciones, la hipermovilidad y la intensidad de los intercambios en la era de la globalización han favorecido su propagación. Obvio. Pero entonces ¿ por qué el SARS en 2002 o el MERS en 2012, también causados por nuevos coronavirus, no se ‘globalizaron’ de igual manera en todo el planeta?
Para responder a estas preguntas, lo primero que hay que recordar es que « los virus son inquietantes porque no están vivos ni muertos. No están vivos porque no pueden reproducirse por sí mismos. No están muertos porque pueden entrar en nuestras células, secuestrar su maquinaria y replicarse. Y en eso son eficaces y sofisticados porque llevan millones de años desarrollando nuevas maneras de burlar nuestro sistema inmune[22]. » Pero lo que distingue específicamente al SARS-CoV-2 de otros virus asesinos es precisamente su estrategia de irradiación silenciosa. O sea, su capacidad de propagarse sin levantar sospechas, ni siquiera en su propia víctima. Por lo menos durante los primeros días del contagio en los que la persona infectada no presenta ningún síntoma de la enfermedad.
Ignoramos con certeza por qué el virus viaja tan rápidamente, pero lo que sabemos es que, desde el momento en que penetra -por los ojos, la nariz o la boca- en el cuerpo de su víctima ya comienza a replicarse de modo exponencial… Según la investigadora Isabel Sola, del Centro Nacional de Biotecnología de España : « Una vez dentro de la primera célula humana, cada coronavirus genera hasta 100.000 copias de sí mismo en menos de 24 horas…[23] » Pero además, otro rasgo singular y astuto de este patógeno es que, al invadir un cuerpo humano, concentra su primer ataque, cuando aún es indetectable, en el tracto respiratorio superior de la persona infectada, desde la nariz a la garganta, donde se replica con frenética intensidad. Desde ese momento, ya esa persona –que no siente nada– se convierte en una potente bomba bacteriológica y empieza a diseminar masivamente en su entorno -simplemente al hablar o al respirar- el virus letal…
Esta es la característica principal, la fatal singularidad de este nuevo coronavirus. En China, hasta el 86% de los contagios se debieron a personas asintomáticas, sin signos detectables de la infección. En la Universidad de Oxford, un grupo de investigadores demostró que hasta la mitad de los contagios por el SARS-CoV-2 se debe a individuos no diagnosticados y sin síntomas aparentes.
Sólo una minoría de contagiados padece el segundo ataque del germen, concentrado esta vez en los pulmones, de manera similar al SARS de 2002 (aunque la carga viral del nuevo coronavirus es mil veces superior a la del SARS), provocando neumonías que pueden llegar a ser letales, sobre todo en personas mayores de 65 años con enfermedades crónicas.
Como el número de contagiados es masivo y simultáneo, esta minoría -que representa un 15% de todos los infectados -y que es la que acudirá a los hospitales-, puede alcanzar con celeridad cifras muy elevadas según el volumen de población… Como lo hemos visto en China, Irán, Italia, España, Francia, Reino Unido o Estados Unidos, basta con que varios miles de personas acudan al mismo tiempo a las urgencias de los hospitales para colapsar todo el sistema sanitario de cualquier país por muy desarrollado que sea[24]…
En Wuhan, Teherán, Milán, Madrid, París, Londres o Nueva York, médicos y enfermeros se vieron pronto totalmente sobrepasados. Faltaron mascarillas, gel desinfectante, material de protección para el personal sanitario, camas en las UCI, respiradores, etc. En varias ciudades (Wuhan, Madrid, Nueva York), las autoridades, desbordadas, tuvieron que echar mano de las Fuerzas Armadas o de voluntarios civiles para construir a toda velocidad hospitales improvisados de miles de camas. En casi todas partes, las autoridades confesaron que no habían previsto semejante avalancha de enfermos, « un continuo tsunami de pacientes en estado grave…[25]
UNA PANDEMIA MUY ANUNCIADA
Ante el alud de críticas por lo que la opinión pública percibió como una ‘mala gestión’ de la pandemia, algunos gobernantes argumentaron también que la celeridad del ataque pandémico les había pillado por sorpresa… Donald Trump, por ejemplo, no dudó en afirmar repetidas veces -cuando se produjeron en su país las primeras muertes por coronavirus, meses después de China o de Europa-, que « nadie sabía que habría una pandemia o una epidemia de esta proporción », y que se trataba de un « problema imprevisible », « algo que nadie esperaba », « surgido de ninguna parte »…[26]
Se pueden decir muchas cosas para explicar la escasa preparación de las autoridades ante este brutal azote, pero el argumento de la sorpresa no es de recibo. Primero, porque hay un proverbio famoso en salud pública: « Los brotes son inevitables, las epidemias no. » Segundo, porque decenas de autores de ficción y de ciencia ficción -desde James Graham Ballard a Stephen King pasando por Cormac McCarthy o el cineasta Steven Soderbergh en su película Contagio (2011)- describieron en detalle la pesadilla sanitaria apocalíptica que amenazaba al mundo. Tercero, porque personalidades visionarias – Rosa Luxemburgo, Gandhi, Fidel Castro, Hans Jonas, Ivan Illich, Jürgen Habermas- avisaron, desde hace tiempo, que el saqueo y el pillaje del medio ambiente podrían tener consecuencias sanitarias nefastas. Cuarto, porque epidemias recientes como el SARS de 2002, la gripe aviar de 2005[27], la gripe porcina de 2009[28] y el MERS de 2012 ya habían alcanzado niveles de pandemia incontenible en algunos casos y habían causado miles de muertos en todo el planeta. Quinto, porque cuando se produjo la primera muerte por el nuevo coronavirus en Estados Unidos, el 10 de marzo de 2020 en Nueva Jersey -como ya hemos dicho-, hacía casi tres meses que la epidemia había estallado en Wuhan y había desbordado rápidamente todo el sistema sanitario tanto en China como en varias naciones europeas ; o sea, hubo tiempo para prepararse. Y sexto, porque decenas de prospectivistas y varios informes recientes habían lanzado advertencias muy serias sobre la inminencia del surgimiento de algún tipo de nuevo virus que podría causar algo así como la madre de todas las epidemias.
El más importante quizás de estos análisis fue presentado, en noviembre de 2008, por el National Intelligence Council (NIC), la oficina de anticipación geopolítica de la CIA, que publicó para la Casa Blanca un informe titulado « Global Trends 2025 : A Transformed World» [29] . Este documento resultaba de la puesta en común -revisada por las agencias de inteligencia de Estados Unidos- de estudios elaborados por unos dos mil quinientos expertos independientes de universidades de unos treinta y cinco países de Europa, China, la India, África, América Latina, mundo árabe-musulmán, etc.
Con insólito sentido de anticipación, el documento confidencial anunciaba, para antes de 2025, “la aparición de una enfermedad respiratoria humana nueva, altamente transmisible y virulenta para la cual no existen contramedidas adecuadas, y que se podría convertir en una pandemia global.” El informe avisaba que “la aparición de una enfermedad pandémica depende de la mutación o del reordenamiento genético de cepas de enfermedades que circulan actualmente, o de la aparición de un nuevo patógeno en el ser humano que podría ser una cepa de influenza aviar altamente patógena como el H5N1, u otros patógenos, como el SARS coronavirus, que también tienen este potencial. »
El informe advertía, con impresionante antelación, que « si surgiera una enfermedad pandémica, probablemente ocurriría en un área marcada por una alta densidad de población y una estrecha asociación entre humanos y animales, como muchas áreas del sur de China y del sudeste de Asia, donde no están reguladas las prácticas de cría de animales silvestres lo cual podría permitir que un virus mute y provoque una enfermedad zoonótica potencialmente pandémica… »
Los autores también preveían el riesgo de una respuesta demasiado lenta de las autoridades : “Podrían pasar semanas antes de obtener resultados de laboratorio definitivos que confirmen la existencia de una enfermedad nueva con potencial pandémico. Mientras tanto, los enfermos empezarían a aparecer en las ciudades del sureste asiático. A pesar de los límites impuestos a los viajes internacionales, los viajeros con leves síntomas o personas asintomáticas podrían transmitir la enfermedad a otros continentes.” De tal modo que “olas de nuevos casos ocurrirían en pocos meses. La ausencia de una vacuna efectiva y la falta universal de inmunidad convertiría a las poblaciones en vulnerables a la infección. En el peor de los casos, de decenas a cientos de miles de estadounidenses, dentro de los Estados Unidos, enfermarían, y las muertes, a escala mundial, se calcularían en millones ».
Como si ese documento no fuera suficiente, otro informe más reciente, de enero de 2017, elaborado esta vez por el Pentágono y también destinado al presidente de Estados Unidos (que ya era Donald Trump), alertó de nuevo claramente que “la amenaza más probable y significativa para los ciudadanos estadounidenses es una nueva enfermedad respiratoria” y que, en ese escenario, « todos los países industrializados, incluido Estados Unidos, carecerían de respiradores, medicamentos, camas hospitalarias, equipos de protección y mascarillas para afrontar una posible pandemia [30]».
A pesar de tan explícitas y repetidas advertencias, Donald Trump no dudó en deshacerse, unos meses después de este último informe (!), del Comité encargado -en el seno del Consejo de Seguridad Nacional- de la Protección de la Salud Global y la Biodefensa, presidido por el almirante Timothy Ziemer, un reconocido experto en epidemiología[31]. Ese Comité de técnicos era precisamente el que debía liderar la toma de decisiones en caso de una nueva pandemia… « Pero –explica el periodista Lawrence Wright, que entrevistó a Ziemer y a todos los miembros de ese Comité- Trump eliminó a quienes más sabían sobre este asunto… Uno de tantos errores colosales del presidente de Estados Unidos. Los anales mostrarán que ha sido responsable de uno de los fallos de salud pública más catastróficos de la historia de este país. Si hubiera escuchado, hace meses, las advertencias de los servicios de inteligencia y de los expertos en salud pública sobre la grave amenaza que suponía el brote de coronavirus en China, la actual explosión de casos de covid-19 podía haberse evitado.[32]”
Hubiese bastado también que Trump y otros dirigentes mundiales escucharan los repetidos avisos de alerta difundidos por la propia OMS. En particular el grito de alarma que esta organización lanzó en septiembre de 2019, o sea la víspera del primer ataque del nuevo coronavirus en Wuhan. La OMS no dudaba en prevenir que la próxima plaga podía ser apocalíptica : « Nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado. [33]»
Con mayor precisión aún si cabe, otro informe anterior ya había avisado sobre el peligro específico de los nuevos coronavirus : « La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV en los murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el sur de China, es una bomba de relojería… La posibilidad del surgimiento de otro SARS causado por nuevos coronavirus de animales, no debe ser descartada. Por lo tanto, es una necesidad estar preparados.[34]”
Entre 2011 y 2019, numerosos científicos no cesaron de hacer sonar la alarma a propósito de varios brotes infecciosos que, según ellos, anunciaban una mayor frecuencia de aparición de plagas de propagación potencialmente rápida, cada vez más difíciles de atajar…[35] El propio ex-presidente Barack Obama, en diciembre de 2014, señaló que se debía invertir en infraestructuras sanitarias para poder enfrentar la posible llegada de una epidemia de nuevo tipo. Incluso recordó que siempre se puede presentar un azote similar a la « gripe de Kansas » (mal llamada « española ») de 1918 : « Probablemente puede que llegue un momento en el que tengamos que enfrentar una enfermedad mortal, y para poder lidiar con ella, necesitamos infraestructuras, no sólo aquí en Estados Unidos sino también en todo el mundo para conseguir detectarla y aislarla rápidamente.[36] »
Es bien conocido también que, en 2015, Bill Gates, fundador de Microsoft, avisó que estaban reunidas todas las condiciones para la aparición de un nuevo azote infeccioso que podría fácilmente ser desperdigado por el mundo por los enfermos asintomáticos: « Puede que surja un virus -explicó- con el que las personas se sientan lo suficientemente bien, mientras estén infectadas, para subirse a un avión o ir al supermercado… Y eso haría que el virus pudiera extenderse por todo el mundo de manera muy rápida… El Banco Mundial calcula que una epidemia planetaria de ese tipo costaría no menos de tres billones de dólares, con millones y millones de muertes…[37] »
O sea, mal que le pese a Donald Trump y a aquellos dirigentes que hablaron de « sorpresa » o de « estupor », la realidad es que se conocía, desde hacía años, el peligro inminente de la irrupción de un nuevo coronavirus que podía saltar de animales a humanos, y provocar una terrorífica pandemia… « La ciencia sabía que iba a ocurrir. Los Gobiernos sabían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse. – explica el veterano reportero y divulgador científico David Quammen quien, para escribir su libro Contagio[38] (Spillover. Animal infections and the next human pandemic), recorrió los cuatro rincones del planeta persiguiendo a los virus zoonóticos, es decir los que saltan de los animales a los humanos – Los avisos decían: podría ocurrir el año próximo, en tres años, o en ocho. Los políticos se decían: no gastaré el dinero por algo que quizá no ocurra bajo mi mandato. Este es el motivo por el que no se gastó dinero en más camas de hospital, en unidades de cuidados intensivos, en respiradores, en máscaras, en guantes… La ciencia y la tecnología adecuada para afrontar el virus existen. Pero no había voluntad política. Tampoco hay voluntad para combatir el cambio climático. La diferencia entre esto y el cambio climático es que esto está matando más rápido.[39] »
En otras palabras, esta pandemia es la catástrofe más previsible en la historia de Estados Unidos. Obviamente mucho más que Pearl Harbor, el asesinato de Kennedy o el 11 de septiembre. Las advertencias sobre el ataque inminente de un nuevo coronavirus eran sobradas y notorias. No se necesitaban investigaciones de ningún servicio ultrasecreto de inteligencia para saber lo que se avecinaba. Se sabía… Lo sabían… El desastre pudo ser evitado…
CAMBIO CLIMÁTICO
Aunque el origen de todo, como dice David Quammen, reside en los comportamientos ecodepredadores que nos condenan, si no lo impedimos, a la fatalidad del cambio climático. Lo que está realmente en causa es el modelo de producción que lleva decenios saqueando la naturaleza y modificando el clima. Desde hace lustros, los militantes ecologistas vienen advirtiendo que la destrucción humana de la biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus y nuevas enfermedades aparezcan: « La deforestación, la apertura de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de diferentes epidemias -explica, por ejemplo, Alex Richter-Boix, doctor en biología y especialista en cambio climático- Diversos virus y otros patógenos se encuentran en los animales salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales domésticos y de ahí saltar de nuevo a los humanos ; o directamente de un animal salvaje a los humanos… Murciélagos, primates e incluso caracoles pueden tener enfermedades que, en un momento dado, cuando alteramos sus hábitats naturales, pueden saltar a los humanos. [40]»
Desde hace millones de años, los animales poseen en su organismo una gran diversidad de virus contra los cuales, durante esa larga convivencia, han sabido desarrollar inmunidad. Pero cuando el hombre retira a un animal de su entorno natural, ese equilibrio se rompe, y un virus puede entonces transmitirse a otra especie con la que el animal no convivió nunca… La destrucción de los hábitats de las especies salvajes y la invasión de esos ecosistemas silvestres por proyectos urbanos o industriales crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus… Es probablemente lo que ocurrió en Wuhan. Desde hace años, muchas organizaciones animalistas chinas reclamaban la prohibición permanente del comercio y consumo de animales salvajes con el fin de conservar las especies y, sobre todo, evitar previsibles epidemias[41].
Europa y Estados Unidos ignoraron todas estas advertencias. Y cuando llegó ‘la pandemia de las pandemias’, sus Gobiernos no habían tomado ninguna precaución, no tenían preparada ninguna estrategia a seguir, ni medidas de actuación a corto, medio y largo plazo… En cambio, en Asia del Este, los modelos de gestión de la epidemia fueron más exitosos. Sobre todo en Corea del Sur. En uno de los artículos más comentados sobre esta crisis[42], el intelectual surcoreano residente en Berlín Byung-Chul Han, adepto del dataísmo, elogió la « biopolítica digital » implementada por el Gobierno surcoreano y afirmó que los países asiáticos estaban enfrentando esta pandemia mejor que Occidente porque se apoyaban en las nuevas tecnologías, el big data y los algoritmos. Minimizando el riesgo de intrusión en la privacidad : « La conciencia crítica ante la vigilancia digital -admitió Byung-Chul Han- es, en Asia, prácticamente inexistente.[43] »
CIBERVIGILANCIA SANITARIA
El nuevo coronavirus se extiende tan rápido y hay tantas personas infectadas asintomáticas que resulta, en efecto, imposible trazar su expansión a mano. La mejor manera de perseguir a un microorganismo tan indetectable es usando un sistema computarizado, gracias a los dispositivos de los teléfonos móviles, que calcule cuánta gente estuvo cerca del infectado[44]. Corea del Sur, Singapur y China citados a menudo como naciones que han tenido éxito frente al coronavirus, han aplicado en particular estrategias de macrodatos y vigilancia digital para mantener las cifras de infección bajo control. Este « solucionismo tecnológico[45] », supone el sacrificio de una parte de la privacidad individual. Y eso, evidentemente, plantea problemas.
En Corea del Sur, las autoridades crearon una aplicación para smartphones pensada para tener un mayor control sobre la expansión del coronavirus mediante el seguimiento digital de los ciudadanos presentes en zonas de contagio o que padecen la enfermedad… Esa app se llama “Self-Quarantine Safety Protection“, y ha sido desarrollada por el Ministerio del Interior y Seguridad. La app descubre si un ciudadano ha estado en zonas de riesgo. Sabe si su test es o no positivo. Si es positivo le ordena confinarse en cuarentena. También rastrea los movimientos de todos los infectados y localiza los contactos de cada uno de ellos. Los lugares por los que anduvieron los contagiados se dan a conocer a los teléfonos móviles de aquellas personas que se encontraban cerca. Y todas ellas son enviadas en cuarentena. Cuando los ciudadanos reciben la orden de confinamiento de su centro médico local, se les prohíbe legalmente abandonar su zona de cuarentena -generalmente sus hogares- y se les obliga a mantener una separación estricta de las demás personas, familiares incluidos.
La app también permite realizar un seguimiento por dispositivo vía satélite GPS (Global Positioning System) de cada persona sospechosa. Si ésta sale de su área de confinamiento asignada, la app lo sabe inmediatamente y envía una alerta tanto al sospechoso como al oficial que controla su zona. La multa por desobediencia puede alcanzar hasta 8 000 dólares. La app también envía avisos de nuevos casos de coronavirus al vecindario o a zonas cercanas. El objetivo es garantizar un mayor control del virus al saber, en todo momento, dónde se encuentran tanto los ciudadanos infectados como los que se hallan en cuarentena[46].
En Singapur, una nación altamente vigilada, la Agencia Tecnológica estatal y el Ministerio de Salud lanzaron en marzo pasado una app muy parecida : TraceTogether, para teléfono móvil que puede identificar, retrospectivamente, a todos los contactos cercanos de cada persona y avisarles si un familiar, un amigo o conocido contrajo el virus. Los ciudadanos pueden ser rastreados mediante una combinación sofisticada de imágenes de cámaras de seguridad, geolocalización telefónica e investigación policial realizada por auténticos « detectives de enfermedades » con la asistencia eventual del departamento de investigación criminal, la oficina antinarcóticos y los servicios de inteligencia de la policía … El ‘Acta de Enfermedades Infecciosas de Singapur’ hace obligatoria, por ley, la cooperación de los ciudadanos con la policía. Un caso único en el mundo. El castigo por indisciplina puede ser una multa de hasta 7 000 dólares, o cárcel por seis meses, o ambas.
También China ha puesto a punto una aplicación parecida, HealthCheck, que se instala en los móviles a través de sistemas de mensajería como WeChat o Alipay, y genera un « código de salud » graduado en verde, naranja o rojo, según la libertad de movimiento permitida a cada ciudadano (desplazamiento libre, cuarentena de una semana, o de quatorce días). En unas doscientas ciudades chinas, la gente está usando HealthCheck para poder moverse con mayor libertad, a cambio de entregar información sobre su vida privada. Esta app se ha mostrado tan eficaz que la propia OMS está inspirándose en ella con el fin de desarrollar un software semejante llamado MyHealth.
Este « modelo surcoreano », adoptado por estos países y también por Hong Kong y Taiwán[47], está basado en el uso masivo de datos y asociado a diversos sistemas de « videoprotección ». Hasta hace poco nos hubiera parecido distópico y futurista, pero ya está siendo imitado igualmente en Alemania, Reino Unido, Francia, España y otras democracias occidentales.
Hay que decir que, desde hace unos años, algunos Estados y las grandes operadoras privadas de telefonía móvil han atesorado billones de datos y saben exactamente dónde se encuentra cada uno de sus numerosos usuarios. Google y Facebook también han conservado montañas de datos que podrían ser utilizados, con el pretexto de la pandemia, para una vigilancia intrusiva masiva. Y además, aplicaciones de citas con coordenadas urbanas, como Happn o Tinder, podrían servir ahora para detectar infectados… Sin olvidar que Google maps, Uber, Grab, Cabify o Waze también conocen las rutas y el historial de sus millones de clientes…
En todas partes, el control digital se ha acelerado. En España, por ejemplo, la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial puso en marcha, el pasado 1 de abril, un programa ‘Datacovid’ para rastrear 40 millones de móviles y controlar los contagios. Por su parte, la empresa ferroviaria RENFE obligará a los pasajeros a dar su nombre y su número de móvil para comprar un billete de transporte.
En Italia, los principales proveedores de telefonía móvil y de Internet han decidido compartir los datos sensibles, pero anónimos, de sus clientes con el Grupo de trabajo para la prevención de la epidemia formado en el Ministerio de Ciencia e Innovación. En la región de Lombardía se usa la geolocalización por GPS en cooperación también con los teleoperadores de telefonía móvil. Se rastrea de forma anónima los movimientos de las personas. Así se pudo constatar que, a pesar de las medidas de confinamiento, los desplazamientos sólo se habían reducido en un 60%… Mucho menos de lo esperado.
En Israel, el Gobierno decidió igualmente hacer uso de las ‘tecnologías antiterroristas de vigilancia digital’ para rastrear a los pacientes diagnosticados con el coronavirus. El Ministerio de Justicia dio luz verde para usar ‘herramientas de rastreo de inteligencia’ y monitorear digitalmente a los pacientes infectados, mediante el uso de Internet y de la telefonía móvil, sin la autorización de los usuarios. Aunque admitieron « cierta invasión de la privacidad », las autoridades explicaron que el objetivo es « aislar el coronavirus y no a todo el país » verificando con quién entraron en contacto los infectados, qué sucedió antes y qué pasó después… [48]
En esa misma perspectiva, a escala global, los dos gigantes digitales planetarios Google y Apple decidieron asociarse para rastrear los contactos de los afectados por la pandemia. Recientemente, anunciaron que trabajarán juntos en el desarrollo de una tecnología que permitirá a los dispositivos móviles intercambiar información a través de conexiones Bluetooth para alertar a las personas cuando hayan estado cerca de alguien que dio positivo por el nuevo coronavirus[49].
La covid-19 se ha convertido, de ese modo, en la primera enfermedad global contra la que se lucha digitalmente. Y claro, eso da lugar a un debate, como decíamos, sobre los riesgos para la


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Un fraude a nivel global?

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